Aún sin estrenar Cuando estalló la paz (título definitivo: Los que no fuimos a la guerra), Diamante, con la colaboración en el guión de su esposa Elena Sáez, acomete una película estructurada en episodios; será producida por Época Films, empresa creada por, entre otros, Eduardo Ducay, cuyo empeño inicial sería ofrecer un cine de calidad (Los chicos, de Ferreri. 1959) y ampliar sus proyectos en el extranjero mediante el sistema de coproducciones (Tristana, de Buñuel. 1969). La película Tiempo de amor, filmada en 1964, entraba en el primer bloque (aunque a su alrededor tuvieran que producirse otras de menor fuste y mayor comercialidad) y sería distribuida por la poderosa Metro-Goldwyn-Mayer Ibérica.
Tanto su presentación en el Festival de Valladolid como su estreno en la Gran Vía madrileña constituyeron un éxito de crítica y público además de conseguir diversos premios. Por el contrario, las dos revistas especializadas de mayor alcance, editadas en la capital de España, “Film Ideal” (nº 154) y “Nuestro Cine” (nº 34), fueron menos generosas a la hora de recepcionar el film, aunque siempre desde la exigencia obligada para con un tipo de cine con hechuras muy por encima de la media habitual.
El guión de Diamante/Sáez se organizaba en tres episodios, independientes en su respectiva argumentación y anecdotario, aunque unidos en su estructura interna por diversos elementos que, atendiendo a títulos precedentes del autor, constituían motivo de su preocupación o de sus intereses socioculturales. El rótulo sobreimpresionado a la imagen primera de cada bloque, “el atardecer”, “la noche”, “la mañana”, metaforiza y condensa el sentido pretendido en cada historia.
El amor, ese término tan manido y, al tiempo, tan complejo e inabarcable, se explicita en cada bloque mediante historias que responderían, respectivamente, a “eterno noviazgo”, “ligue ocasional”, “crisis matrimonial”. Las relaciones de pareja se establecen mediante los personajes de Elvira (Julia Gutiérrez Caba) y Alfonso (Agustín González), María (Enriqueta Carballeira) y Servando (Julián Mateos), Pilar (Lina Canalejas) y José (Carlos Estrada) mediatizadas todas ellas por un contexto social, familiar y religioso agobiante, complejo, determinante.
En el primer sketch, el casamiento del empleado de banco con la mecanógrafa está condicionado por la conquista de la oposición oficial que lo convertirá en funcionario para siempre. Sobre este asunto pivota una relación sentimental apoyada en lo rutinario y en la exclusión de la sexualidad hasta que la Iglesia los haya bendecido. La pérdida de la virginidad como factor anticipado a lo que marca la regla social será una prueba insuperable que marcará, en semejante relación, un antes y un después; la entrega de la mujer, rompiendo los tabúes de su educación sentimental, parece incapaz de ser reconocida por el hombre quien, desde este momento, mira para otro lado, buscando cualquier elemento femenino ajeno a los de su compañera. A los jóvenes espectadores de este ciclo, les puede resultar incomprensible la situación; quienes la vivieron, aunque fuera desde lejos, pueden dar fe de que tal historia no responde sólo a la ficción.
El ligue ocasional que Servando, en el segundo episodio, quiere procurarse tentando la voluntad de la joven empleada es un duelo a espadas entre alguna modalidad del donjuanismo (cuyas armas de seducción son el piso convertido en picadero o el amplio y moderno automóvil) y una variante femenina del romántico “ángel de luz” (representado por la ingenua muchacha de humilde extracción social que no está preparada ni dispuesta a regalar su sexualidad). La educación familiar apoyada, entre otras cosas, en la llegada nocturna a la casa paterna antes de que den las diez, consigue que el ligue del dadivoso señorito no consiga su último objetivo. El sexo, con alevosía y nocturnidad, requiere, en este caso al menos, un poquito de amor. La interpretación de Enriqueta Carballeira como María, la dependienta de los grandes almacenes Simeón, es digna de una selectiva antología de nuestro cine.
El tercer sketch se localiza en el madrileño barrio de Entrevías, lugar donde ejerce su profesión José, un comprometido médico cuya preocupación es la asistencia generosa a la gente humilde más allá del cobro de sus emolumentos. Es padre de tres hijos; su esposa Pilar, titulada universitaria aunque sin ejercicio, reprocha al marido su altruismo por cuanto perjudica la economía familiar. La consiguiente crisis deviene en distanciamiento amoroso y, puntualmente, en violencia machista lo que pone al matrimonio en el umbral de una inminente separación. La reconsideración de los hechos por parte de la mujer acabará en final feliz.
Aunque Diamante tuvo como ejemplo real a un médico con actitudes profesionales semejantes, en nuestra opinión, es este el episodio más artificialmente construido. Los giros argumentales que organizan los comportamientos de la mujer parecen forzados en sus causas y un tanto gratuitos en sus consecuencias: el encuentro casual con la compañera de estudios motiva situaciones posteriores pero la falta de precisiones para el espectador dificulta una recepción más convincente; del mismo modo, el cambio sentimental de la mujer, víctima de una bofetada (física y moral), no parece suficientemente desarrollado para darle tiempo a olvidar el disgusto y tomar conciencia de la situación.
Esta película fue la seleccionada por la “Antología Crítica del Cine Español 1906-1995” (Julio Pérez Perucha, Editor) como la más representativa de la filmografía de Julio Diamante.
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