Pelicula:

De Santiago Mitre hemos visto recién (permítannos decirlo como lo hacen nuestros hermanos hispanoamericanos) su estupenda Argentina, 1985, el tremendo relato del proceso judicial que llevó a la cárcel a la cúpula militar de la dictadura que duró desde 1976 a 1983. Anteriormente la filmografía de Mitre abundaba en sobrios dramas, con frecuencia de corte político (El estudiante, La cordillera), pero también éticos o morales (Paulina). Por eso llama la atención su nueva película, hecha en una clave de comedia negra (nigérrima, mejor), con toques surrealistas y hasta fantásticos. Dicho lo cual diremos que nos parece que Mitre da lo mejor de sí mismo en sus anteriores y tan serios dramas que en esta difusa y más bien etérea (y cuestionable) comedia.

La acción transcurre en nuestro tiempo, en Francia. Lucie es una joven francesa emparejada con José, dibujante de cómics argentino; ella alumbra a su primer bebé, una niña, con un parto de lo más doloroso. Poco después José se queda sin trabajo, así que ella vuelve al mercado laboral y comienza a trabajar, a regañadientes de su pareja, renuente a quedarse en casa a cuidar de la bebé. Un día José pide una pala a un vecino snob, Jean-Claude, un plasta, un petimetre fan del jazz, que consigue exasperar al argentino, hasta que en un toma y daca con la dichosa pala, José lo asesina con ella... El hombre limpia las huellas del crimen y vuelve a casa. Esa noche Lucie vuelve exultante y salen de fiesta, lo pasan bomba y tienen sexo del bueno. Pero al día siguiente José se encuentra por la calle a Jean-Claude, tan saludable como antes...

Mitre y su habitual guionista, Mariano Llinás, han adaptado la novela de su compatriota Iosi Havilio, Pequeña flor, publicada en 2015 por Penguin Random House. El libro tuvo notable éxito, a su escala, y ha sido traducido a varios idiomas, entre ellos el francés, con el título Petite fleur (jamais ne meurt). En la película la historia se adapta a Francia, manteniendo por lo demás, básicamente, su estructura y contenido. Estamos entonces ante una especie de Día de la Marmota, en la que un personaje repite una y otra vez lo que ya le ha sucedido, aunque con las variantes que él mismo quiera, teniendo en cuenta que cada vez sabe ya lo que ha conocido en el anterior encuentro con su vecino, un poco a la manera en la que cómicamente lo hacía Bill Murray en la popular Atrapado en el tiempo (1993) o, más trágicamente, Tom Cruise en Al filo del mañana (2014). Se añade a esa trama principal una secundaria sobre los celos que germinan en José con respecto a Bruno, una especie de chamán, un tipo que se hace llamar psicólogo aunque en realidad es un fantoche con mucha labia y aún más jeta. Las dos líneas argumentales, la del Día de la Marmota criminal y la del caradura que, evidentemente, se quiere tirar a Lucie con sus monsergas, no tienen mayormente relación, ni se apoyan una a la otra, siendo como si fueran dos pelis distintas en un solo film.

No es el único error de guion de la cinta, sino que hay otros, como el personaje de la vecina cotilla, que parece va a tener una influencia importante en el devenir de los hechos pero se queda en mero canguro para que los tortolitos puedan salir y entrar sin mayor problema sin descuidar a su bebé.

La historia es muy marciana, buscando el humor negro en la reiteración del asesinato de Jean-Claude como el que hace calceta. En ese sentido, nos parece que hay un enorme agujero moral en la película: ¿no hay un grave problema ético en la misma? Es decir, parece que, como el hombre asesinado al día siguiente está vivito y coleando, pues no importa matarlo de nuevo cada jueves (porque, eso sí, los crímenes solo suceden los jueves...), como si eso fuera lo más normal del mundo. No importa el dolor infligido al asesinado, como si fuera un muñeco de plástico y no un ser de carne y hueso, en esta cruel variante del mito de Prometeo, en la que el muerto será de nuevo liquidado a mitad de cada semana, cada vez con una forma más alevosa y salvaje; como los asesinatos quedan siempre impunes, ¿es esa impunidad la que hace que el protagonista, y después también su mujer, reincidan “ad infinitum” en ella, sin ningún cargo de conciencia? ¿De verdad es tan fácil matar a un semejante, aunque se sepa que al día siguiente éste estará tan pimpante? A lo mejor efectivamente ha llegado el momento de apretar el botoncito nuclear y que, con suerte, otra especie nos sustituya (seguro que nos mejora: empeorarnos sería prácticamente imposible...). Como hemos dicho otras veces: ¡cuánto daño ha hecho Breaking bad! La banalización del hecho de asesinar, sin siquiera un motivo que pudiera no ya justificarlo sino, al menos, entenderlo, no es precisamente tampoco lo mejor del film.

Por lo demás, formalmente la película de Mitre es irreprochable, con excelente factura técnica, primorosa puesta en escena y magnífica fotografía y música, incluyendo la hermosa pieza Petite fleur, original del músico afroamericano de jazz Sidney Bechet, una preciosidad que, sin embargo, para los restos enlazaremos con la horrísona colección de formas de asesinar a su vecino por parte del protagonista. La vinculación de esos asesinatos encadenados al posterior disfrute, al placer, al desfase (como dice la gente joven), no deja de ser otra execrable conclusión, como si la adrenalina de pasaportar a un semejante al otro mundo, de la forma más brutal posible, fuera lo que produjera en los protagonistas ese desenfreno, esas ganas de pasárselo bien a todo trance. Eros y Thanatos, entonces, todo un clásico del cine y de la literatura, pero presentado aquí con los ropajes de la inanidad: el asesinato tiene aquí el mismo nivel de poner la mesa o echar una carta al buzón de Correos (sí, esto es una antigualla, pero vale como ejemplo), un acto mecánico carente de emoción: ¿y eso le provoca, primero al protagonista y después a la pareja, un irrefrenable deseo de gozar a todo trance?

Hay, desde luego, detalles curiosos y ajenos a esta (a nuestro parecer) execrable moral que destila insidiosamente la peli, como si matar a un ser humano como el que se sacude las migas del chaleco fuera lo más normal del mundo, como si hacerlo no supusiera ningún problema de conciencia (¿dónde quedó el Raskolnikov de Crimen y castigo?). Uno de esos detalles curiosos sería, por ejemplo, que el asesinado todos los jueves se convirtiera para el asesino (antes de que lo pasaporte semanalmente al otro mundo, se entiende) en su asesor para intentar que el jeta Bruno no le “levante” (por decirlo con un verbo bárbaro, vulgar y sin duda machista utilizado antaño) la mujer; también es peculiar que la historia esté narrada en off por el bárbaramente asesinado una y otra vez, recordando casos similares en la Historia del Cine, quizá como el personaje que hacía William Holden en El crepúsculo de los dioses (1950).También es interesante la ardiente defensa de la rutina como lo más parecido a la felicidad del ser humano, esa rutina que el cine nos ha enseñado a rechazar en beneficio de la improvisación, pero que en boca de los personajes del film gana en virtudes, golea a la imprevisibilidad: un mecanismo que se repite constantemente, esa es su gracia, el remedio para la dicha.

Estamos entonces, a nuestro entender, ante un cuento más bien surrealista, un (supuesto) divertimento con toques de absurdo, de comedia negra, nigérrima, también una comedia a su manera romántica, aunque insuficiente, y, desde luego, moralmente muy cuestionable.

Al actor protagonista, el uruguayo Daniel Hendler, lo vemos muy hierático, poco expresivo, quizá porque su personaje es un marciano sin antenas (valga la metáfora...). Mejor vemos a su partenaire, la actriz franco-hindú Vimala Pons, más creíble y ajustada al papel. Melvil Poupaud, de larga y fecunda trayectoria, habitualmente en papeles protagonistas, apecha aquí con el personaje del múltiplemente asesinado, en un rol más bien pasado de rosca; aunque, para pasado de rosca, Sergi López en su papel de caradura que se gana la vida (también la sexual) con su piquito de oro y su poderosa capacidad persuasiva.

(10-12-2022)


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98'

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Pequeña flor - by , Dec 10, 2022
2 / 5 stars
Si hoy es jueves, toca asesinato