Serie: Hollywood

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Ryan Murphy (Indianápolis, 1965) es un guionista, productor y director de cine y televisión que lleva en el mundo del audiovisual desde principios de este siglo XXI. Ha obtenido varios éxitos notables, sobre todo como guionista y creador de series, con títulos emblemáticos de las últimas dos décadas como Glee y American Horror Story. Militantemente gay, varias de las series o películas que ha producido o guionizado inciden en esta temática  (Pose, Halston, la nueva versión de Los chicos de la banda, The normal heart...), ya sea de forma central o tangencial.

También esta miniserie de 7 capítulos, Hollywood, comparte esta temática, si bien no es el asunto central pero sí resulta relevante en la trama. La historia se ambienta en el Hollywood clásico, tras la Segunda Guerra Mundial, en ese momento en el que la euforia por haber ganado tan dura conflagración bélica no se había batido todavía en retirada ante la posterior y arrolladora irrupción de una pujante juventud que reclamaba cambios drásticos, que se irían reflejando fundamentalmente en diversas muestras artísticas: cine (James Dean), música (Elvis)... En ese momento mágico en el que el país estaba contentísimo de haberse conocido, Murphy y su co-creador Ian Brennan (con el que ha escrito y producido un buen número de productos audiovisuales) ponen en escena una historia que se desarrolla en el Hollywood clásico, con varias líneas argumentales que irán confluyendo en una sola, esencialmente la que gira en torno al rodaje (producido por el ficticio estudio Ace Pictures, al parecer inspirado en el verídico Paramount)  de un film rompedor para la época, con guionista y protagonista femenina ambos de raza negra, cosa absolutamente impensable en el cine yanqui de finales de los cuarenta y principios de los cincuenta, época en la que se ambienta.


Conoceremos así a varios personajes, como Jack Castello, un joven veterano de guerra, fascinado por el glamour de Hollywood, deseoso de entrar en ese mundo, pero con escaso éxito. Cuando su reciente esposa le comunica que está embarazada, Jack se verá obligado a conseguir ingresos de cualquier forma; se emplea en una estación de servicios, que resulta ser una tapadera de un tipo, Ernie, que lo que realmente tiene es un servicio de “escorts” (vaya, putos, hablando en plata) para señoras de ringorrango que se quieren alegrar las pajarillas, pero también de hombres que gustan de los chicos macizos que el proxeneta siempre elige cuidadosamente; Jack transige a duras penas con las primeras, pero se opone a tener sexo con los segundos; apretado por su jefe para que se deje de remilgos, consigue el concurso de otro chico, un afroamericano llamado Archie, de tendencia homosexual y esporádico ejercicio de chapero, para que atienda a los clientes varones. Resulta que Archie es también un notable guionista, y que poco después conoce (también de forma bíblica...) a un chico al que el siglo conocerá como... Rock Hudson...

La miniserie de Murphy y Brennan resulta ser una vistosa reivindicación, en toda regla, de la igualdad racial y sexual, una historia que, eso sí, se adhiere a la corriente de modificación de la Historia que Tarantino puso de moda con Malditos bastardos, cambiar lo realmente ocurrido por lo que nos gustaría que hubiera ocurrido. Así, aquí, aunque con grandes dificultades y un sinfín de problemas (atención: ¡spoiler!), se llega a rodar (y hasta se estrena y consigue un buen puñado de Oscars...), una película que, en el tiempo en el que se ambienta el film, a finales de los cuarenta, era literalmente imposible que lo consiguiera, una película protagonizada por una actriz negra, a la que le daban la estatuilla como Mejor Protagonista (cuando faltaba algo así como medio siglo para que eso sucediera, en concreto a Halle Berry por Monster's ball) y el guionista, también afroamericano, no solo aparecía en los créditos del film (una imposibilidad metafísica para la época), sino que también lo oscarizaban. Así que se puede decir que estamos ante una serie de historia-ficción o cine-ficción, porque presentan cosas que no sucedieron y que era impensable que ocurrieran en su momento histórico. Claro que, si entramos en el juego (porque no otra cosa es...), se puede aceptar perfectamente como lo que debería haber sido y no fue, una fantasía en toda regla, lo que podría haber sido pero era improbable, por no decir imposible, en el Hollywood clásico.

Hay una cuidada recreación de la época en la que se sitúa la historia, con una excelente fotografía y una hermosa ambientación musical, con canciones de aquel tiempo y una atinada utilización de temas de jazz, muy apropiados para las diversas líneas argumentales que irán confluyendo en una sola, la del rodaje de esa imposible película y las dificultades que tuvieron que arrostrar sus fautores para ello, entre otras el previsible boicot en los estados sureños a una película escrita y protagonizada por negros; porque en esa época, por supuesto, en los rodajes se mantenían los estereotipos raciales: de los negros se esperaba que fueran como la actriz de Lo que el viento se llevó, aquella inolvidable Hattie McDaniel (a la que, por cierto, da vida aquí Queen Latifah), la de “señorita Escarlata, señorita Escarlata” (pronúnciese con voz cómicamente aflautada...), así que el hecho de que una de ellas, una actriz afroamericana, pudiera ser la protagonista absoluta, no cabía en cabeza humana en la época, mucho menos en los estados en los que, en aquellos tiempos, grupos de tíos con capirote (no, no hablamos de los nazarenos de la Semana Santa, sino del siniestro Ku Klux Klan) aún linchaban (espero que el tiempo verbal sea el correcto...) a los negros por ser negros. Así que, en ese sentido, esta miniserie Hollywood no deja de tener su punto revolucionario, subversivo, nada menos que poner en pantalla la película que nunca se hizo, pero se debió hacer...

Igualmente que se hace mucho hincapié en el tema racial, también se hace en el sexual, abogando por una libertad y una naturalidad sexual en la que las personas de orientación homosexual no tuvieran que esconderse en el armario, como era el caso entonces, pero también denunciando que ya existía entonces un #MeToo masculino, con personajes como el que encarna Jim Parsons, el verídico agente de artistas Henry Willson, que según la miniserie se valía de su cargo, de su enorme poder e influencia, para beneficiarse a todo aquel que quería destacar en el mundo del cine, como fue el caso de Rock Hudson, que efectivamente fue uno de sus representados.

Se habla también de la doble moral de la época, por un lado persiguiendo cualquier atisbo de homosexualidad, pública o privada, pero por otro haciendo la vista gorda ante fiestas, como las que montaba George Cukor, militantemente gay, y en las que todo exceso (sexual y de cualquier otra clase) era consentido e incluso alentado.

Con un tono de comedia, también un poco como de farsa, estamos entonces ante una mirada cáustica, divertida y a menudo fuertemente sarcástica sobre las interioridades del Hollywood clásico, una mirada con frecuencia vitriólica, que no deja títere con cabeza, con un tono de dorada decadencia que parece extraído del popular libro sobre los excesos del mundo del cine, Hollywood Babylonia, de Kenneth Anger.

Con la aparición en efigie de una serie de actores y actrices que encarnan a famosos del Hollywood de la época (Cukor, Vivien Leigh, el mentado Hudson, Noel Coward, Cole Porter, Tallulah Bankhead...), el apartado interpretativo está servido por un nutrido grupo de jóvenes valores con una todavía corta carrera, como el protagonista David Corenswet, junto a otros ya veteranos, muy seguros, como Dylan McDermott (cuyo papel de proxeneta de “escorts” con tapadera en forma de estación de servicios es toda una creación) o Joe Mantello, además del más famoso de todos ellos, Jim Parsons, que hace convenientemente odioso el personaje del agente de artistas Henry Willson, un tipo infecto que, si bien consiguió encumbrar a actores y actrices como Rock Hudson o Lana Turner, se cobraba sus servicios de una forma abyectamente delictual.


Hollywood - by , Oct 26, 2023
3 / 5 stars
Vistosa reivindicacion de la igualdad racial y sexual