Pelicula:

CINE EN SALAS

Pilar Palomero se está convirtiendo, a la chita callando, en una de las nuevas voces más interesantes del cine español contemporáneo: con solo tres películas ya goza de gran predicamento. Sorprendió con la sutilísima, callada Las niñas (2020), una ópera prima que no lo parecía en absoluto, y que se llevó un buen número de premios (4 Goyas, incluido Mejor Película; Biznaga de Oro en Málaga; 3 premios del CEC; 1 Fotogramas de Plata, entre otros galardones); su segundo film, La Maternal (2022), sin embargo, no estando exento de interés, bajaba un peldaño sobre su anterior propuesta. Ahora, con Los destellos, Palomero se confirma como una de las más estimulantes nuevas presencias autorales de nuestro cine.

La acción se desarrolla en nuestro tiempo; no se indica en ningún momento donde estamos, pero el rodaje tuvo lugar en algunas localidades de la provincia de Tarragona, mayormente en el pueblo de Horta de Sant Joan (poco más de mil habitantes), al suroeste de la provincia tarraconense, colindante con la de Teruel. Conocemos a Isabel, una mujer como de cuarenta años, que recibe la visita de su hija, Madelen, en torno a los veintipocos, que está terminando su grado universitario en Valencia. Isabel vive con su nueva pareja, Nacho, profesor de música, y ambos se dedican a restaurar viejos inmuebles para convertirlos en casas rurales y alquilarlos. El exmarido de Isabel, Ramón, del que está separado hace quince años, se encuentra gravemente enfermo y vive solo en el pueblo; Madelen le pide a la madre que le dé algunas vueltas, para asegurarse de que está bien. Aunque reticente, Isabel accede, sobre todo para que su hija no pierda clases...

Llama la atención Los destellos por su formulación cinematográfica: busca Palomero una fusión entre el fondo y la forma (lo que, dicho sea de paso, es a lo que debería aspirar cualquier cineasta...) y, conforme a ello, nos presenta una película en la que no hay nunca una voz más alta que la otra; incluso las disensiones, como la que evidentemente existe entre Isabel y Ramón (y que probablemente debió suponer, tiempo atrás, uno de los motivos principales de su separación), están como en sordina, nunca se llegan a expresar en voz alta: solo el rostro de ella, siempre serio y circunspecto cuando tiene que atenderle en su soledad agónica, nos recuerda que la relación entre ambos no fue buena, aunque ahora parece haber entrado en ese tiempo en el que (también por la enfermedad terminal de él) todo tiende a apaciguarse, todo pierde la posible gravedad que tuvieran en su momento para reducirse a una temporal convivencia, a ratos perdidos, que mantienen ambos.

En cuanto al contenido, como decimos, este se acompasa a la forma, de tal manera que las relaciones entre los cuatro personajes centrales discurrirán en todo momento como si los cuatro fueran nórdicos: en ese sentido, maravilla que personajes celtibéricos, a los que se nos hinchan las venas del cuello con tanta facilidad, sean capaces de comportarse con este civismo, con esta actitud de gente culta y desprovista de odio.

Tiene Los destellos la sencillez del realismo que parece entomológico pero que en el fondo no lo es: porque aunque no hay quejas, ni gritos, ni llantos, la película nos llega (¡y cómo nos llega!) muy adentro con frecuencia, en esas miradas, en esos silencios, y especialmente en la casi postrera escena en la que, con los cuatro en casa de Ramón, Madelen, la hija, baila con su padre cuasi moribundo a los sones de la copla A tu vera, de Lola Flores, que nunca antes había sido a la vez, como aquí ocurre, un canto de muerte, pero también, ¡ay!, un canto de vida, una prodigiosa escena que, calladamente, nos encoge el corazón, nos nubla la vista.

Sensible, sutil, huye siempre del subrayado, porque lo suyo son los detalles, como esa pequeña foquita de piedra que Ramón encuentra en el campo y que, redescubierta en la casa por Isabel, cuando ya ha ocurrido lo que tenía que ocurrir, será quizá un punto de anclaje en el recuerdo de una persona que fue algo más, bastante más, que “alguien que conocía”, como dice la famosa canción de Gotye, Somebody that I used to know.

Palomero, con Los destellos, presenta sus credenciales, por supuesto, para los próximos Goyas, pero también, sin aspavientos ni alharacas, confirma que el cine español que más interesa de los años veinte del siglo XXI es mujer y joven, y es realista a todo trance, pero lejos de un inane realismo costumbrista: su realismo podría llamarse más apropiadamente un realismo sentimental, un realismo en el que las emociones forman parte inextricable de esa mirada casi naturalista sobre la vida; y es que no es una mirada de notario, sino una mirada cómplice, que busca la empatía antes que la mera, banal descripción.

Qué bien ensamblados están los elementos en la película, con esos cuatro personajes que, cada uno, reaccionará a su manera, también condicionados por su historia: Isabel, con esa renuencia inicial, pero sacrificando parte de su tiempo, de su vida, por mor de (y por amor a) su hija, pero a la vez comprendiendo hasta qué punto atender a un ser que fue querido es, también, una forma de quererse a sí misma, además de querer a su vástago, por supuesto; Madelen, que carece de las reticencias de su madre hacia su padre (cualesquiera sean estas, que nunca se especifican, y está bien que sea así), cuyo amor filial estará por encima de cualquier otra circunstancia; Ramón, en el último recodo del camino, cuando ya no quedan fuerzas para casi nada que no sea sobrevivir una hora más, un minuto más, un segundo más; y Nacho, la nueva pareja de Isabel, cuyos silencios, cuyo gesto serio, hacia adentro, nos hace ver que, aunque poco feliz de ese tiempo que está perdiendo de su vida en común con su mujer, comprende que ella necesita hacerlo para estar en paz consigo misma.

Muy hermosa película: triste, sí, pero también, en el fondo, alegre, luminosa, porque la muerte forma parte indisoluble de la vida, y sin ella la existencia humana carecería probablemente de valor. La muerte que parece ser también uno de los temas del cine español más reciente (recordemos Morir, de Fernando Franco, o el nuevo Almodóvar, La habitación de al lado), una muerte que no es la superficial de tantas películas, sino una muerte “de verdad”, aunque sea de ficción.

Qué gran trabajo, tan matizado, de los cuatro personajes centrales: Patricia López Arnaiz, eximia, confirmando que es una de las mejores actrices de su generación; Antonio de la Torre afronta el que quizá sea su papel más complicado hasta la fecha... y mira que los ha hecho difíciles... un hombre al borde de la muerte, permanentemente enganchado a una botella de oxígeno, con el jadeo constante de quien no le llega suficiente aire a los pulmones; la joven Marina Guerola, la hija, estupenda y entregada a la causa de cuidar amorosamente a su padre en su agonía; y Julián López, quizá el que más nos ha sorprendido, porque hasta ahora no habíamos visto a este habitual cómico en un papel dramático: y lo hace muy bien, con una sutileza y un saber estar encomiables.

La melancólica música de Vicente Ortiz Gimeno y la matizada y nada ostentosa fotografía de Daniela Cajías contribuyen apreciablemente al acierto de esta nueva gran película de Pilar Palomero: ojalá se lleve todos los premios del mundo, porque se los merece...

(07-10-2024)


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101'

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Los destellos - by , Oct 07, 2024
4 / 5 stars
Bastante más que "alguien que conocía"