El español Antonio Moreno fue uno de los actores pioneros en el primitivo cinematógrafo de Hollywood; su brillante carrera, iniciada en el teatro, se prolongó a lo largo de la etapa muda y, todavía, se mantuvo en la sonora. Su celebridad interpretativa le permitió abarcar otros campos, como guionista y director, en el cine mexicano, aunque, en esta faceta, las musas no le acompañaron con fortuna semejante a la interpretativa.
La figura de Moreno nunca ha sido olvidada por la historiografía cinematográfica española; artículos de revistas, páginas relativas a “los que estuvieron en Hollywood” en libros específicos, reproducción de significativas entrevistas a modo de homenaje, figuran en la bibliografía selecta relativa al personaje. Al tiempo, el éxito, años después, del otro Antonio, Banderas de apellido, ha permitido a cronistas cinematográficos y colaboradores en diccionarios establecer paralelismos entre sus respectivas biografías y sus espectaculares currículums.
En tal sentido, cuando parecen cumplirse 130 años de su nacimiento (Madrid. 1887) y 50 de su muerte (Beverly Hills. California. 1967), Filmoteca Española dedica, durante los meses de septiembre y octubre del presente 2017, un ciclo (“Antonio Moreno: Made in Hollywood”) de películas interpretadas o dirigidas por el actor. En la pantalla del madrileño Cine Doré están siendo proyectados, entre otros títulos, En la tierra de todos, Mare Nostrum, Madame Pompadour, Ello, La bailarina española, Asegure a su mujer, Santa, Águilas frente al sol, La mujer y el monstruo, Bahía negra, Centauros del desierto, etc. Las películas mudas se ofrecen con música en directo a cargo de Marcos Ortiz. La inauguración del ciclo se ha efectuado con el documental The Spanish Dancer, de Mar Díaz.
Con ocasión de este ciclo y de los aniversarios mencionados, dedicamos cuatro artículos a recordar la trayectoria vital y profesional del cineasta homenajeado. Para ello, comentaremos el libro “Antonio Moreno. Un actor español en Hollywood” (2000), de Manuel Carlos Fernández Sánchez (in memoriam), así como el documental The Spanish Dancer (2016), de Mar Díaz, investigaciones dedicadas en España a la figura del carismático actor, además de la película Santa (1932), dirigida en México por el propio Moreno.
Manuel Carlos Fernández, autor del libro “Antonio Moreno. Un actor español en Hollywood”
Manuel Carlos Fernández Sánchez (Benaoján, 1953 – Algeciras, 2003) ejerció como cineasta, investigador y profesor. Impartió docencia en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de Sevilla en el área de Comunicación Audiovisual. Sus temas de especial atención se centraron en el entonces hipotético cine andaluz, del que fue un pionero con su libro “Hacia un cine andaluz”, y complementó la investigación en un volumen, de corte periodístico, titulado “Historia del Cine en el Campo de Gibraltar (1895-2000)”; en este segmento podría incluirse el volumen que hoy comentamos, “Antonio Moreno. Un actor español en Hollywood”, editado, en 2000, por Filmoteca de Andalucía, en su colección “Cuadernos”.
Como guionista y director fue autor de numerosos cortometrajes y documentales; entre ellos, destaca Un nombre, un ideal: Blas Infante, primer título cinematográfico dedicado a la figura del padre de la patria andaluza. En el largometraje Fermín Salvochea. Visto para sentencia mostró la biografía del anarquista andaluz y alcalde gaditano en un film tan sobrado de ilusiones como reducido de producción.
Aunque el subtítulo del libro dedicado a Antonio Moreno reza como “un actor español en Hollywood” parece evidente que, como actor, no “nace” en España sino que “se hace” en la Meca del Cine tras haber consolidado su decidida aventura americana. La biografía infantil y juvenil de Moreno es escasa en datos y problemática en fechas. Su año de nacimiento, ¿fue en 1887? (como datan Heinink o Armero y acepta Filmoteca Española) o ¿1888? (según anotan García de Dueñas o Fernández Sánchez). Que fuera el 26 de septiembre, no parece ofrecer ninguna duda.
Del mismo modo, sus apellidos, Garrido y Moreno están acompañados por otro, Monteagudo, generalmente pospuesto al paterno aunque también, ocasionalmente, se puede encontrar escrito tras el materno. La existencia de documento, tal como partida de nacimiento o bautismo, pasaporte, etc., está por descubrir, lo que permitiría, a día de hoy, acreditarlo con garantía suficiente.
Antonio cursó estudios infantiles en un colegio de la madrileña calle Alcalá regido por “los frailes del babero”, como él mismo dijo. La familia, de origen humilde, se trasladó a Andalucía en busca de mejor fortuna; en Sevilla, el chico, con 9 años, se obligó a ser un contribuyente más en la economía doméstica al igual que, poco después, lo seguirá siendo en las distintas poblaciones del Campo de Gibraltar: San Roque, Algeciras, Campamento, La Línea de la Concepción, etc.
Rumbo a Norteamérica
Las dificultades económicas no le abandonaron en la juventud por lo que, a la primera oportunidad, se embarcó, rumbo a Norteamérica, bien apadrinado por los señores Curtis y Cruzat, verdaderos ángeles de la guarda tanto en la travesía como en los primeros trabajos que Antonio desempeñó en aquel continente. No será menos importante el concienzudo estudio de lengua inglesa que sus protectores le procuraron, primero en Nueva York y, luego, en Massachusetts. Desarrolló sus iniciales trabajos laborales en una compañía eléctrica y, posteriormente, en otra dedicada a la telefonía.
Pasados unos años, los primeros ahorros le permitieron volver a su país, visitar a su madre, reunirse con amigos y paisanos y, al tiempo, replantearse su situación: quedarse en España o volver a Estados Unidos. Esta última será su decisión. La nueva travesía le deparó conocimiento y amistad con dos actrices; una de ellas, Helen Ware, le introdujo en el mundillo teatral; su aceptable dicción, pero, sobre todo, su tipo, le situó en el papel de “galán joven” y, de este modo, efectuó diversas giras por variados estados.
Primeros pasos en el cinematógrafo
Este mundo del espectáculo le supuso ocasión para asomarse a los ámbitos del cinematógrafo, primero en películas “experimentales” y, seguidamente, en la compañía Biograph, donde filmaban Sennett y Griffith. Con este director trabajó Antonio en varios títulos junto a grandes divas como Mary Pickford y Lillian Gish o famosos como Lionel Barrymore y Harry Carey. Entre los diversos films interpretados por Moreno (desprendido ya de los impronunciables y larguísimos Garrido Monteagudo) en estos años figuran El enemigo invisible y Judith de Betulia. El “latin lover” que encarna será el tipo que, ahora en la compañía Vitagraph, quieren promocionar apoyándose en el uso de unos primeros planos que debían resaltar la estética del rostro, ya fuera masculino o femenino; en el caso del actor español, el color moreno (más allá del apellido) además de la nobleza y la bonhomía.
Poco después, será la productora Universal Film, la que se interese por él. Desde 1914, Antonio interpreta numerosas películas junto a los más destacados actores y actrices de la pantalla, entre ellas la celebrada Perla White. Precisamente con esta actriz, rodará La casa del odio, un título que le dará fama mundial al tiempo que le introducirá en la modalidad de los seriales; de otra parte, La mano invisible le aportará también extraordinaria popularidad.
La década de los 20
La década de los 20 le permitió reunir brillante repertorio de películas norteamericanas (aunque no faltaron las europeas) donde compartió estrellato con Bebe Daniels (The exciters, de Maurice Campbell, 1923), Gloria Swanson (My American Wife / Una yanqui en Argentina, 1923) o Pola Negri (The Spanish Dancer, Herbert Brenon, 1923). Seguidamente vendrán dos títulos basados en obras del novelista Blasco Ibáñez: Mare Nostrum (1926), producida por la Metro Goldwyn Mayer, dirigida por Rex Ingram, interpretada por Alice Terry, en la que Moreno se convierte en la pantalla en el capitán Ulises Ferragut, y un film que comenzaría dirigiendo Mauritz Stiller y lo firmaría Fred Niblo, The Temptress / La tierra de todos (1926), donde el actor español compartirá pantalla con Greta Garbo para interpretar unos hechos sucedidos en Argentina. El éxito prodigioso de la sueca empañó, al menos momentáneamente, el liderazgo de su colega hispano (o así lo creyó él), aunque la evidente genialidad interpretativa unido al indiscutible atractivo físico de la Garbo ya nunca se pondrían en duda.
Todavía Antonio sería partenaire junto a otras damas de la pantalla en este final de ciclo que acabaría en el advenimiento del sonoro. Es el caso de Marion Davies, la excéntrica actriz casada con el magnate William Randolph Hearst (a la que Orson Welles incluiría en Ciudadano Kane como semejante personaje bajo el nombre de Susan Alexander) y ahora pareja en la pantalla del galán español en el título Beverly of Graustark (1926), producida por la Metro y dirigida por Sidney Franklin. A ésta seguiría It / Ello (1927), de Clarence Badger, con Clara Bow, donde actriz y actor dan vida a la intrépida dependienta de unos almacenes y al jefe de los mismos, para formular una comedia cuyas situaciones románticas alternan con el pragmatismo de la vida americana.
En Inglaterra rodará Moreno el film Madame Pompadour (1927), a las órdenes de Herbert Wilcox y acompañado por la actriz Dorothy Gish, una producción británica con acreditados actores del cine norteamericano y una puesta en escena digna de la corte francesa. Seguidamente, la visita de Antonio a su patria, dará oportunidad a sus paisanos cineastas para montar un documental, En la tierra del sol (1927), donde el famosísimo galán estaría acompañado por la actriz Elisa Ruiz Romero, “la Romerito”, bajo la dirección del periodista y escritor Ramón Martínez de la Riva, quien filmó, en decorados naturales sevillanos, a ilustres personalidades y populares rostros de la vida social y cultural hispalense.
Antonio en el paso del mudo al sonoro
La llegada del sonoro supuso una traumática situación para buena parte de las afamadas estrellas del cine norteamericano (como bien nos recuerda Cantando bajo la lluvia). Moreno superó esta prueba en el uso de la lengua inglesa y, al tiempo, su español nativo le permitió formar parte de los repartos de numerosas películas cuya banda sonora debía resolverse en lengua castellana. Sin duda, este primer bloque sería muy distinto a cuanto nuestro actor estaba acostumbrado en el periodo mudo; ni la categoría de los directores ni el prestigio y fama de las actrices tenían punto de comparación con las de épocas precedentes. Ni Billie Dove, en Amor indiscreto, ni Helene Costello en The Midnight Taxi brillaban a la altura de las precedentes, lo que no invalidó el éxito en taquilla.
En los estudios de Los Ángeles, las voces españolas traídas desde su tierra natal tenían en Antonio un modelo a seguir. Allí estaban María Alba, Pablo Álvarez Rubio, Andrés de Segurola, Rosita Ballesteros, entre otros, a los que se añadirían los mexicanos Dolores del Río, Ramón Novarro, Lupe Vélez, etc. Títulos como El testamento misterioso, El hombre malo, Los que danzan, La voluntad del muerto, El cuerpo del delito, junto a abundantes films similares, conforman una parcela del cine norteamericano donde la esencia española, al menos en su habla, estuvo presente; aún más, a imitación de significativos títulos de los inicios del sonoro, se produjeron otros, modulados en castellano, aunque con las variantes de hablas andaluzas, mejicanas o chilenas; así, El precio de un beso, rememorando a El cantor de jazz, presentaba a José Mojica interpretando numerosas canciones al tiempo que, como “romántico rebelde”, se enfrentaba a su peor enemigo, interpretado éste por Antonio Moreno. Proyectada en España, estrenada en numerosas salas andaluzas, familiares y amigos del cotizado actor pudieron deleitarse con la interpretación de ese personaje llamado Estrada. Como, igualmente, pudieron hacerlo con los títulos La legión del aire y El bosque en llamas.
Antonio Moreno, director en México
El popular actor se instaló en México con el propósito de dirigir una película, Santa (1931), basada en la novela de Fernando Gamboa. Durante su estancia, Moreno conoció al realizador ruso S.M. Eisenstein, quien preparaba su película ¡Que viva México! (con posterioridad trataremos esta cuestión con más detalle).
Con Santa, Moreno retoma el argumento y la temática de un precedente, homónimo, filmado por esta cinematografía en su periodo mudo y que abundará en toda la filmografía mexicana posterior: el complejo mundo de la prostitución ejemplificado en un caso concreto donde la adversidad y el destino juegan malas pasadas a una mujer de las que el hombre es su causante directo. Santa, nombre del personaje, fue interpretado por Lupita Tovar; la música fue compuesta por Agustín Lara. Los resultados comerciales fueron superiores a los artísticos. La producción correspondió a la Compañía Nacional Productora de Películas (que también produciría su segundo y último título, Águilas frente al sol).
Españoles en Hollywood. Moreno en España
A partir de tal experiencia en el cine azteca, Moreno regresó a los estudios norteamericanos en su calidad de actor y se integró nuevamente en las producciones de habla hispana con títulos como Primavera en otoño (1932), La ciudad de cartón (1933), Señora casada necesita marido (1934), Asegure a su mujer (1934) y Rosa de Francia (1935). Gregorio Martínez Sierra, José López Rubio, Catalina Bárcena, Conchita Montenegro, Rosita Díaz Gimeno, José Crespo, entre otros, conforman el grupo español que rueda en castellano, aunque con distintas modalidades lingüísticas en la banda sonora.
Y aún tendrá oportunidad de regresar a su patria para rodar María de la O (1936), dirigida por Francisco Elías, en la que Antonio comparte cartel con Pastora Imperio y Carmen Amaya; su personaje, el pintor, hará realidad una evidente anagnórisis mediante la cual María de la O resultará ser hija del acaudalado extranjero. El célebre y cotizado actor girará visita al Campo de Gibraltar para abrazar a su madre y, dada la edad de la misma, acaso, efectuar una definitiva despedida.
Adiós al “latin lover”
Con el regreso a Hollywood, la estrella de Antonio Moreno declinará en perjuicio del “latin lover” aunque en beneficio de un actor derivado ya a papeles más en consonancia con su cumplida edad madura. En esta última etapa, será dirigido, al margen de la importancia de su papel, por directores, artistas o artesanos, junto a grandes estrellas de la pantalla: Henry King: El capitán de Castilla (1947), con Tyrone Power; Stuart Heisler: Dallas, ciudad fronteriza (1950), con Gary Cooper; Richard Brooks, Crisis (1950), con Cary Grant; Alfred Hitchcock: Encadenados (1951), con Ingrid Bergman; Jack Arnold: La mujer y el monstruo (1953), con Julie Adams; Raoul Walsh: Rebelión en el fuerte (1954), con Alan Ladd; John Ford: Centauros del desierto (1956), con John Wayne; Michael Curtiz: Los comancheros (1959), con Lee Marvin; Sergio Leone: Por un puñado de dólares (1964), con Clint Eastwood.
El actor español estuvo casado con Daisy Canfield Danziger, divorciada de un magnate del petróleo, con quien vivió en su residencia de Cresmount (Beverly Hills) y le acompañó en algunos de sus viajes a España; falleció en accidente de automóvil. Antonio Moreno murió el 15 de febrero de 1967, a los 78 años.
Síntesis
El libro “Antonio Moreno. Un actor español en Hollywood”, de Manuel Carlos Fernández fue editado, como hemos dicho, por Filmoteca de Andalucía en el año 2000 dentro de la colección “Cuadernos”, un apartado de sus publicaciones donde se agrupaban volúmenes de unas 100 páginas cuyo rasgo peculiar era su encuadernación con alambre y fotografías en blanco y negro.
El autor sigue el currículum de su investigado de forma cronológica. Las informaciones sobre Moreno utilizadas por Fernández proceden de dos ámbitos bibliográficos: libros generales sobre Historia del Cine (universal, mexicano, español), y de los muy específicos donde el actor tiene presencia personal o filmográfica: “Cita en Hollywood” (1990), de J.B. Heinink y R. G. Dickson, “Los que pasaron por Hollywood” (1992), de Florentino Hernández Girbal (edición de J.B. Heinink), “Nos vamos a Hollywood” (1993), de Jesús García de Dueñas, y “Una aventura americana. Españoles en Hollywood” (1995), de Álvaro Armero. Y los complementa con una hemerografía fundamentalmente obtenida de la prensa gaditana, además de entrevistas formuladas por el autor a personas del entorno andaluz donde el biografiado vivió. El trabajo, elaborado en la década de los noventa, no pudo beneficiarse de “internet” ni de cuantas informaciones la red aporta hoy a cualquier interesado por la figura del actor español.
En síntesis, el libro de Fernández, con sus virtudes y sus deficiencias, con su fervorosa admiración y su escaso distanciamiento, se convierte, por derecho propio (tal como ocurrió con “Hacia un cine andaluz”), en pionero sobre el currículum profesional de Antonio Moreno y, consecuentemente, en la primera monografía sobre el mismo publicada en España.
Ilustración: Greta Garbo y Antonio Moreno, en una imagen de La tierra de todos (1926).
Próximo capítulo: Antonio Moreno, español, actor en Hollywood (II). The Spanish Dancer, de Mar Díaz.