CRITICALIA CLÁSICOS
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Título mítico donde los haya, el más famoso sin duda en su género, controvertido hasta decir basta, se puede decir que hasta 2001: Una Odisea del Espacio la ciencia ficción en cine no había alcanzado su mayoría de edad. Es cierto que hubo algunos títulos que buscaron hacer propuestas serias dentro del género (pensamos, por ejemplo, en Ultimátum a la Tierra, la primigenia versión de 1951 dirigida por Robert Wise), pero la verdad es que, en general, se consideraba a la ciencia ficción cinematográfica como ejercicio “pulp”, género menor que buscaba la distracción de niños, adolescentes y gente de escasa formación. Sin embargo, en literatura, la Sci-Fi, como se le conoce en acrónimo en inglés al género, ya tenía una larga andadura como temática adulta, que se preguntaba por el origen y el destino del hombre: un género, entonces, que colindaba con la filosofía, la más pura de las disciplinas científicas humanas: autores como Isaac Asimov, Arthur C. Clarke, Brian Aldiss, Philip K. Dick, J.G. Ballard, Stanislaw Lem, Frank Herbert, entre otros muchos, habían hecho de la ciencia ficción escrita un género más que respetable.
2001: Una Odisea del Espacio cambió todo eso. A partir de su estreno el cine, el público, la industria, la crítica, miraron con otros ojos los films de ciencia ficción; y, lo cierto, es que el género, aunque también siguió manufacturando productos infantiles o juveniles de poca enjundia, también cultivó esta otra senda que se preguntaba por cuestiones fundamentales en el universo: Blade Runner (y su secuela, 35 años después, Blade Runner 2049), A.I. Inteligencia Artificial (que inicialmente fue un proyecto de Kubrick, aunque finalmente lo filmó Spielberg tras la muerte del maestro), Alien y sus secuelas, Abyss, La amenaza de Andrómeda, Terminator y sus continuaciones, Aniquilación, Hijos de los hombres, Brazil, 1984... entre otras muchas, han tocado temas importantes que excedían la mera aventura para cuestionarse la mismidad del ser humano y su lugar en el universo.
La película parte de un guion que el propio Kubrick y el escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke fueron escribiendo al alimón, partiendo de una idea de este último, plasmada en su relato corto El centinela, publicado en 1948. La película, estructurada en tres grandes bloques, se abre a los acordes del Así habló Zaratustra de Richard Strauss; contemplamos el amanecer de la humanidad, cuando un grupo de homínidos, entre el mono y el ser humano, descubre de mañana un raro, estilizado monolito que aparece de la nada; a continuación el líder del grupo se percatará de que los huesos de las osamentas de los animales herbívoros con los que conviven se pueden utilizar para golpear a esos animales, matarlos y comérselos, e incluso contra las tribus rivales, lo que les facilita la hegemonía en su especie. Cientos, quizá miles de siglos después, en el segundo bloque del film, el hombre ha llegado a la Luna y tiene una estación espacial orbitando permanentemente nuestro planeta; allí llega el Dr. Heywood, encargado por la Nasa de investigar cierto fenómeno extraño ocurrido en una base lunar: ha aparecido un monolito que emite una señal dirigida hacia el planeta Júpiter; el tercer bloque nos mostrará, meses después, a la nave Discovery 1 que se ha enviado hacia ese planeta para intentar averiguar a qué obedece esa señal...
Todo en 2001: Una Odisea del Espacio es fastuoso: la elipsis inicial, considerada la más grande (en términos cronológicos) que se haya hecho nunca: el hueso que ha enarbolado el primate humanoide, lanzado hacia arriba, se convertirá en una nave espacial, en un salto temporal que puede alcanzar los millones de años; el diseño de producción, con la fascinante escenografía de la estación espacial y sus hombres y mujeres que se mueven sobre zapatos imantados para poder caminar ante la falta de gravedad; la misma concepción del monolito como símbolo quien sabe si extraterrestre o divino; toda la parte del tercer bloque en la que aparece el superordenador HAL 9000, con su rebelión que presagia ya la futura revolución de las máquinas dotadas de inteligencia artificial, y cuya “muerte” (por así llamarla) tiene el patetismo del de una persona, formidablemente dado por un Kubrick en estado de gracia. Y, por supuesto, la parte final, pura abstracción, quizá un recorrido por la vida del universo desde el inicial Big Bang hasta un futuro indeterminado.
Todo es insultantemente brillante en esta obra maestra de la ciencia ficción, pero también del cine a secas. Kubrick, que fue extraordinario en toda su carrera, quizá alcanzó aquí el cénit, configurándose como una de las figuras más importantes del cine de todos los tiempos. Película “de autor” aunque fuera muy costeada, consiguió la rara proeza de gustar a público (aunque es cierto que el tramo final fue bastante indigerible para muchos) y crítica (que gastó ríos de tinta para intentar explicar, o explicarse, el sentido del film).
Película de autor, entonces, sus actores no tuvieron un papel importante, aunque es cierto que, sobre todo Keir Dullea, aportó con su rostro hierático y crípticamente doliente la faz convulsa y turbada del ser humano ante acontecimientos que le superan. Por supuesto, los efectos especiales de Douglas Trumbull fueron exquisitos, como hasta entonces no se habían hecho, de una calidad excepcional, y consagró a este experto en F/X, haciéndolo imprescindible a partir de entonces en cualquier película de ciencia ficción que se preciara. Arthur C. Clarke escribió la novela a partir del guion, aunque con algunos cambios no especialmente sustanciales.
Por supuesto, la selección musical de Kubrick, habitualmente legendaria, fue aquí perfecta: la majestuosidad de Richard Strauss, el delicioso clasicismo de Johan Strauss, ideal para el ballet espacial que componen las naves alrededor de la estación que gira en torno a la Tierra, el telurismo de Ligeti... Fantásticas elecciones.
Se suele abusar de la frase "hay un antes y un después de...", pero en el caso de 2001... está plenamente justificada: ya nada fue igual tras su estreno, nada será igual tras cada nueva visión, en la que el espectador encontrará siempre detalles novedosos: una auténtica maravilla.
(21-12-2018)
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