Enrique Colmena

Aprovechando el estreno de Irrational Man (qué sería del crítico si no fuera por esas oportunidades que concede la actualidad para hablar de algo o de alguien…), comentaremos una cuestión sobre el cine de Woody Allen que, según creo, no se ha hecho hasta hoy. O sí, porque sobre el bueno de Woody se ha escrito de todo, desde todas las perspectivas y perfiles. Pero como es imposible conocer todo lo escrito sobre alguien, ahí va nuestro cuarto a espadas sobre un tema que, al menos en principio, parece bastante virgen.

Son muchas las clasificaciones que se pueden hacer sobre el cine escrito y dirigido por Allen, desde hacerlo por géneros (comedias, dramas y thrillers, fundamentalmente, aunque también ha tenido alguna incursión en el musical e incluso en el fantástico o la ciencia-ficción) a por temas, o incluso por filmes protagonizados, o no, por él. Pero quizá no se haya hecho una en función a la mujer (en sentido bíblico…) que ha tenido en cada momento, en cada etapa de su vida. Veamos.


Louise Lasser

Haremos abstracción de su primera esposa, Harlene Susan Rosen, porque su período de matrimonio fue anterior a su primera película como director, Toma el dinero y corre (1969) y, por tanto, no tuvo incidencia real sobre su faceta cinematográfica. Louise Lasser, su segunda mujer, estuvo casada con Allen hasta 1970, y durante ese tiempo (e incluso algo después, como veremos) trabajó junto con él en ¿Qué tal, Pussycat? (1965), de varios directores, en la que Woody ponía el guión y también actuaba. Lasser y Allen trabajarían después juntos en la mentada Toma el dinero y corre, Bananas (1971) y Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo, pero temía preguntar (1972). El cine de Allen junto a Lasser se caracterizará, como parece obvio a la vista de los títulos citados, por una fase en la que el cómico, que aún no dominaba todos los resortes del cine, se dedicaba a hacer lo que sabía, montar historias jocosas, en línea con su especialización como “gagman”, una suerte de comedias con cierta vocación “outsider” (incluir la palabra “sexo” en un título, en aquella época, era casi revolucionario…), en las que era evidente que el contenido, fundamentalmente los chispeantes diálogos puestos en boca del propio Woody, estaban muy por encima de una puesta en escena que por aquel entonces era todavía bastante rudimentaria, cuando no cochambrosa.

Podríamos convenir, entonces, que la etapa Lasser de la carrera woodyana se corresponde con la del aprendizaje de la técnica cinematográfica; será su época más rupestre, aunque es cierto que, vista con perspectiva, también quizá la más fresca, libre y salvaje. Curiosamente, años más tarde, Lasser tendría un pequeño papel en una película, Recuerdos (1980), que nada tenía que ver con el tono chistoso de los filmes en los que habían colaborado juntos anteriormente.


Diane Keaton

Con la señorita Diane Hall (en el siglo Diane Keaton) Woody no se llegó a casar, pero tuvieron una relación sentimental que se alargó durante varios años de la década de los setenta. Empezaron a trabajar juntos en Sueños de un seductor (1972), con dirección de Herbert Ross, pero sobre guión del propio Allen (basado en su obra de teatro) y protagonismo absoluto de éste. Más tarde llegarían El dormilón (1973), la primera incursión alleniana en la ciencia-ficción, aunque en obvia clave cómica, y La última noche de Boris Grushenko (1975), que se constituye en el pivote sobre el que basculará su siguiente etapa, cuando deja atrás la comedia alocada y escasa en recursos cinematográficos para, con Annie Hall (1977), ganar en respetabilidad y en calidad. El apellido del personaje del título era el auténtico de Diane Keaton, no siendo esa coincidencia inocente: había mucho de Diane en ese personaje, rasgos no tan veladamente autobiográficos, que Woody, con acierto, incluyó en la historia, que cambió el concepto que se tenía del cineasta neoyorquino y supuso su puesta de largo en el cine llamémosle “serio” (como si la comedia alocada no lo fuera…). Varios Oscar confirmaron esa puesta de largo, y a partir de entonces Allen ya es un adulto en términos de edad cinematográfica. Con Keaton todavía hará Woody dos películas más en esta etapa en la que aún estaban juntos, la muy dramática Interiores (1978), un homenaje/tributo al cine de su admirado Ingmar Bergman, y ya prácticamente con la pareja disuelta, Manhattan (1979), cuando Diane ya ha iniciado una relación (más bien tempestuosa…) con Warren Beatty.

Esta etapa en la carrera woodyana, marcada por la impronta de Diane Keaton, podemos convenir en que es la de la consolidación, la de mostrar que Allen, además de un hombre que sabe hacer reír, también es capaz de hacer cine serio, tanto en dramedias como en dramas químicamente puros, a la escandinava manera. La buena relación entre Keaton y Allen permitió que en años posteriores volvieran a colaborar esporádicamente en títulos como Días de radio (1987) y Misterioso asesinato en Manhattan (1993).


Mia Farrow

Con la inolvidable protagonista de La semilla del diablo (1968) Allen comenzó una relación sentimental a principios de los años ochenta. A partir de entonces, se convertiría en su musa indiscutible, participando en todas sus películas de forma prácticamente ininterrumpida hasta que rompieron. De esta forma, Farrow estuvo, además en papeles protagonistas, desde La comedia sexual de una noche de verano (1982), evidente tributo a Shakespeare, hasta Maridos y mujeres (1992), cuando se descubre la relación más o menos incestuosa que Allen mantenía secretamente con su hijastra Soon-Yi Previn, hija adoptiva de Mia y de su exmarido, el director de orquesta y compositor André Previn. Lo cierto es que esta etapa se caracterizó por una inicial pujanza creativa, que le llevaría a algunas de las cimas del cine alleniano, como Zelig (1983), La rosa púrpura de El Cairo (1985) y Otra mujer (1988), así como otros filmes también muy notables, como Broadway Danny Rose (1984), Hannah y sus hermanas (1986) y September (1987). Sin embargo, a partir de Delitos y faltas (1989) se hace evidente que la creatividad de Allen flaquea, y sus títulos posteriores, todavía junto a Mia, disminuyen ostensiblemente en interés.

Tras el tormentoso “affair” que los separó, con obscenas acusaciones de por medio, siendo pasto de la prensa del corazón (mejor del bajo vientre), termina la etapa Mia Farrow en la carrera woodyana, caracterizándose, con la perspectiva del tiempo, por una primera fase en la que la creatividad de Allen explotó con todas sus consecuencias, alternando con profusión comedia y drama, utilizando ya todos los resortes del cine con una facilidad y un desparpajo como solo lo pueden hacer los muy sabios, pero también con una segunda fase en la que quizá la invariabilidad de la musa protagonista cegó parcialmente esa creatividad.


Soon-Yi Previn

Como su hijastra y posterior esposa, que fuera hija adoptiva, como queda dicho, de Farrow y Previn, no es actriz, nos hemos ahorrado tenerla permanentemente en pantalla, como es lo habitual en el cine de Allen. Quizá temeroso de que su flamante esposa de ojos rasgados pueda considerar la reincidencia como un motivo para los celos, Woody, desde el comienzo de esta etapa, que podemos datar a partir de la mencionada Misterioso asesinato en Manhattan, raramente ha repetido con una misma actriz, y se ha dedicado entonces a una variada gama de intérpretes femeninas. Hemos tenido así a actrices como Jennifer Tilly, en Balas sobre Broadway (1994), Mia Sorvino, en Poderosa Afrodita (1995), Julia Roberts en Todos dicen I love you (1996), y así sucesivamente. Sólo han repetido como protagonista a las órdenes de Woody algunas, solo unas pocas, actrices, en concreto Judy Davis, que trabajó en Desmontando a Harry (1997), Celebrity (1998) y A Roma con amor (2012), Scarlett Johanson, que hizo para él Match Point (2005), Scoop (2006) y Vicky Cristina Barcelona (2008), Penélope Cruz, que intervino en las mentadas Vicky… y A Roma… (2012), y Emma Stone, en Magia a la luz de la luna (2014) e Irrational Man (2015).

Podemos estimar que esta cuarta etapa según sus mujeres ha supuesto para Woody una fase de muy distinta consideración. Por una parte, en cuanto a géneros se ha caracterizado por la ya habitual disparidad, casi la alternancia, entre dramas, comedias y thrillers (estos inevitablemente entreverados de drama, o viceversa), y también por un muy diverso acierto, desde obras de remarcable interés, como Blue Jasmine (2013) a otras de muy inferior interés. Libre de las ataduras del obsesivo protagonismo farrowiano, que tan bien le funcionó al principio de esa etapa pero tanto le coartó en la segunda, el cine de la época Soon-Yi parece ecléctico, ajeno a otras cuestiones que no sea la inspiración, esa arpía.



Pie de foto: Diane Keaton y Woody Allen en Annie Hall.