CINE EN PLATAFORMAS
ESTRENO EN DIVERGENTE
José Ortuño (también conocido como José F. Ortuño; Sevilla, 1977) es lo más parecido al hombre renacentista que tenemos en Andalucía en lo tocante al cine. Con una sólida formación en el medio (RESAD de Madrid, Royal Court Theatre de Londres), desde finales del siglo pasado está en la profesión, desempeñándose en múltiples facetas dentro del audiovisual: guion (bien de corte documental: ¿Dónde está Marta?, El estado contra Pablo Ibar, Ignacio Sánchez Mejías: más allá del toreo; bien de ficción: Nato 0: el origen del mal, Mamacruz...); dirección (generalmente en comandita –aunque no siempre- con Laura Alvea: ora en el ámbito del documental, como en Fernando Torres: el último símbolo, o 548 días: Captada por una secta; ora en la ficción: The extraordinary tale, Ánimas); composición musical para cine (Treintañeros, La mirada de las musas...); incluso ha actuado como productor, aunque solo en algunos audiovisuales casi siempre dirigidos por él. A este polivalente “hombre-orquesta” (denominación que viene al pelo, máxime cuando, como hemos visto, también escribe música para películas) solo se le resiste la interpretación, y no sé si algún día dará el paso...
La nueva película de Ortuño como guionista y productor es esta muy peculiar Normas para una página de sucesos, peculiar por muchos motivos, comenzando por su metraje, 59 minutos, siendo por tanto lo que se suele considerar un “mediometraje”, un formato que, ciertamente, es difícil de comercializar, al menos en salas de cine. De hecho, la película se ha estrenado directamente en una plataforma de “streaming”, la nueva Divergente, cuya característica esencial es, precisamente, ofrecer en su catálogo solo audiovisuales no superiores a esos 59 minutos.
Otra de las curiosidades del film es que se centra en un personaje que, a lo largo del film, y dentro del habitual arco dramático del protagonista, pasa de ser un tipo normal, más bien tirando a mediocre, a ser un auténtico psicópata, un “psychokiller”. Estamos acostumbrados a ver majaras de este tipo en el cine, pero lo habitual es que ya vengan tarados de fábrica: ver la génesis de cómo su cabecita pasa de pensar como un tipo cualquiera, con sus prejuicios sociales firmemente implantados en su mente por la familia, por la sociedad, hasta llegar a fumarse un puro con sus escrúpulos y dejarlo todo de lado en pos de la notoriedad, de la fama (aunque sea con aquella cínica frase lapidaria: “que hablen de ti, aunque sea bien...”), no es demasiado habitual, y menos en el terreno del periodismo digital, que es donde se mueve el protagonista del film.
La historia, ambientada en Canarias (probablemente por las muy interesantes condiciones fiscales que el archipiélago ofrece a las producciones allí rodadas...), nos presenta a Leo Leiva, un periodista cuarentón que sestea en las páginas de un periódico digital insular, estando especializado en crónica negra, a lo que llegó un poco por casualidad. Vemos en las primeras imágenes que va a ser entrevistado por un estudiante universitario de último curso para su TFG, su Trabajo de Fin de Grado, imprescindible para acabar la carrera. Así nos enteramos (aunque obviamente camuflado para que no parezca lo que es...) que el reciente éxito como protagonista de Leiva comenzó al ser atracado por un pobre diablo al que, sin embargo, en el rifirrafe correspondiente, mata sin querer al caerse éste por una escalera; en la soledad de la noche, Leo da en sacar fotos del muerto, y ya entonces, llama a la Policía, informando que se lo ha encontrado ya así... Su crónica en el diario digital sobre este suceso tiene gran éxito, subiendo las visitas como la espuma, así que Leiva barrunta que el periodismo sensacionalista puede ser su camino hacia la gloria. Intenta prever dónde pueden ocurrir sucesos en los que él esté allí el primero, para sacar la exclusiva en su crónica digital, pero pronto se da cuenta de que eso es casi imposible, así que decide “fabricar” él mismo los sucesos, aunque para ello tenga que convertirse en un asesino...
La película está dividida en tres segmentos: Leo Leiva, Naira Acevedo y Lucas Muñoz. Cada uno de ellos estará protagonizado por esos personajes, aunque en el fondo los otros dos están supeditados a los manejos de Leo. Como hemos dicho, tiene varias peculiaridades especiales, como el hecho de que el prota, en su afán por encontrar nuevos casos de la crónica negra, pide consejo a un asistente IA (la ya famosa Inteligencia Artificial), quien le asesorará sobre cómo proceder a sus fechorías, eso sí, como si fuera material para un guion (que en eso, todavía –ojo al adverbio-, la IA tiene sus límites...). También es interesante la aparición de un personaje que, a la manera del Brad Renfro de Verano de corrupción, se convierte en el discípulo predilecto del prota, alguien que sigue devotamente sus pasos, en una línea narrativa que, ciertamente, podría tener más recorrido si el film no fuera un mediometraje. La línea argumental relativa al acoso de Leo hacia su ex, la Naira del segundo segmento, quizá sea menos atípica, pero también es interesante, porque nos permite comprobar la chaladura del prota, su total ida de olla, su deriva hacia la psicopatología criminal a la que le impele el anhelo de triunfar, de ser popular: los célebres 15 minutos de fama de Andy Warhol, convertidos en una adicción permanente, imposible de resistir.
La historia está contada en su mayor parte a través de flashbacks vistos desde el punto de vista de la entrevista que Lucas, el estudiante de último grado, le hace a Leo. Desde ahí iremos viendo su espiral de degradación, su progresivo envilecimiento cuando su mundo se limite absolutamente a preparar el nuevo crimen que le permitirá otra página sensacionalista en la que contará con pelos y señales el hallazgo de ese nuevo muerto de forma traumática, lo que supondrá un nuevo subidón en las estadísticas que será lo más parecido a un chute de coca o de heroína para el protagonista.
Con un rápido montaje, una buena puesta en escena, intrigante y original, la nueva película de Ortuño es, ciertamente, un producto muy estimable, un thriller que no desdeña hablar de cosas tales como la pérdida de valores, en el que lo importante no es el propio hecho del crimen, sino filmarlo para poder subir en las audiencias, llegando a la conclusión (una vez laminadas las barreras de los límites morales) de que lo mejor es fabricarlos para poder ejercer un control total sobre ellos. Crítica acerba sobre el periodismo sensacionalista, por elevación habla de la degradación ética de una sociedad que se solaza en los contenidos morbosos: aunque Ortuño no fije el tiro en ellos, es evidente que, indirectamente, hace un alegato contra esa gente (multitudinaria, a lo que se ve) que disfruta con historias como éstas, de gente asesinada, contada con todo lujo de detalles. La IA ya citada funcionará aquí como un peligroso coadyuvante en los desmanes del personaje principal, al facilitarle (con la coartada de la escritura de una ficción) los medios para que Leiva no tenga que dar cuenta de sus fechorías; y ese es otro de los interesantes temas del film, los crímenes perfectos en los que se elude la acción de la justicia gracias al consejo de un ente desalmado (literalmente: “sin alma”).
Con una muy estimable música de acompañamiento, siempre clásica y siempre muy popular, y una ingeniosa utilización de los medios digitales y cibernéticos en el discurrir de la trama, Normas para una página de sucesos nos parece una película brillantemente filmada, muy cinematográfica, con un original planteamiento y una dura crítica social sobre el amarillismo, el sensacionalismo que vende masivamente sus productos y puede llegar a hacer que gente sin escrúpulos ni moral actúen criminalmente para saciar ese apetito voraz e insaciable.
Un sugestivo epílogo en el que quizá, la Policía pueda por fin hacer la evidente cuenta de dos más dos que hasta entonces se les escapaba, cierra un film ciertamente sugestivo, que confirma el genuino talento cinematográfico de José Ortuño.
Los actores bien, en especial el protagonista, Raúl Prieto, sobre el que recae la mayor parte del peso del film, haciendo creíble su personaje, el pobre diablo que encontró su Santo Grial en retratar el crimen “en caliente”, sin importar otra cosa que no sea la curva ascendente que dispara las estadísticas de su página.
(16-01-2025)
59'