Esta película está disponible en el catálogo de Netflix, plataforma de Vídeo Bajo Demanda (VoD).
La figura de Mamoru Hosoda (Toyama, 1967) confirma que, como ya sabíamos, no todo el anime de calidad de Japón procede de Studio Ghibli y su reconocido equipo de animadores y directores, capitaneados por Hayao Miyazaki. Hosoda se inició a principios de los años noventa, dentro de la potente compañía Toei Animation, trabajando inicialmente como animador en series como las populares de Dragon Ball, para, a principios del siglo XXI, iniciarse como director en la también muy popular serie de Digimon, siendo el realizador elegido por Toei para dirigir la película sobre la serie, titulada Digimon. La película (2000). Su talento llamó la atención de Studio Ghibli, cuyo productor principal, Toshio Suzuki, le fichó para que se encargara de la dirección de El castillo ambulante (2004), pero importantes diferencias creativas harían que Hosoda se retirara del proyecto, que finalmente asumió el propio Miyazaki.
Hosoda volvió a Toei y después lo fichó Madhouse, productora también especializada en animes, pero pronto dio el paso de crear su propia compañía, Studio Chizu, con la que ha realizado ya varios largometrajes, entre ellos El niño y la bestia (2015) y Mirai, mi hermana pequeña (2018), que fue nominada al Oscar. Antes de llegar a esa etapa, Hosoda dirigió para Madhouse esta La chica que saltaba a través del tiempo, un curioso anime que trata del tema de los viajes en el tiempo en el contexto de una ciudad japonesa actual, y tomando como protagonista a una adolescente de Secundaria, Makoto, una chica más bien patosa y con mala suerte, que cierto día, al entrar en el laboratorio del colegio, donde le ha parecido ver una sombra extraña, sufre una especie de desmayo; cuando se despierta tras sufrir una caída, se da cuenta de que ha adquirido la facultad de viajar hacia atrás en el tiempo y, con ello, podrá modificar los hechos que le suceden. Ello le permitirá evitar un grave accidente ferroviario que le acontece, pero también un sinfín de nimiedades, para que su vida y la de quienes le rodean se ajuste a su visión del mundo.
Formalmente, La chica que saltaba a través del tiempo se ajusta a los cánones habituales del anime japonés moderno, con dibujo antropomorfo, fondos hiperrealistas y trazo menos realista para las figuras humanas. Su tema es el crecimiento personal y la necesidad de madurar para amar, lo que conlleva también la capacidad para comprometerse. Makoto, la protagonista, tomará a beneficio de inventario su nueva facultad de viajar en el tiempo y, con ello, tener una especie de “día de la marmota” permanente y a voluntad, que le permite moldear a su antojo su vida. Pronto se dará cuenta de que ello no solo no es conveniente sino incluso puede ser muy perjudicial para otras personas.
La historia, que parte de la novela homónima de Yasutaka Tsutsui, publicada en 1967, se centra fundamentalmente en el contexto de tres amigos que comparten no solo sus actividades escolares sino también su amor por el béisbol, deporte al que juegan en un parque. Makoto y sus dos amigos varones serán el centro y eje del film, en una historia sin connotaciones sexuales, aunque a medida que el metraje avance veremos que hay intenciones amorosas (castas, muy castas: ni un solo beso...) entre algunos de ellos.
Mención aparte para la forma en la que la protagonista realiza sus saltos en el tiempo, lo que logra a base de darse estrepitosos batacazos tras correr desaforadamente (sí, tiene poco glamur...), aunque el primero de esos viajes está dado de tal forma que, desde la visión de la chica, recuerda una de las famosas secuencias finales de 2001, una Odisea del Espacio (1968), aquella en la que un Keir Dullea en shock viaja en la nave en vuelos rasantes con alucinados planos cromáticos cambiantes.
Bien contada por un Mamoru Hosoda, que evidentemente conoce perfectamente el arte de la narración y se maneja con soltura en la empatía con la protagonista, a pesar de sus comportamientos un tanto erráticos (nada infrecuentes en la grey adolescente, desde luego), La chica que saltaba a través del tiempo resulta ser un hermoso film entre la ciencia ficción, la historia de crecimiento y madurez, y el consiguiente compromiso vital que es una de las columnas fundamentales en la vida del ser humano. Habla también del complejo de culpa, y la dificultad de gestionarlo, sobre todo a edades tan tempranas en las que generalmente no se tienen los resortes que ayudan a hacerlo. Con una parte final transida de melancolía y tristeza, pero finalmente esperanzada (como corresponde a un film inicialmente dirigido a la gente joven), la película de Hosoda forma parte con todo merecimiento de ese cine de anime japonés que no desdeña la poesía y la fantasía para contar sus historias.
Y es que no solo Studio Ghibli hace ese tipo de cine, aunque haya que reconocerle, lógicamente, su primogenitura en ello.
(07-06-2020)
98'