Pelicula:

Estreno en Netflix.

Guillermo del Toro (Guadalajara, México, 1964) se ha convertido ya hace tiempo en un peso pesado (y no, no es un chiste por su evidente sobrepeso) de Hollywood. Desde su ya lejano y tan estimulante debut en el largo de ficción con Cronos (1992), hace ya treinta años, Guillermo ha sabido hacerse un hueco en el siempre complicado mundo del cine norteamericano, alternando, con buen criterio, los films de claro corte comercial (pero a los que siempre les insufla su peculiar impronta), como Mimic (1997), Hellboy (2004) y Pacific Rim (2013), con otros proyectos más personales, en esos casos casi siempre fuera del marco jolivudense, como El espinazo del diablo (2001) y El laberinto del fauno (2006), por cierto ambos rodados en España. Los cuatro Oscars conseguidos por La forma del agua (2017), entre ellos los de Mejor Película y Mejor Dirección, terminaron de encumbrarlo como uno de los hombres más poderosos de la industria audiovisual yanqui, sin por ello perder sus raíces mexicanas.

Ahora Del Toro nos propone una historia que venía acariciando desde hace ya bastantes años; su primer interés por hacer una versión sobre el clásico Las aventuras de Pinocho, de Carlo Collodi, data de la primera década del siglo XXI. Diversas vicisitudes, pero también el hecho de haberse convertido en un influyente productor y director dentro del cinematógrafo USA, le han permitido, por fin, afrontar este reto, el de hacer un Pinocho a la manera del siglo XXI, en clave musical y de animación.

La historia que se nos cuenta en este Pinocho de Guillermo del Toro (una prueba más del tirón que tiene hoy por hoy el guadalajareño, incluyendo su nombre en el título como reclamo comercial) lo cierto es que se distancia bastante del original que publicó Carlo Collodi en forma de historieta en el periódico infantil Giornali per un bambini entre 1881 y 1883, con el título de Storia de un burattino, después publicado ya como libro con el título de Le avventure de Pinocchio y convertido desde entonces en un clásico de la literatura infantil. Por supuesto, la popularísima adaptación que Disney realizó en los años cuarenta, con el título Pinocho (1940), se convirtió en la versión canónica del cuento collodiano, aunque lo cierto es que se apartaba bastante de éste.

Del Toro también se distancia, incluso aún más, tanto de la versión de Collodi como de la de Disney, presentando una visión muy política, ambientando la historia no en los años treinta del siglo XIX, cuando lo hizo el escritor italiano, en su propia época, sino un siglo más tarde, en esa misma década pero del siglo XX, en pleno fascismo italiano, para hacer una acre denuncia del ignominioso sistema dictatorial creado por Mussolini.

En esta versión Pinocho vendrá a ser el sustituto del hijo real que supuestamente tuvo Gepetto, Carlo (nombre que parece un homenaje al autor de la historia, Carlo Collodi), muerto precisamente en un bombardeo producido durante la Gran Guerra, en lo que era una idílica familia compuesta por el padre, el humilde artesano de la madera, y el amado hijo, la luz de los ojos del viejo carpintero. A partir de ahí, Gepetto entra en una espiral de desolación y deterioro, hasta que un día, entre los efluvios del alcohol al que se ha entregado para intentar mitigar su inmenso dolor, tala el pino que había plantado su difunto hijo y con él construye un muñeco que, por intercesión de lo que parece una entidad feérica, cobra vida, convirtiéndose en una especie de sucedáneo del hijo verdadero...

La historia, como decimos, tiene un marcado componente político: Del Toro no se para en barras a la hora de criticar un sistema, el fascista, que considera aberrante, no solo por su obsesión por eliminar cualesquiera otras formas de ver la vida (una ideología no es sino eso, la manera en la que cada uno cree que debería organizarse el mundo), sino por intentar imponer “manu militari” sus muy cuestionables métodos, su concepto unidimensional del ser humano, y en concreto del varón, concebido exclusivamente como fuerte, valiente, depredador, alguien carente de sentimientos que pudieran hacerlo débil. Tampoco se queda corto Del Toro en la forma de pintar al propio Mussolini, un tipo engreído, fatuo, de escasa estatura aunque pronto a erguirse para parecer más alto, un tipo ridículo sin embargo con un poder omnímodo.

A la par que esta mirada en clave política, discurre también la emotiva historia del carpintero que perdió a su hijo, lo más preciado de su existencia, y cómo la irrupción de Pinocho, el muñeco de madera que cobró vida, supondrá para el viejo lo más parecido a una segunda oportunidad, la posibilidad de reencontrar, contra toda esperanza, el amor paternofilial. Algunos personajes secundarios, como Sebastian J. Grillo, en España popularmente conocido como Pepito Grillo (personaje que se cita en la vida cotidiana cuando se quiere hablar de la voz de la conciencia), tienen también su importancia en esta reflexión sobre el amor familiar y cómo este, y en realidad cualquier tipo de amor, cobra su verdadera dimensión en el marco de la fugacidad de las vidas de quienes lo experimentan. La tesis de Guillermo sería entonces que la vida merece ser vivida por los afectos que se tengan durante ese efímero período, y que esa fugacidad le confiere su auténtico valor real a los amores vividos. En la misma línea en cuanto a los sentimientos, nos parece evidente su apuesta por la relación amorosa paternofilial al margen de la sangre, incluso (en este caso) de la carne.

Lejos del habitual edulcoramiento infantil, Del Toro nos ofrece un epílogo en el que iremos viendo cómo van desapareciendo, poco a poco, con naturalidad, los personajes, una vez que lleguen el final de sus respectivos ciclos vitales, alejándose del tabú que para los cuentos infantiles representa, en general, la muerte.

Resulta curioso que el personaje de Pinocho esté pintado como si fuera un compendio de la ingenuidad infantil, el paradigma de la candidez, quizá una especie de “Buen salvaje” de Rousseau. No es la única aparición de guiños o referencias cultistas; así, las dos presencias feéricas que aparecen, el hada benéfica que le otorga la vida a Pinocho, pero también la que mora en esa especie de Hades habitado por conejos como los de Alicia en el país de las maravillas, tienen ambas un aspecto como de esfinge, que por supuesto remite a la mitología griega e incluso a la del Antiguo Egipto.

Formalmente, la película llama la atención por la notable calidad del movimiento de las figuras, con marionetas animadas mediante el viejo sistema del “stop motion” o paso de manivela, aunque obviamente mejorado “ad infinitum” con las nuevas técnicas digitales, consiguiéndose una rara fisicidad, con una llamativa sensación de volumen. Las figuras tienen un corte antropomórfico, con un toque un tanto extraño, sin buscar el realismo. En el caso de Pinocho, se trata de un muñeco premeditadamente hecho de forma imperfecta, alejándose de la iconografía habitual que popularizó Disney, pero también otros dibujantes: este es deliberadamente más primitivo, menos perfilado, como un muñeco en basto. En la parte técnica está claro que el experto ha sido el codirector Mark Gustafson, que es quien aporta el conocimiento en la animación.

En la versión original en inglés se ha contado con las voces de actores y actrices de primera línea, como Ewan McGregor, Cate Blanchett, Tilda Swinton, John Turturro y Christoph Waltz, entre otros.

Film con un tratamiento un tanto oscuro, estamos ante una versión poco infantil del clásico, más adulta, una película mayor que se constituye en una muy interesante, pero también heterodoxa lectura sobre una historia inmortal que, como todas las que realmente lo son, admiten siempre generosamente nuevas versiones que las enriquecen y las perpetúan.  

(14-12-2022)


Interpretada por

Género

Nacionalidad

Duración

117'

Año de producción

Trailer

Pinocho de Guillermo del Toro - by , Dec 14, 2022
4 / 5 stars
Menos infantil, más oscura, más adulta