Para quienes creen que el talento en cine ha desaparecido o está en vías de hacerlo, sería recomendable que vieran películas como esta, en la que un director con apenas 28 años ha hecho una obra mayor que nadie diría es posible ser concebida con tan escasa edad. Kantemir Balagov es un director y guionista ruso, nacido el mismo año de la desmembración de la URSS, en una de las repúblicas de la Federación Rusa. Aunque empezó a estudiar Económicas, pronto se dio cuenta de que lo que realmente le gustaba era el cine, y, de la mano de Aleksandr Sokurov, el prestigioso autor de films como Aleksandra (2007), que sería su mentor, rodó con apenas 23 años su primer corto. Pocos años después hizo su primer largo, y el segundo, Demasiado cerca (2017), sería premiado en Cannes, además de en otros muchos festivales (Haifa, Montreal, Lisboa...), lo que le puso en el mapa de las promesas del cine.
Su nuevo largometraje, esta de título internacional Beanpole, que en España se ha titulado Una gran mujer (buscando un tanto pedestremente su doble sentido físico y humano), confirma el talento de este jovencísimo cineasta. La historia se plantea en Leningrado, un año después de acabar la guerra, que para la ciudad finalizó en 1944, cuando Hitler tuvo que levantar forzosamente el asedio al cambiar inexorablemente el sino de la Segunda Guerra Mundial. En ese contexto conoceremos a Iya, una chica de altura inusual, por lo que todos la llaman “larguirucha”, que trabaja como enfermera en un hospital de la ciudad. La chica sufre del llamado “síndrome del estrés postraumático”, causado por su presencia en la guerra, de la que tuvo que volver al enfermar; como consecuencia de ese mal, de vez en cuando entra en trance, quedándose totalmente paralizada y con la consciencia perdida. Tiene a su cargo a Pascha, el pequeño hijo de su amiga Masha, que sigue en la guerra “vengando a su marido”, muerto en el campo de batalla. Pero el mal de Iya provocará, involuntariamente, una gran tragedia...
Tiene Una gran mujer empaque de drama nórdico, casi sueco. De hecho, no sería ocioso, ni siquiera blasfemo, citar a Bergman como referente en esta historia esquinada, la de dos mujeres emocionalmente heridas de muy diversa forma, una aterrorizada por lo que ha visto, otra destrozada por la pérdida de la prole. Ambas se enfrentarán al futuro de manera también distinta, aunque en el fondo no tanto. Con escenas durísimas, como la de Iya sobre el pequeño Pascha mientras entra en trance, o como la de la enfermera dando de fumar en la boca a un moribundo, o el acre, crudelísimo diálogo entre la que aspira a ser nuera y la renuente a ser suegra, la película golpea con dureza al espectador, en una historia que nunca deja indiferente, recorrida además por temas graves, actuales, también de siempre: la eutanasia de los que no pueden ni quieren vivir, la gestación subrogada como clavo ardiendo, la proyección a través de la descendencia de un mínimo atisbo de esperanza, entre otros asuntos, están en esta notabilísima Una gran mujer, una película literalmente muy femenina, aunque esté escrita y dirigida por un varón; porque los sentimientos reflejados, desde el dolor por la muerte del hijo que se ha parido, al deseo a todo trance de ser madre (de forma natural o por persona interpuesta), pasando por el infinito asco por la utilización por parte de otros de su cuerpo como mero objeto sexual, evidentemente, son mejor entendidos por las féminas que por los varones. Estos tienen en la película un papel subsidiario, casi testimonial: el doctor, que quizá es el de perfil más remarcable, finalmente quedará reducido al papel de mero inseminador; no digamos entonces el personaje del novio de Masha, un niño de papá incapaz de oponerse a los designios maternos; por cierto, con un sorprendente parecido a un Vladimir Putin con 40 años menos...
Film de temática femenina, por ello obviamente de temática universal, Una gran mujer es un aldabonazo en la conciencia ciudadana, la historia de dos mujeres arrasadas por sus respectivas tragedias, que habrán de intentar ahormar entre ambas algo parecido a un futuro. Balagov se confirma como un cineasta más que prometedor, un “enfant terrible” que esperamos pueda dar mucho de sí. El film, entendemos que muy justamente, obtuvo el Premio a la Mejor Dirección en la prestigiosa sección “Un certain regard” de Cannes, además de otros galardones.
Ciertamente la película no sería la misma sin la sensible composición de sus dos actrices protagonistas, Vasilisa Perelygina, que interpreta a la madre huérfana de hijo que pretende a toda costa volver a ser progenitora, en un personaje ciertamente difícil de olvidar, pero sobre todo Viktoria Miroshnichenko, que hace de su rol de la chica con estrés postraumático toda una creación. Y eso que es su primer papel en cine; posiblemente limitada en su carrera por su considerable altura para ser mujer (182 centímetros), Viktoria tiene sin embargo una inusitada capacidad para sufrir en pantalla, y para transmitirnos ese sufrimiento: chapó para esta larguirucha...
(27-12-2019)
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