Pelicula:

Agustí Villaronga (Palma de Mallorca, 1953 – Barcelona, 2023) fue un guionista, actor y director que se dio a conocer con una película turbadora, Tras el cristal (1986), ciertamente inquietante, de una ambigüedad sobresaliente que la salvaba de sus insuficiencias técnicas, que las tenía. Su carrera posterior ha sido irregular, con algunos aciertos como El mar (2000), Pa negre (2010), que consiguió 9 Goyas, y El vientre del mar (2021), mientras que en otros casos nos parece que no estuvo acertado, como ocurrió con El niño de la luna (1989), 99.9  (1997) o El rey de La Habana (2015). Sus mejores películas han sido siempre las que cuentan historias turbias, que Villaronga sabía adensar para convertirlas en convulsos dramas sobre la condición humana, con frecuencia sobre la capacidad del hombre (en su doble acepción, de especie, pero también de varón) para producir dolor, físico o moral, a su prójimo.

Cuando Villaronga afronta el rodaje de esta película, padeciendo ya una enfermedad terminal, sabía que iba a ser su última obra. Quizá por ello el cineasta mallorquín decidió hacer una cinta que se apartara de la generalidad de su filmografía, y lejos de buscar historias esquinadas ahítas de crueldad y/o sadismo, optó por esta historia que, siendo dura (todo retrato de alguien afectado por el Alzheimer lo es), es eso que los expertos en márquetin llaman ahora “feelgood”, una película que te hace sentir bien.

La historia se ambienta en nuestros días, en una populosa localidad en el extrarradio de Barcelona. En una modesta casa hipotecada (y con varios plazos pendiente de pago...) vive la anciana Loli, a la que apodan “Tormenta” por su carácter y por haber sido, en su juventud, campeona de atletismo, en concreto en carreras de obstáculos. Ahora, ya en la senectud, cuida de sus dos nietos, Robert, de 12 años y raza blanca, y Edgar, de unos 8 años y raza negra o mestiza, ambos descendientes de una de sus hijas, ya fallecida, con dos parejas distintas. Loli lleva adelante como puede a los dos chicos, con los que tiene buen “feeling”, en especial con Edgar, el pequeño. Robert, de carácter más difícil, y a punto de llegar a esa vorágine también conocida como adolescencia, es más problemático, pero a través del deporte que les inculca Loli, el chico parece bien encaminado. Pero a las dificultades económicas se añaden de repente los problemas psíquicos de Loli, que siente cómo el Alzheimer empieza a avanzar en su mente... Los niños, temerosos de que internen a su abuela en un asilo, y a ellos los separen y los lleven a hogares de acogida, maquinan hacer creer a todo el mundo que su yaya goza de excelente salud...

El tema de los menores desamparados o en trance de estarlo, desde luego, ha sido tratado en cine con frecuencia. Recordamos una película extraordinaria, la japonesa Nadie sabe (2004), del gran Hirokazu Koreeda, en el que varios niños abandonados por sus progenitores tenían que intentar valerse por sí mismos sin despertar sospechas en los adultos cercanos. No es ese exactamente el tema de esta Loli Tormenta, en el que la abuela está, aunque, cada vez más, no está, si vale la aparente contradicción.

Pero lo cierto es que, con cosas interesantes, la película póstuma de Villaronga, su testamento cinematográfico, nos ha parecido insuficiente. No solo porque el mallorquín, como hemos dicho, se haga grande cuando rueda películas esquinadas con personajes torvos y actos con frecuencia “contra natura”, sino porque la película es cortita en su historia y endeble en su puesta en escena. Corta en su historia porque lo que se nos narra no deja de ser una serie de lugares comunes, con esa abuela estupenda que empieza a perder la cabeza, su nieto entregadísimo a la yaya, el  otro chico más mayor un poco tarambana pero encarrilable, el pariente felón (a pesar de su beatería religiosa...) capaz de cualquier tropelía para satisfacer su codicia, etcétera. Todo es bastante conocido, todo es bastante previsible. Tampoco quizá Villaronga, tan enfermo, estuviera ya para poder rodar la película, y por eso tal vez parece hecha como sin fuerza, cuando la puesta en escena del mallorquín siempre ha sido potente, personal, muy rica visual y creativamente.

Eso no quita para que no reconozcamos que hay cosas interesantes, incluso valiosas, como la entrañable relación entre la abuela y el nieto pequeño, muy bien expresada en escenas como aquella en la que ambos se cantan mutuamente la popular nana “Cinco lobitos tiene la loba”, y cómo esa canción infantil, cuando la enfermedad mental empieza a hacer estragos en la mujer, será como una clave quizá mnemotécnica para intentar recuperar mínimamente el feliz pasado en el que, sin tener nada, lo tenían todo: a sí mismos, desde luego, con la abuela con su cabeza en su sitio y el nieto sintiendo que, como le dice en un momento dado, “para mí, tú eres mi madre”.

Lástima, porque la historia es agradable, aun en su pena (Alzheimer, esa maldita palabra), y es cierto que el espectador saldrá de la sala triste pero esperanzado, con la sensación de haber pasado un buen/mal rato, porque al final todo cuadra y todo quedará como debe ser, dentro de los esquemas habituales del cine y de la vida (en este último caso tal cosa no suele pasar demasiado a menudo...).

Susi Sánchez, que es tan buena, es capaz incluso de sacar adelante este personaje que, en buena medida, no deja de estar hecho de retales de otros, pero ella tiene esa rara facultad de insuflar vida incluso a roles un poco de cartón piedra, como es el caso. Los chicos, Joel Gálvez y, sobre todo, el pequeño Mor Ngom, muy bien, frescos y naturales. Fernando Esteso hace odioso (como procedía) a su personaje, y Pepa Charro, (re)conocida en el mundo del humor como La Terremoto de Alcorcón, demuestra que su vena interpretativa es también notable.


(03-04-2023)


 


Dirigida por

Género

Nacionalidad

Duración

94'

Año de producción

Trailer

Loli Tormenta - by , Apr 04, 2023
2 / 5 stars
Cinco lobitos tiene la loba...