“La objetividad, en cualquier sentido que se tome, es el milagro que obra el espíritu humano, y que, aunque de ella gocemos todos, el tomarla en vilo para dejarla en un lienzo o en una piedra, es siempre hazaña de gigantes” (Antonio Machado).
Marguerite Duras llama a su película Nathalie Granger film “en el acto”, porque no procede de ideas o libros anteriores ni arraiga más allá de la realidad que presenta. Sin embargo, se trata de una obra coherente no sólo con su propio universo, expresado literaria o cinematográficamente, sino con el resto de los componentes de la “escuela de la mirada”. El acercamiento a la película debe hacerse situándola en el contexto tardío del “nouveau roman”, puesto que algunos de sus autores –Robbe-Grillet, Duras-- han culminado su tarea narrativa sirviéndose de la cámara cinematográfica; ello era tan lógico como previsible puesto que las técnicas de este arte se dejaban ver en su primera obra literaria: uso de la ampliación y del ralentí así como de los llamados “primeros planos hiperbólicos”, expresión acuñada para definir las narraciones de Grillet o de Nathalie Sarraute. Las diferencias entre cinematografía y literatura se palían ante este uso común de recursos aunque, obviamente, su expresión venga resuelta por técnicas diferentes; los propios novelistas-realizadores han sido conscientes de cuánto puede purificarse un medio que pretenda valerse de lo que es propio de otro.
Nathalie Granger no es una historia subyugante porque ni siquiera es una historia; no se adapta a una lectura realista ni se deja clasificar con la terminología tradicional puesto que no usa sus procedimientos narrativos; prescinde del psicologismo y los momentos emotivos son tan escasos que solamente calan en el espectador cuando acaban en chiste –la pausada secuencia del vendedor de lavadoras—; resultan así ejemplo de la pasividad de los sujetos frente a algunas de las provocaciones diarias.
El film, de apariencia plomiza y aburrida, pretende captar la realidad con una sensibilidad inusual; si nada esperamos de su anécdota y los personajes no marcan precisiones, el espectador puede fijar la mirada en los “tropismos” que, según Sarraute, serían los movimientos minúsculos de la conciencia o de la subconciencia, de cuanto escapa a una observación hecha a mayor distancia, de cuanto puede situarse entre las réplicas dramáticas de un film al uso en el que no se admiten ni intersticios ni vacíos. Este universo femenino de mujeres y niñas se circunscribe e incluso se reduce frente a otro, material, en el que objetos y cosas adquieren importancia no por el sentido que el autor les otorga, sino por su pura presencia; no hay explicación sino “presentación”; todo es una realidad en sí misma que la obra presenta pero no testimonia. Es, por ejemplo, la “ceremonia” de quitar y limpiar la mesa, en la que temporalidad real y cinematográfica coinciden, o la presencia de las dependencias caseras, el estanque, el gato… a los que la cámara se acerca para “vitalizarlos”: es su esencialidad lo que importa, independientemente de su operatividad sobre el sujeto.
El fraude que suponga en el espectador será semejante al que le pueda proporcionar uno de los títulos de la “escuela de la mirada”, por lo que también en este punto el film se alinea con ellos; su perplejidad, ante un final narrativamente impredecible y sin usual desenlace, no debiera ocurrir puesto que la obra se inscribe dentro de una absoluta libertad compositiva.
La elección de dos intérpretes famosas –Jeanne Moreau y Lucía Bosé— nos parece perjudicial para la estructuración de la obra puesto que la personalidad de las actrices y su capacidad de fascinar desentonan frente a la pretensión de evitar la espectacularidad.
El cine es el mejor ejemplo de promiscuidad artística, por eso, ante un film que surge de entre modulaciones no exclusivamente cinematográficas, parecía oportuno enjuiciarlo desde perspectivas más amplias. Y es que, de acuerdo con el “nouveau roman”, la autenticidad de la película estaría más en su adecuación al mundo exterior que no en el resultado de su categoría estética.
(Este comentario crítico se publicó el 25 de enero de 1975 con ocasión de la proyección de esta película en el Cine club Vida de Sevilla).
Nathalie Granger -
by Rafael Utrera Macías,
Dec 22, 2012
4 /
5 stars
Pura mirada cinematográfica de una escritora
Uso de cookies
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.