Steven Soderbergh es lo más parecido a lo que bazinianamente podemos llamar un “autor” en Estados Unidos. Digo en los USA porque ese mismo concepto, en Europa, por ejemplo, tiene otras connotaciones. En Yanquilandia el autor baziniano (por André Bazin, enunciador de la definición del cine de autor, propagada sin tasa por los jóvenes airados de Cahiers du Cinema en los años cincuenta y sesenta) se asemejaría más al estilo de un Howard Hawks, un cineasta con personalidad invisible, capaz de hacer, y hacer muy bien, cualquier tipo de película que se propusiera o le encargaran.
Soderbergh, entonces, salvando las distancias (que son muchas y evidentes, a favor del autor de Bola de fuego, por supuesto), sería el paradigma de “autor” norteamericano. En su cine ha hecho de todo, desde “indies” declaradas, como Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1989), que lo lanzó a la fama, hasta “blockbusters” al servicio de una estrella como Julia Roberts, como Erin Brockovich (2000), thrillers de remarcado acento comercial, como la trilogía iniciada por Ocean’s eleven (2001), versiones simplificadas de crípticos autores foráneos, como Solaris (2002), coqueteos con progresismos de salón, como en el díptico formado por Che, el argentino (2008) y Che: Guerrilla (2008), y potentes thrillers de soterrado contenido social, como Traffic (2000). Ello además de filmes románticos entreverados de thriller, como Un romance muy peligroso (1998) y otros que no se sabe muy bien qué son, como Magic Mike (2012), donde lo que parece que le interesaba era mostrar más abdominales masculinos que en 300 (2006), si es que ello es posible…
Queremos decir que Soderbergh es un cineasta ecléctico por naturaleza, y con esta Indomable vuelve a demostrarlo. Se trata de un filme de espías, “aggiornado”, puesto que ya no estamos en la Guerra Fría ni en su sucesora, la Guerra de Civilizaciones (entendiendo por ésta la que libran, no precisamente de forma sorda, Occidente y el Islam radical desde hace ya demasiado tiempo), puesto al día sobre todo en las continuas luchas a cuerpo que la protagonista habrá de mantener con cuantos pretenden acabar con su vida, que son muchos y bien organizados.
Extraña en cuanto al protagonismo femenino en un filme de acción (finalmente el género al que se podría adscribir sin faltar a la verdad), pues no es corriente que sea una mujer la que encabece el reparto en este tipo de cine, Indomable resulta ser, sin embargo, una película sin mayor interés al margen de las considerables dosis de pirotecnia (entiéndase luchas mediante artes marciales, armas de fuego, armas blancas y todo tipo de armamento no pesado), pues la intriga que nos propone nos importa más bien un pimiento.
A una agente secreta que actúa en plan “freelance” le encargan trasladar, junto a su equipo, a un científico protegido desde el piso franco en el que se encuentra, en Barcelona. Pero la operación se tuerce porque a su operativo le tienden una emboscada. Hay gente allá arriba que tenía mucho interés en que el científico (si es que lo es) no saliera con vida de la misión, pero la agente no lo sabe y se siente traicionada y, lo que es peor, a partir de entonces será perseguida por los que creía sus colegas…
El guionista del filme es Lem Dobbs, que ha escrito varios libretos para Soderbergh, como Kafka, la verdad oculta (1991) y El halcón inglés (1999). Este guionista es perito en historias rocambolescas, a cual más complicada, como ya demostró en otros filmes para otros cineastas, como Dark City (1998) y Pacto de silencio (2012). Pero aquí parece que a Soderbergh lo que más le llamó la atención, o al menos a lo que parece que le puso más interés, fue a la ardua coreografía de tiros, puñetazos, patadas y contorsiones de los especialistas de las luchas cuerpo a cuerpo, como en la mentada Magic Mike lo que le interesaba eran los bailes imposibles de los “strippers”.
Así las cosas, Indomable resulta ser un mediocre producto que no termina de calar en el espectador, difuminada su historia en continuas balaceras y sopapos de todo tipo, con la única diferencia de que, en vez de los cuerpos hipermusculados habituales (antes Van Damme o Seagal, ahora Van Diesel o Dwayne Johnson), tenemos las formas voluptuosas de Gina Carano repartiendo “guantás”, como decimos en mi tierra. Por supuesto, hay un tono críptico que recuerda que es Soderbergh, el “autor”, el que está a los mandos, pero lo malo de este cripticismo es que, en el fondo, cuando se rasca la superficie de este aparatoso producto de acción, dentro no hay nada.
Notable reparto: Douglas, Banderas, McGregor, Fassbender, Paxton, Kassovitz… Lástima que sus personajes sean arquetipos, aparte de que a alguno de ellos, como Ewan McGregor, se le ve como gallina en corral ajeno cuando tiene que intervenir en las luchas corporales que son la marca de fábrica de esta fallida película.
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