Pelicula:

Muerta o prácticamente inactiva por razones de edad la vieja guardia de los cineastas chilenos (Patricio Guzmán, Aldo Francia, Miguel Littin, el “francés” Raúl Ruiz, Valeria Sarmiento...), hay ya una nueva generación de directores del país andino, nacidos en la década de los setenta o de los ochenta, que presenta una nueva y fresca imagen, independiente, libre y actual, de Chile: hablamos, entre otros, de cineastas como Sebastián Lelio, Matías Bize, Maite Alberdi, Fernando Guzzoni, Pepa San Martín y, sobre todos ellos, Pablo Larraín (Santiago de Chile, 1976). Formado en la prestigiosa universidad chilena UNIACC, y sin haber llegado cuando se escriben estas líneas al medio siglo, Larraín tiene ya una sólida carrera como realizador cinematográfico, además de cómo guionista y productor, en este último campo no solo de sus propias películas, sino también produciendo las de otros colegas.

Como director sus films se cuentan como acontecimientos; con independencia de que después tengan mayor o menor interés, todos son recibidos con expectación, porque Larraín cuenta siempre historias intensas, y lo hace generalmente con fuerza y originalidad. Otra de sus características es el eclecticismo, cambiando constantemente de tema e incluso de nacionalidad o sociedad en la que incardina sus historias; así, hace cine en su Chile natal, como decimos cambiando constantemente de temática (la lucha contra el pinochetismo intentando derrotar el referendo montado por el régimen en No; la pederastia arrumbada por la Iglesia donde no moleste demasiado en El club; un biopic distinto y especial sobre el poeta chileno por antonomasia en Neruda; la maternidad sobrevenida, de ida y vuelta, en Ema), pero también en el cine angloparlante, habiendo rodado sendos biopics de dos de los personajes femeninos más subyugantes de la Historia del siglo XX, Jacqueline Kennedy, en Jackie, y Lady Di, en Spencer, e incluso se ha permitido grabar una miniserie del género de terror sobre una novela del muy norteamericano Stephen King, La historia de Lisey.

Este Tony Manero fue su segundo largometraje como director, tras Fuga (2006), cuando todavía era un desconocido fuera de Chile, y en él ya se apreciaba un talento poliédrico y con tendencia a contar historias esquinadas, distintas. La película  se ambienta en Chile, en 1978, en plena dictadura de Pinochet, que había dado un golpe de estado el 11 de septiembre de 1973, deponiendo (y asesinando...) al presidente constitucional Salvador Allende. En ese contexto, cinco años después del golpe, pero con una represión institucional que no cesa, conocemos a Raúl Peralta, de 52 años, fascinado por el personaje de Tony Manero que interpretaba en esa época John Travolta en la película Fiebre del sábado noche (1977), cuyos diálogos se sabe de memoria, fiel imitador de su estilo y de sus coreografías. Se conoce todo del personaje, e incluso se hace llamar Tony Manero también por sus amigos; el tipo, quizá con un tornillo flojo, malvive mientras espera dar la campanada en un programa televisivo que sepa reconocer su extraordinaria capacidad para imitar al ídolo. Entre tanto, hace las veces de director (y dominador...) en una academia de mala muerte de bailarines y bailarinas en un pequeño teatrito de Santiago, donde es a la vez jefe incuestionable y objeto de cierta rechifla...  

Larráin ya apuntaba en este su segundo largo una de sus características, la narración espartana, seca, sin subrayados, solo las imágenes, más que suficientes para contar su historia, una historia seca, sin concesiones, que retrata un tiempo oscuro y gris, donde se sobrevivía mas que se vivía, en una película ambientada en barrios populares, pobres, donde la lacra de la dictadura, por supuesto, fue mucho más dolorosa. Jugando el director con la propia idiosincrasia caótica de su protagonista, utiliza una narración un tanto errática, buscando la propia cualidad de errabundo existencial del protagonista, un psicópata, un asocial, alguien al que tal vez la enfermiza obsesión por Manero lo ha desquiciado, o quizá ya venía así de fábrica.

Porque el retrato que nos presenta Larraín del protagonista, este obseso por el personaje de Tony Manero (no hablamos entonces de una obsesión por el actor que lo encarnaba, John Travolta: cuando ve Grease, no le interesa nada...) es, también, el retrato de una sociedad a la que la dictadura abocó a una situación delirante, con ese miedo atroz que solo los que han vivido en un régimen totalitario saben se siente cuando la Policía llama a tu puerta, una sociedad errática en la que había elementos como el prota, desquiciado y desequilibrado por una obsesión idiotizante, pero en la que otros se preocupaban por intentar luchar contra el poder represor, con grave peligro para su integridad física y su vida. También en la película, tangencialmente, veremos algunos de estos héroes anónimos que se lo jugaron todo por buscar espacios de libertad en una sociedad asfixiada.

Podría interpretarse la actitud del protagonista entonces como una alienación, como una forma de responder ante una situación que le supera, aunque algunos de sus actos (el alevoso asesinato de una viejecita, el no menos criminal de un proyeccionista...) parecen hablar más de una mente asesina, de un psicópata, que de la víctima de un aberrante sistema político.

Con algunas escenas de una extremosidad poco vista en cine comercial (una felación explícita, una defecación con todos sus avíos), Tony Manero reafirma su vocación de película incómoda, en la que el chileno, pero también el espectador extranjero, pueda sentirse concernido por una muy bien conseguida atmosfera turbia, extraña, quizá de lo mejor de este relato raro donde los haya, una historia a ratos desconcertante, sin muchas agarraderas para el espectador.

Gran trabajo del siempre sobresaliente Alfredo Castro, que destaca en este tipo de personajes excesivos, que él sabe tratar como nadie, dándole a cada uno su particular impronta.

La película tuvo un notable éxito en festivales de todo el mundo, consiguiendo premios, entre otros, en los de Estambul, Rotterdam, Buenos Aires y La Habana.

(05-09-2023)


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97'

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Tony Manero - by , Sep 05, 2023
3 / 5 stars
Una obsesión idiotizante y criminal