Parece que el cine occidental empieza a mirar hacia Oriente con algo más que la intención de colocarles cuantos productos salgan de Hollywood o los estudios ingleses. El estreno de “Push”, totalmente ambientado en Hong Kong, aunque los actores son mayoritariamente occidentales, o más claramente esta “Slumdog millionaire”, que no sólo se ha rodado y ambientado totalmente en Bombay, sino que todos los actores son hindúes, confirma esta nueva tendencia del cine occidental de acercarse a nuestros vecinos de Extremo Oriente con intenciones no necesariamente mercantilistas; claro que, pensándolo bien, el mercado chino-indio supone la friolera de dos mil cuatrocientos millones de almas, a los que seguramente les gustará ver en pantalla ojos rasgados o pieles agraciadamente aceitunadas, por aquello de la identificación del espectador: o sea, que a lo mejor no es una postura tan filantrópica…
Danny Boyle, que saltó a la fama en los años noventa con la impactante “Trainspotting”, consigue con esta su mejor película, en la que la combinación de drama, denuncia, thriller y romanticismo alcanza una rara perfección. La historia de este “perro de chabola” al que alude el título es realmente patética: miembro de la minoritaria comunidad musulmana en la India, el fanatismo religioso rival le dejó huérfano cuando niño, y a partir de ahí la vida en el arroyo fue su lugar en el mundo. Entonces, que con esos mimbres de universidad de la calle, con cero formación pero con también con una honestidad a carta cabal y un corazón fatalmente enamorado, este joven sea capaz de llegar hasta la penúltima pregunta de la versión hindú de “¿Quiere ser millonario?” resulta imposible de creer para las cuadriculadas mentes de la Policía.
Que un perro callejero esté en disposición de embolsarse una fortuna no puede ser más que resultado de una artimaña, según los rapaces funcionarios a los que los derechos humanos les suena (si es que les suena de algo) a novela de Dickens; que, además, se plante a las puertas de conseguir el mayor premio del popularísimo concurso, sin pretender realmente ganarlo, es casi una ofensa. Por eso no cejarán en torturarle para que “cante” cómo ha sido la trampa, cuál la taimada estrategia de pillastre redomado que le ha llevado a acertar, una tras otra, esas preguntas que los más sesudos eruditos, lo más rutilantes universitarios, no conocen.
Pero es que, ¡ay!, el amor, un amor improbable, sin esperanza, es la respuesta. Seguramente en estos tiempos descreídos suene a historia de Heidi, o de Sissi, pero no hay tal: “Slumdog millionaire” no ahorra dureza, la dureza de las calles de los barrios marginales de Bombay, ésa que se ha impreso como un sello de horror en el rostro que parece resignado del adolescente que sabe que jamás será nada en la vida, que bastante tiene con servir el té a una panda de mediocres; pero… Pero el milagro será posible, aunque para ello tengan que darse todas las concatenaciones de azares del mundo.
Es cierto que la parte más débil de esta historia es, precisamente, esas sucesivas carambolas que hacen que el perro de la chabola sepa, contra todo pronóstico, cuestiones que otros mucho mejor formados desconocen. Pero el cine es el arte de mentir con verosimilitud, como tengo escrito, y Boyle es un artista en eso, al menos a veces (estoy pensando en “Trainspotting” y “Sunshine”, las que hasta ahora eran sus mejores películas). Así las cosas, esta compleja historia de amor, desolación y redención resulta estimulante, recordándonos, quizá contra toda esperanza, que aún hay lugar para asuntos que no tengan que ver con el dinero, o con la codicia, o con la ambición, o con la envidia, o con la vanidad; que hay lugar para asuntos que saben sólo del corazón.
Cuando escribo estas líneas aún no se sabe cuáles serán los Oscars de este año. Me extrañaría que esta película, sin actores conocidos, ambientada en un paisaje tan alejado del oropel yanqui, con una historia que no magnifica la zancadilla como una de las bellas artes para conseguir objetivos, obtuviera los de mayor peso, el de Mejor Película y Mejor Director; el hecho de que ninguno de los estupendos (pero desconocidos para el público norteamericano) actores del filme, esté siquiera nominado, ya da idea de hasta qué punto la Academia desprecia a quien no tiene un nombre de relumbrón. Da igual: sabemos hace tanto tiempo que esta vetusta Academia yerra por sistema, y que sólo alguna vez (“Sin perdón”, por ejemplo) acierta plenamente.
Así que, da igual si la dorada estatuilla del falaz tío Oscar reposa, o no, en los brazos de Danny Boyle: la calidad del filme está ahí, y un molondroco con forma de caprichoso consolador no la va a hacer mejor de lo que ya es.
Slumdog millionaire -
by Enrique Colmena,
Feb 21, 2009
4 /
5 stars
Hawai, Bombay/ es un paraíso...
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