Rafael Utrera Macías

En la conversación entre Ana María Dalí y Maggie se alude a Salvador por razón del escaso trabajo realizado para el cine y de la nula dirección cinematográfica llevada a cabo, más allá de los encargos solicitados por la Meca del Cine como colaborador de algunos títulos significativos de cualificados cineastas. Ambas amigas están de acuerdo en que, al margen de los dos títulos compartidos con Buñuel, el apellido Dalí queda reducido a unos minutos en la pantalla. Al margen de que un cruce de opiniones no tiene por qué tener garantías científicas o históricas, parece una verdad incuestionable que los delirios dalinianos y sus ensoñadoras estructuras de imposibles puestas en escena no tuvieron la suerte de verse correspondidas, salvo en las excepciones que comentaremos seguidamente, ni por los magnates de Hollywood ni, mucho menos, por algún productor/realizador español con deseos de satisfacer al “divino pintor”. Con razón, el experto daliniano Félix Fanés ha sentenciado que Dalí es “un cineasta sin films”.


De París a Hollywood. Harpo Marx, surrealista personaje

Dalí publicó en 1937 en la revista “Harper´s Bazaar”, un artículo titulado “El surrealismo en Hollywood”. Regresaba a Europa y venía satisfecho por la fuerte presencia de este movimiento en Norteamérica y por su utilización, cada vez mayor, en el cine hollywoodense. Ya, desde el primer párrafo, menciona las películas en las que vio aparecer “sueños auténticos”; entre ellas, Animal Crackers (El conflicto de los Marx), donde se ofrece su “frenesí biológico, histérico y caníbal” por quien creó una forma “absolutamente original y fascinante de marxismo”. Y tras unas deliberaciones teórico-prácticas, va al meollo de la cuestión, a lo que es la verdadera razón del artículo: Harpo Marx, el personaje más surrealista de Hollywood. A partir de aquí, el articulista desarrolla una catarata de elogiosas descripciones de quien, en cualquier lugar que se encuentre, suscita una “sorprendente atmósfera de leyenda”. El tercio restante de su escrito es una instantánea de Garbo (así, sin más, no hace falta precisar Greta) que se continúa con ciertos paralelismos, empezando por la igualdad de vocales en ambos nombres y siguiendo con quien es un “espectro” mientras que su antagonista es un “fantasma”; este juego de posibles significaciones excede de cuantos pueden figurar en un diccionario. Conclusión: Harpo es surrealista en todo; Garbo lo es en su éxtasis.

En la fecha de publicación del artículo, Harpo y Dalí ya se conocían. Meses antes, en respuesta a un telegrama del cómico, el pintor le había regalado un arpa cuyas cuerdas llevaban añadidas púas de alambre. La foto de ambos reproducida en prensa acaso fuera el comienzo de una campaña para dar a conocer su trabajo conjunto en un guion que daría título a la película “Jirafas en ensalada de lomos de caballo” o, según otras fuentes, “Ensalada de jirafas a lomos de caballo”. Los Marx tenían firmada una exclusiva con la Metro Goldwyn Mayer y, conociendo o desconociendo el proyecto, lo sentenciaron a muerte antes de nacer. En las memorias de Harpo no hay referencia al asunto. La investigadora Marie Seton escribió sobre esto: “Dalí ha aprendido las gracias y el espíritu de los Marx y ha unido a ellos sus grotescos adornos para realzar el carácter de los cómicos, como aparecen en el escenario. Este guion nunca se filmó, quizá porque no podían comprenderlo más que unas cuantas personas. Por otra parte, la Liga de la Decencia, que impuso leyes muy rígidas a Hollywood, lo habría manipulado hasta hacerlo irreconocible”.

El guion (mecanografiado y escrito en inglés) es hoy propiedad de la Fundación Gala-Dalí, mientras que manuscritos en francés, con varios borradores del argumento y diálogos, pertenecen al Centro Georges Pompidou.


Colaboración para Hitchcock

En 1945, Dalí participó en la película de Hitchcock Spellbound (Recuerda). Dibujó numerosos bocetos y diversos cuadros en blanco y negro. Cuando François Truffaut entrevistó a Hitchcock para su libro “El cine según Hitchcock”, el director le explica que su intención, al elaborar las secuencias oníricas, era romper con la tradición habitual de los sueños en el cine, por lo que solicitó la contratación de Dalí al productor Selznick; éste entendió que se buscaba publicidad gratuita recurriendo al pintor pero el maestro del suspense lo que pretendía era “conseguir sueños muy visuales con rasgos agudos y claros, precisamente en una imagen más clara que la del film”. Buscaba “el aspecto agudo de su arquitectura, -Chirico es muy parecido-, las largas sombras, el infinito de las distancias, las líneas que convergen en la perspectiva… los rostros sin formas”. Continúa exponiendo Hitch las representaciones extrañas que el español inventó, así como la imposibilidad de llevarlas a la práctica; y ejemplifica con el caso de una estatua que debía resquebrajarse, al tiempo que unas hormigas escapaban por las grietas y cubrirían a la actriz, Ingrid Bergman (ya veremos que la opinión de ésta es bien distinta). Y finaliza el director advirtiendo que “me hubiera gustado rodar los sueños de Dalí en exteriores para que todo estuviera inundado de sol y se hiciera terriblemente agudo, pero me rechazaron esta pretensión y tuve que rodar el sueño en estudio”. A lo que el entrevistador, con cierto tono de reproche, le contesta: “En definitiva, no tiene más que un sueño dividido en cuatro fragmentos”. 

Por su parte, Donald Spoto, biógrafo de Hitchcock, en la edición española de su libro, afirma que las ideas de Dalí, algunas derivadas de sus films franceses con Buñuel, “llegaron a extremos desmesurados… y la secuencia del sueño era demasiado larga y excesivamente complicada”. Por el contrario, Ingrid Bergman estimó que tal secuencia, como se había filmado inicialmente, “era más efectiva… era realmente algo digno de poner en un museo. El final no incluyó su complicado metraje, en el cual yo me convertía en una estatua de yeso en el sueño del hombre (lo cual implicó que rodáramos al revés, conmigo saliendo de ella). Había tantas cosas maravillosas en la secuencia, pero decidieron cortarla a un minuto o dos en vez de los veinte para los que tan duramente trabajamos. Fue una verdadera lástima. Hubiera podido ser algo realmente sensacional”.

Para complicar más las cosas, Hitchcock marchó a Inglaterra y la producción contrató a William Cameron Menzies para que filmara la daliniana secuencia del sueño que quedaría en tres momentos: tejados en miniatura, secuencia de la casa de juegos y el corte con grandes tijeras de las cortinas diseñadas con muchos ojos. Spoto no pierde ocasión para efectuar un tirón de orejas a “la cara oculta del genio” de manera que, cuando el público aplaudió el “efecto final” y la película se convirtió en éxito comercial, Hitchcock “se atribuyó alegremente el crédito”.


Guiones para Disney: Destino. Un diseño para Minnelli

Dicen algunas crónicas cinematográficas que Walt Disney y Salvador Dalí se conocieron durante el rodaje de Recuerda. Desde entonces, el pintor comenzó a pensar en una colaboración con el productor de Fantasía de manera que, al año siguiente, firmó un contrato para trabajar en la famosa factoría del dibujo animado. Con el título de “Destino”, el pintor comenzó a desarrollar (en compañía del guionista John Hench) específico argumento y adecuado tratamiento para un proyecto que estuviera en la línea de la filmografía disneyiana y en consonancia con el mundo y la temática de sus pinturas. La correspondencia cruzada entre ambos artistas, Disney/Dalí, sobre características generales y precisiones concretas del film, afianzó la amistad existente pero no logró llevar a término tan ilusionante proyecto. Según el productor, el español fue el primero en concebir el béisbol como un ballet.

Sin embargo, muchos años después, un sobrino de Walt, Roy Disney, encontró el esbozo del proyecto y decidió continuarlo y ultimarlo; con ese mismo título, Destino, se estrenó en 2003 y su duración es de unos siete minutos. Una brevísima sinopsis lo resume así: “historia de una muchacha en busca de su verdadero amor”. Mejor sería decir: el amor entre Cronos y una mujer; el viaje de ésta, en danza continuada por idílicos paisajes hasta conseguir su deseo; todo ello con las técnicas habituales de la animación propia de la casa Disney en el año 2000 y la figuración de paisajes naturales donde la imaginería habitual del pintor se desenvuelve entre iconos de su pintura: estatua resquebrajada, suelos ajedrezados, teléfonos y relojes blandos, hormigas convertidas en ciclistas… La canción compuesta por el compositor mexicano Armando Domínguez parece contribuir a la armonía que se desprende de la plástica del film.

Destino ha sido exhibido en cuantas exposiciones tenían como motivo la obra de Dalí o en tantas otras donde la celebración unía a la pareja del cine y la pintura, tal como “Dalí: todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas” (Madrid: Museo Reina Sofía) o “Disney y Dalí: Arquitectos de la imaginación” (San Francisco: Museo de la familia Disney).

Diez años más tarde, en octubre de 1957, Disney y su esposa visitaron a los Dalí en Cadaqués. El No-Do ofrecería el encuentro, primero mostrando ciertas travesuras del inquieto pintor, y posteriormente paseando las dos parejas, tanto por los exteriores de la población marítima como por el jardín privado, donde el cineasta cortó una rama de jazmín y la lució en su oreja. No faltaron los encuentros para los negocios: firmaron un contrato para llevar a la pantalla “Aventuras de Don Quijote”; el guionista trabajó seriamente y el productor pagó religiosamente… pero la película, como su precedente, tampoco se llevó a cabo.

En 1950, Dalí intervino en El padre de la novia, de Minnelli. Diseñó una pesadilla que debe sufrir, como el título indica, el padre de la novia (Spencer Tracy), un hombre que siente preocupación ante el matrimonio de su hija única (Elizabeth Taylor). La víspera de la boda, tras los preparativos eclesiásticos, sufre una alucinación: angustiado por llegar tarde a la ceremonia, camina torpemente por una solería tan ajedrezada en su diseño como pegajosa y repugnante en su constitución.

La modelo de Dalí, Amanda Lear, deja constancia, en su libro sobre el pintor, de las contrariedades y disgustos que le causaron al artista los productores de Hollywood en su continuado menosprecio por sus trabajos. Años después del encuentro, Dalí acusó a Disney de mantener secretamente una colección de objetos eróticos y dibujos pornográficos, que no estaban en consonancia con su puritanismo al uso (en este sentido, nuestro Berlanga era mucho más natural y sincero al aludir continuadamente a sus veneradas “sonrisas verticales”). Aún más, como recoge el profesor Sánchez Vidal, Dalí, durante el rodaje en Cadaqués de El faro del fin del mundo, mientras cenaba con Kirk Douglas y Yul Brynner, no tuvo inconveniente en reconocer su decepcionante experiencia con Hitchcock; de otra parte, vigilaba la puesta en escena de la película citada y se mostraba satisfecho cuando, en el Ampurdán, la tramontana se ensañaba con los decorados del film.

Sin embargo, Dalí, posteriormente, nunca evitó otras colaboraciones cinematográficas, por menores que fueran, con la gran industria americana; así, en 1965, intervino en Viaje alucinante, dirigida por Richard Fleischer y producida por la Metro. En la década siguiente, solicitaron sus diseños para una baraja de cartas que aparecería en una película de la serie James Bond. El realizador José Montes-Baquer dirigió para la Tv alemana el film “concebido” por el pintor y titulado Impresiones de la Alta Mongolia-Homenaje a Raymond Roussel; su modelo, Amanda Lear, ha aclarado las significaciones del título, la relación con los antepasados del ampurdanés y su propia colaboración en la manipulación de ciertos elementos utilizados por Dalí para comprobar el pragmatismo de sus teorizaciones. Por el contrario, se frustraron otros proyectos como la realización del cartel para Saló, de Pasolini, o su intervención como “Emperador” en el proyecto “Dune”, de Jodorowski, que luego dirigiría Lynch.


Protagonistas de Dalí en el cine

La personalidad extravagante de Salvador Dalí ha animado a diversos guionistas y directores a incluirlo como personaje, principal o secundario, en historias vinculadas a su biografía o, en otros casos, con escasa relación con ella. Relacionamos algunos ejemplos con indicación de actor, título y director:

- Fernando Veloso. Lorca, muerte de un poeta. Juan A. Bardem
- Lorenzo Quinn. Dalí. Antoni Ribas
- Robert Pattinson. Sin límites. Paul Morrison
- Salvador Benavides. La muerte de Salvador Dalí. Delaney Bishop
- Adrien Brody. Midnight in París. Woody Allen
- Ben Addis. La invención de Hugo. Martin Scorsese
- Ezra Miller, Ben Kingsley. Dalí Land. Mary Marron
- Joan Carreras. Miss Dalí. Ventura Pons
- Ernesto Alterio. Buñuel y la mesa del rey Salomón. Carlos Saura
- Ewen Bremner. Surrealissimo: The Scandalous Success of Salvador Dali. Richard Curson Smith
- Jason Nicola. Persistence of Memory. Candace Amiguet
- Brandon Burich. The identity club. Richard Burgin
- Enrique Alcides. Dalí, Être Dieu. Sergi Schaaff
- Enrique Alcides. El ministerio del tiempo (Episodio La leyenda del tiempo). Marc Vigil
- Enrique Alcides. Waiting for Gala. Angie Gray

Dalí en Criticalia

Enrique Colmena: Dalí, de Antoni Ribas. Crítica
Rafael Utrera Macías: Dalí: el cine y otras posibilidades plásticas. Artículo


Bibliografía consultada (Referida a todos los capítulos)

- Buñuel, Luis. “Escritos de Luis Buñuel”. M. López Villegas (Ed.). Páginas de Espuma
- Buñuel, Luis. “Mi último suspiro”. Plaza y Janés
- Dalí, Salvador. “Babaouo”. Labor
- García Lorca, Federico. “Epistolario I, II”. Alianza Ed.
- Gibson, Ian. “Luis Buñuel”. Aguilar
- Gubern, Román. “Proyector de luna. La generación del 27 y el cine”. Anagrama
- Olano, Antonio D. “Dalí secreto”. Dopesa
- Rodrigo, Antonina. “García Lorca en Cataluña”. Planeta
- Sánchez Vidal, Agustín. “Buñuel, Lorca, Dalí. El enigma sin fin”. Planeta
- Spoto, Donald. “La cara oculta del genio. Alfred Hitchcock”. Ultramar
- Truffaut, François. “El cine según Hitchcock”. Alianza Ed.

Ilustración: Una imagen del sueño onírico diseñado por Salvador Dalí para Recuerda (Spellbound. 1945), de Alfred Hitchcock.