Life

Anton Corbijn es un cineasta holandés ya veterano (nació en 1955) que encarriló su carrera en su juventud como director de vídeos musicales, habiendo realizado numerosos productos de este tipo para los grupos y cantantes más diversos, todos de primera línea: Depeche Mode, Peter Gabriel, U2, Bryan Adams, Metallica, Coldplay y un largo etcétera. Sin embargo, a partir del siglo XXI ha iniciado una todavía corta pero interesante carrera como director de largometrajes de ficción, en los que ha demostrado buena mano y, sobre todo, no estar viciado por el diríase que inevitable esteticismo que habitualmente impregnan los vídeos musicales.

Así, su biografía de Ian Curtis, el cantante de Joy Division, titulada Control (2007), fue una agradable sorpresa, una oscura y melancólica película sobre la atormentada vida del solista del grupo que terminaría suicidándose y dando al traste con ello con la banda, aunque posteriormente sus componentes siguieron adelante con otro nombre, New Order. Posteriormente Corbijn, cambiando totalmente de registro, rodó El americano (2010), film de intriga con George Clooney, con una interesante experimentación formal dentro del cine comercial. En esa misma línea haría años más tarde El hombre más buscado (2014), thriller de espías, adaptación de la novela homónima de John LeCarré, último trabajo ante la cámara del llorado Philip Seymour Hoffman.

Por eso, cuando rodó esta Life, sobre el encuentro de James Dean con el fotógrafo de la agencia Magnum Dennis Stock, pareció que Corbijn podría apuntarse un nuevo tanto, pero nos tememos que no ha sido así.

La acción se desarrolla en el invierno de 1954, cuando Dean acaba de terminar el rodaje de Al este del Edén, de Elia Kazan; todavía no es la estrella que será cuando se estrene esa película y, sobre todo, no es aún el mito inmortal en el que se convertirá cuando, poco antes de estrenar Rebelde sin causa (1955), de Nicholas Ray, muera en accidente de tráfico, poniendo con ello fin a su cortísima carrera (murió con 24 años), fiel al eslogan de vive rápido, muere joven y deja un cadáver bonito. Dennis Stock, fotógrafo de Magnum, recibe el encargo de fotografiar al que se intuye puede ser futuro astro de Hollywood, para un reportaje de la entonces famosísima revista Life. Tras un primer encuentro sin mucha chispa, pronto ambos congenian y Dean se lo lleva a su tierra natal en Fairmount, en Indiana, donde hacía varios años que no regresaba, para visitar a su familia. Allí, en ese contexto bucólico, Stock realizaría su mítico álbum de la vida cotidiana de James Dean, que, una vez publicado en Life, le haría famoso.

Pero Life, la película, no termina nunca de decidirse sobre lo que es: en principio pudiera entenderse que es la crónica de ese mítico reportaje fotográfico, pero lo cierto es que también parece una especie de retrato del artista antes del éxito, una radiografía nada positiva del Hollywood clásico (con un Jack Warner, el famoso productor, pintado aquí como un tipo dictatorial y antipático), una oda al campo y a la vida rural, un esbozo sobre la amistad varonil, y algunos otros temas que se atisban pero no se llegan a desarrollar. Todo eso con un tono apagado, casi como si Corbijn se hubiera contagiado del acento arrastrado que ensaya Dane DeHaan, el actor que hace de Dean, para acercarse al personaje del mito, un acento que, digámoslo ya, resulta un tanto exagerado en el arrastramiento de las palabras. Así las cosas, Life no resulta ni carne ni pescado, es una película perfectamente anodina que en ningún momento llega a conectar con el espectador. Está, desde luego, impecablemente rodada por un Anton Corbijn que, evidentemente, conoce todos los resortes de la puesta en escena, pero no termina de llegarnos nunca, ni llegamos a saber qué nos quiso decir el director, si es que tenía alguna intención en ese sentido.

DeHaan nos parece poco adecuado para el papel del mito: no es mal actor, pero parece que le sobrepasa el personaje. En cuanto a Robert Pattinson, vuelve a hacer el mismo papel, el único que sabe, el del tipo que parece permanentemente pasmado, un actor sin ductilidad ni versatilidad alguna. Del resto nos quedamos con el siempre estupendo Ben Kingsley, haga lo que haga.

(07-11-2019)