Pelicula:

CINE EN SALAS

Hay un lugar común, generalmente aceptado, sobre el hecho de que Stephen King es un “escritor de terror”. Hombre, no es que su obra no esté, mayoritariamente, cuajada de relatos y novelas que buscan estremecer al espectador, con frecuencia con miedos sobrenaturales (también naturales, si es que hay algo “natural” en la crueldad del ser humano para con sus congéneres…), pero King no solo escribe terror. Los últimos tiempos están cambiando ese paradigma, incluso en cuanto a la conceptuación de su obra literaria, y empiezan hasta a darle premios y a tener críticas apreciables. A ver, no le van a dar el Pulitzer, evidentemente, pero sí ha conseguido varios Bram Stoker (obviamente relacionado con el terror…), aunque también otros que nada tienen que ver con ese género, como el Premio Nacional del Libro y la Medalla Nacional de las Artes. 

Y es que, incluso en su faceta de autor de literatura terrorífica, King siempre tuvo una cierta preocupación social: véase, por ejemplo, el caso de su novela Carrie, una durísima denuncia del acoso escolar, ese “bullying” que ahora está tan tristemente de moda, pero sobre el que Stephen escribió (y de qué forma…) hace ahora más de medio siglo, que ya es decir…

La relación de King con el cine siempre ha sido feraz, a veces incluso casi indisoluble de su faceta literaria (recordemos que, además de guionista, ha ejercido incluso como director, en La rebelión de las máquinas, aunque la experiencia no fue demasiado alentadora). De su obra trasladada al audiovisual se suelen citar como grandes obras dos de ellas, El resplandor, la adaptación que hizo el siempre extraordinario Kubrick sobre su novela homónima, y Cadena perpetua, la versión que hizo Frank Darabont sobre su novela corta Rita Hayworth y la redención de Shawshank, película que tiene el honor de ser la mejor puntuada por los usuarios de la IMDb, con un 9,3 (sobre 10). Pues, en nuestra opinión, esas dos pelis ya tienen compañía en el podio de mejores adaptaciones kingianas. La vida de Chuck (lo diremos ya…) NO es un film de terror, aunque tenga momentos que estremecen al espectador. Parte de un relato publicado en 2020 dentro del volumen titulado Si sangra; el relato en concreto se titula La vida de Chuck, como la película.

El film está narrado, como el relato, en orden inverso. Comienza con el llamado Acto 3, titulado “¡Gracias, Chuck!”, en el que vemos lo que parece nuestro tiempo, en una clase de literatura donde se recita el bellísimo poema de Walt Whitman conocido como El pasado y el presente se marchitan, en concreto los versos que proclaman “¿Qué tenéis que decirme? /¿Que me contradigo?/ Sí, me contradigo. Y ¿qué?/ (Yo soy inmenso…/ y contengo multitudes)” (fragmento tomado de la preciosa traducción de Blas de Otero). De repente, internet se cae, y no volverá más. Día a día el deterioro en el mundo avanza, en especial en California, donde los seísmos desgajan el estado del continente. Paralelamente comienzan a aparecer vallas publicitarias, y también anuncios televisivos y radiofónicos, que dicen “39 maravillosos años: ¡Gracias, Chuck!”, sobre cuya procedencia nadie sabe nada. El profesor Anderson, titular de la clase de literatura con la que comienza la secuencia, se dirige a casa de su ex Felicia, a la que nunca dejó de amar, intuyendo que el final del mundo está cerca… El acto 2 se titula “Vivan los artistas callejeros”; en él vemos a Chuck, un contable bancario en torno a la cuarentena, en un congreso al que asiste; en un descanso camina por las calles cuando escucha a una chica, artista callejera, tocar la batería; de repente, Chuck, con todo su golpe de traje de ejecutivo y su maletín, comienza a bailar al son de la baterista, sumándosele una chica a la que el novio ha dejado por WhatsApp … En el acto 1, titulado “Contengo multitudes” (como el verso de Whitman…), conocemos a Chuck de niño, como de 6 años, cuando quedó huérfano tras un accidente de los padres (estando la madre embarazada de su futura hermana, que ya nunca llegará a tener…), quedando al cuidado de sus abuelos; algo más mayor, sobre los 10, concibe, gracias a su abuela, una rara fascinación por el baile, apuntándose a una extraescolar sobre el tema, en el que descuella enseguida, pero donde se sentirá inseguro cuando le gusta una chica que le saca una cabeza; en la casa de los abuelos de Chuck hay una habitación que da a la cúpula del edificio victoriano, cerrado con un candado, al parecer porque, de vez en cuando, aparecen fantasmas dentro…   

Mike Flanagan, el director, está especializado mayormente en films de terror, y lo cierto es que, con el tiempo y la experiencia, ha alcanzado un nivel muy interesante. Ya advirtió hace unos años, con films como Somnia. Dentro de tus sueños, y de la nueva versión del clásico poeano La caída de la casa Usher, que lo suyo era el terror elegante, a veces ni siquiera terror, como en esta brillante, con frecuencia portentosa versión kingiana, donde demuestra que, como guionista y director, puede sacar lo mejor de relatos como el original. Porque La vida de Chuck, con su narrativa inversa, ya aporta un elemento escasamente utilizado por el cine (sí, es la fórmula usada por la mítica Memento, pero tenía otra intención y otro tono), que convierte la visión del film en un ejercicio activo por parte del espectador, que habrá de reconstruir en su mente ese fluir hacia atrás de la trama. Pero es que ese orden inverso no es en absoluto gratuito: solo al final, cuando lleguemos al principio (parece una contradicción, pero no lo es…), entenderemos qué es lo que pasaba en ese principio, y por qué hemos llegado a ese final.

Film en buena medida existencialista, se podría escribir un tratado filosófico con su contenido, ese “soy inmenso…/ contengo multitudes” whitmaniano que es, en el fondo, la clave de todo, de ese final del mundo que va desapareciendo en el tercer acto, el segmento del film ciertamente más sobrecogedor (que no terrorífico…), cuando todo lo que era sólido (como decían Marx y Engels) se desvanece en el aire. Filmada con una precisión y una elegancia notable, la película nos lleva de la mano, hacia atrás, desde ese misterio latente que pronto se hará patente, hacia otro tiempo en el que el futuro Chuck irá forjando su carácter, sus gustos, sus intereses, hasta llegar al principio de todo: también al interior de esa habitación bajo la cúpula, donde todo nos será explicado en una única imagen, que desaparecerá casi como en un parpadeo.

Gran película, que nos interpela sobre la existencia del ser humano, de cada uno de nosotros, como individuos, pero también de la colectividad que somos, aunque cada uno de nosotros seamos todo un universo. Estremecedora en su tercer acto, contagiosamente dichosa en el segundo, cuando todo era posible y un baile en medio de la calle resultaba ser un instante de felicidad purísima, contenidamente dramática en el primer acto, donde todo será revelado, La vida de Chuck es, efectivamente, o así nos lo parece, una de las cumbres de la literatura kingiana versionada por el cine, y desde luego la obra maestra (hasta ahora…) de Mike Flanagan, del que tanto esperamos.

Gran trabajo interpretativo de todo el elenco de esta singularísima película; por supuesto de Tom Hiddleston, cuyo baile callejero puede optar, con ventaja, a ser uno de los mejores que se hayan filmado en los últimos años en el cine USA; por supuesto también el viejo Mark Hamill, el inolvidable Luke Skywalker, que compone un entrañable abuelo, sabio en su ancianidad, visionario involuntario de terrores semiocultos. Curiosamente, Jacob Tremblay, el formidable niño actor de films como La habitación, la mentada Somnia..., o Doctor Sueño, ahora ya adolescente, tiene un papel menos lucido que su mismo personaje con 6 y 10 años, Cody Flanagan (el talentoso hijo del director) y Benjamin Pajak, en los que se intuye unos futuros y excelentes actores adultos.


(21/10/2025)


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111'

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La vida de Chuck - by , Oct 21, 2025
4 / 5 stars
"Soy inmenso.../ y contengo multitudes"