Proseguimos en esta segunda parte del díptico con una revisión, sin carácter exhaustivo, de la forma en la que ha reflejado el cine la temática LGTBI durante los últimos doce meses; si en el capítulo anterior hablábamos de España, Europa y África, en esta nueva entrega completaremos el repaso con Estados Unidos y Canadá, Latinoamérica y Asia.
Estados Unidos/Canadá
Como cabría esperar, el país de las barras y estrellas, aunque hasta principios de este año ha tenido que soportar a Donald Trump en el despacho más poderoso de la Tierra, ha presentado en estos últimos doce meses una amplia y variada representación sobre temática LGTBI, como suele suceder desde hace años. Quizá la más emblemática sea Los chicos de la banda, la nueva versión que del clásico homónimo de William Friedkin de 1970 ha realizado ahora Joe Mantello. Habrá que recordar que aquel film de Friedkin, quizá imbuido del reciente espíritu liberador de Stonewall, cuyos hechos sucedieron el año anterior a su rodaje, fue la primera película que dio una imagen normalizada sobre los gays, cuando estos en el cine americano (vale decir en todos los cines del planeta hasta esa fecha) eran vistos bien como hazmerreir, bien como pervertidos, o peor aún, como las dos cosas a la vez. Esta nueva versión de aquel clásico aporta también como novedad que todos los actores que intervienen son, efectivamente, militantemente gays, entre ellos Jim Parsons, el famoso Sheldon Cooper de la célebre serie The big bang theory, o Zachary Quinto, el Spock de las nuevas pelis de Star Trek. Habrá que citar también, por la visibilidad que le otorga su director, a la canadiense Falling, debut en tal tarea del actor Viggo Mortensen, que se reserva el papel del hijo gay de un ultraconservador anciano, que habrá de mudarse con su vástago por problemas de salud, con los previsibles choques entre ambos.
Las relaciones familiares serán también el ámbito en el que se desarrollarán algunos otros títulos USA con temática LGTBI; por ejemplo, Joe Bell, con dirección de Reinaldo Marcus Green y con el inesperado protagonismo de la estrella Mark Wahlberg, inesperado por cuanto es conocida su posición muy conservadora en cuestión de sexo; aquí, sin embargo, encarnará la figura de un padre ideológicamente tradicional pero que se embarcará en una batalla para luchar contra el “bullying” que se ha desatado contra su hijo adolescente gay (al final va a ser verdad que hay que creer en la conversión de los pecadores...). Un tema muy distinto, aunque también de corte familiar, será el de Stage Mother, con dirección de Thom Fitzgerald, donde una madre también tópicamente conservadora heredará... el club “drag” de su hijo...
La adolescencia y la complicada salida del armario en esas edades será el tema de un par de films, en muy distinto tono: así, The prom, que cuenta nada menos que con Meryl Streep en su elenco, con dirección de Ryan Murphy, es un film de corte festivo que presenta la (más bien improbable) convocatoria de famosos de la farándula para que una chica pueda ir a su fiesta de graduación con su novia. En una clave mucho más dramática, Minyian, dirigida por Eric Steel, plantea el caso de un joven judío en familia ortodoxa que se da cuenta de su homosexualidad pero tiene serios problemas para exteriorizarla en su hogar, en una historia ambientada en los años ochenta en Nueva York.
También dentro de un contexto religioso no precisamente propicio, Breaking fast, dirigida por Mike Mosallam, presenta a su protagonista, un devoto musulmán en California, y cómo el mes de ayuno del Ramadán será muy distinto con un norteamericano que le ayuda a romper ese ayuno al llegar la noche, alguien que será algo más que un amigo. El drama de una pareja homosexual en la vejez estará representada por Supernova, con dirección de Harry Maqueen, y con dos actores tan conocidos como Colin Firth y Stanley Tucci al frente del reparto, en una historia de amor, abnegación y Alzheimer. El carácter interracial de una relación gay será el tema de Cicada, con dirección de Matthew Fifer y Kieran Mulcare, en una historia en la que ambos miembros de la pareja habrán de afrontar sus respectivos traumas para poder seguir adelante con sus vidas.
En una línea muy distinta, Potato dream of America es, en clave de comedia agridulce y más bien disparatada, el relato autobiográfico de Wes Hurley (nacido Vasili Naumenko), un chico gay en la URSS que, con buen criterio, en cuanto pudo se las piró de su país: ya sabemos cómo se las gastan en la tierra de Putin con las personas LGTBI... Aunque para film raro, El mundo que viene, con dirección de Mona Fastvold, que mezcla, ¡oh, cielos!, lesbianismo y wéstern, en una historia ambientada a mediados del siglo XIX en el Far West, época y lugar poco propicias para las relaciones sáficas.
Latinoamérica
Aunque perteneciente por cultura y civilización a eso que se suele llamar “Occidente”, lo cierto es que, en lo tocante a relaciones sexuales, en los países que habitualmente llamamos iberoamericanos o latinoamericanos las personas LGTBI no suelen estar precisamente bien vistas, al tratarse de sociedades enraizadamente conservadoras (da igual que “supuestamente” sean izquierdistas: véase la persecución que históricamente han desarrollado contra los gays en Cuba y más recientemente en Venezuela). Así que en todos los países al sur del río Grande, en general, suelen tener bastantes problemas a la hora de asumir que haya gente con una sexualidad diferente a la que se le presupone por su sexo.
Sin embargo, a veces hay sorpresas: Argentina, por ejemplo, fue, tras el advenimiento de la democracia tras la dictadura de Videla, Viola y Galtieri (que tienen nombre como de Los Tres Sudamericanos), un país donde costó mucho que en cine (y, obviamente, en la sociedad, del que el cine es reflejo) se aceptaran más sexualidades que las estándar. Hubo algunas películas que afrontaron el tema, como Adiós, Roberto (1985) y Otra historia de amor (1986), pero en general la posición preponderante distaba mucho de la tolerancia que se le supone a una sociedad avanzada. Sin embargo, con la llegada del siglo XXI la cosa ha cambiado sustancialmente, y desde entonces se han hecho muchas e interesantes propuestas que incluían temáticas LGTBI, con títulos como Plata quemada, Plan B o El ángel. Ello se confirma con la cosecha de estos últimos doce meses, en la que encontramos, al menos, tres títulos argentinos relativos a estas temáticas. Así, El gigante es la nueva propuesta de Marco Berger, cineasta especializado precisamente en temas de corte homoerótico, presentando aquí a un adolescente que carga con el secreto de su descubierta atracción hacia las personas de su mismo sexo, en un ambiente no demasiado propicio. Cambiando radicalmente el tono, y haciendo de su película una fiesta desinhibida, Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el clóset es el desopilante título de la desenfrenada propuesta de Nicolás Teté, con el tema de la salida del armario en el contexto familiar como centro y eje, pero sin dramas, más bien con risas cómplices. Y Emilia, dirigida por César Sodero, es la apuesta por un tema de sexo lésbico, con mujer que vuelve a su pueblo tras la ruptura con su novia, y cómo ese regreso la llenará de sensaciones, algunas positivas, otras (las que le empujaron a marcharse, por la dificultas para expresar su sexualidad) no tanto.
De Chile cabría decir algo parecido a lo comentado sobre Argentina: tras la caída de la Dictadura de Pinochet, la LGTBIfobia no cesó tan fácilmente, y de hecho es difícil rastrear títulos durante la última década del siglo XX tras la caída del régimen del infausto general. En esta vigesimoprimera centuria, sin embargo, las cosas han cambiado sustancialmente, y ya hay títulos de mérito con las temáticas que comentamos, como El club, Marilyn o El príncipe. De esta forma, nos ha llegado en los últimos tiempos el intenso drama La nave del olvido, con dirección de Nicol Ruiz Benavides, con una relación lésbica inesperada que llega cuando menos se piensa, ya a edades avanzadas, pero en un lugar que no está preparado para este tipo de relaciones. En un tono muy, muy distinto, Tengo miedo torero (sic, sin coma para el vocativo... o quizá es que no hay vocativo...) es una dramedia con romance más bien tirando a impensable (aunque nada es imposible, claro...), entre un travesti de pluma desaforada y un concienciado guerrillero antipinochetista, con dirección de Rodrigo Sepúlveda.
México es el gran país (por demografía, por cultura, por tantas cosas) de Iberoamérica, de los países de cultura hispana; es también un país de reconocida impronta machista (no descubrimos nada, claro), pero es cierto que eso también está cambiando. Ya en el último cuarto del siglo pasado hubo algunas significativas muestras de cine de temática homo, como El lugar sin límites, del gran Ripstein, o Doña Herlinda y su hijo, del interesante Hermosillo. En este siglo XXI, como sucede en Argentina y Chile, se incrementan las pelis en las que se tratan temas LGTBI, con títulos como Y tu mamá también (con las estrellas locales Gael García Bernal y Diego Luna, más nuestra Maribel Verdú), El cielo dividido o Cuatro lunas. En los últimos meses la producción no decae, y la cinematografía mexicana ha rodado films como El baile de los 41, película de David Pablos que refleja el escándalo ocurrido cuando, a principios del siglo XX, una redada policial descubrió un baile privado en un domicilio particular, con la peculiaridad de que todos eran hombres y muchos estaban vestidos de mujer, y la mayor parte de ellos pertenecían a las altas esferas del país, yerno del presidente incluido... El hermano de Alfonso Cuarón, Carlos, es el responsable de Amalgama, una comedia ambientada en un congreso de dentistas, donde los calores caribeños pueden hacer que se actúe un tanto desmelenadamente (también en sexo...). Y también en clave de comedia (qué bueno que ese sea una de los tonos preponderantes en la temática, como señal de normalización), la cinematografía mexicana ha producido recientemente Los trapos sucios se lavan en casa, con dirección de Diego Muñoz y con empleadas del hogar que están hasta el moño y se ponen el mundo por montera (también en sexo, claro...).
En Colombia no hay mucha tradición de cine de temática LGTBI; en el siglo XX cabría recordar, como mucho, La virgen de los sicarios. En este siglo XXI tampoco hay gran cosa, pero sí en los últimos doce meses: Nowhere, con dirección de los hermanos David y Francisco Salazar, presenta el drama de un joven gay colombiano residente en Nueva York, y al que una orden de expulsión hacia su país natal le hace tener que enfrentarse dramáticamente con una realidad familiar y social que no acepta su opción sexual.
En Brasil sí tienen cierta tradición de cine LGTBI; recordemos en el siglo XX la famosa Pixote, de Héctor Babenco. En el último año la cinematografía carioca también ha aportado un nuevo título a la cuestión que comentamos, Vento seco, dirigido por Daniel Nolasco, un drama que llevará lo que en principio es una relación de follamigo a los procelosos senderos de los celos y del delirio, con personajes que parecen sacados de las calenturientas historias de Tom de Finlandia.
La muy tradicional Guatemala, como en general toda Centroamérica, no parece que sea un lugar propicio para otras sexualidades. Sin embargo, de ese país cuya capital se llama igual que el estado, nos ha llegado en estos últimos meses la curiosa Los fantasmas, un esforzado título de Sebastián Lojo que busca reflejar la vida de un guía turístico de día y chapero de noche, faceta esta última en la que facilita el robo a los turistas con los que se acuesta, en una historia sobre la supervivencia en un país donde esa es la primera y casi única opción vital cotidiana.
Asia
El gran continente asiático, a efectos del cine de temática LGTBI (y, causalmente, de su tolerancia y respeto hacia otras opciones sexuales distintas a la heterosexual), se podría dividir idealmente en tres grandes zonas geográficas, que se corresponderían con esas convenciones que vienen a denominar Oriente Próximo a la zona de Israel, Palestina, Turquía, Líbano, Irán y resto de repúblicas y monarquías musulmanas colindantes; Oriente Medio, en donde englobaríamos las llamadas oficiosamente “repúblicas túrquicas” (Turkmenistán, Azerbayán, Tayikistán, Uzbekistán...), y Afganistán, así como el subcontinente hindú (India, Pakistán, Bangladesh...); y Extremo Oriente, donde estaría el gigante de la República Popular de China, más sus primos de Vietnam, Laos, Camboya y Corea del Sur, entre otros, pero también, como gran contrapeso político y económico, Japón. Por encima de todos (literalmente, en todos los mapas), Rusia, que se extiende desde el Próximo Oriente hasta el Extremo Oriente, incluso, como Buzz Lightyear, “...y más allá”...
En la primera gran zona geográfica habrá que decir pronto que el único país donde las personas LGTBI gozan generalmente de respeto es Israel; sí, es cierto que hay partes de esa sociedad, como la minoría ultraortodoxa judía, que no es precisamente proclive a ello, pero en general, como en toda democracia avanzada (e Israel lo es), prima la aceptación y la tolerancia hacia gays, lesbianas, etcétera. De hecho, durante este siglo se han hecho varias interesantes aportaciones en el estado judío a las temáticas LGTBI, como Yossi & Jagger, la historia de amor de dos soldados gays, o la notable Caminar sobre las aguas, e incluso más recientemente, y también más espinosamente, Out of the dark, presentando en pantalla el idilio de dos adversarios políticos, un palestino y un israelí. Eytan Fox, precisamente el director de la mentada Caminar sobre las aguas, él mismo militantemente gay, es el autor de Sublet, a la que nos referimos como una de las últimas producidas en el país de la estrella de David sobre la temática que tratamos, y que presenta una historia en la que se desarrolla el choque entre dos generaciones de hombres gay, un maduro y un joven, y cómo es posible el acercamiento entre dos visiones distintas del mundo.
Ni que decir tiene que en el resto de países de esta zona geográfica que denominamos convencionalmente Próximo Oriente, las temáticas LGTBI ni están, ni se las esperan... Cabe decir lo mismo de lo que llamamos Oriente Medio, con las repúblicas túrquicas, Afganistán, India y sus países relacionados, todos ellos demasiado influidos por sus extremistas visiones religiosas. Para encontrar nuevos ejemplos de este cine tenemos que llegar al Extremo Oriente, concretamente a China, donde en los últimos años del siglo pasado y lo que va de este la postura oficial del omnipotente Partido Comunista ha pasado de la intransigencia absoluta a una cierta tolerancia. Ello se reflejó ya en títulos un tanto lejanos como Palacio Oriental, Palacio Occidental o Lan Yu. En el último año nos ha llegado desde el gigante chino Suk Suk, que explora un tema poco tratado, el de dos hombres casados que han reprimido durante toda su vida su homosexualidad, y que finalmente podrán expresarla al llegar su jubilación. De otro de los estados étnicamente chinos, Taiwán, donde disfrutan de una democracia perfectamente homologable con las occidentales (sí, desde los años ochenta, que antes bien que padecían la dictadura del Kuomintang, el terrible Partido Nacionalista Chino; después, en la China continental, le echaría la pata, en cuanto a “terribilidad” –perdón por el palabro...— el Partido Comunista Chino...), nos ha llegado en este último año Llevo tu nombre grabado, película dirigida por Kuang-Hui Liu, situada en los estertores de la dictadura, la historia de un adolescente enamorado de un amigo al que identifica con el protagonista de Birdy, de Alan Parker, sentimiento que tendrá que reprimir, hasta que muchos años después, ya adulto, ambos se reencuentren...
Corea del Sur, los industriosos primos chinos de la torturada península coreana, mantiene una democracia plena desde finales de los años ochenta, como los taiwaneses, por lo que su cine con temática LGTBI es relativamente habitual. Este año su aportación es Wish you, con dirección de Seong Do Joon, la historia de un músico callejero de inusitado talento que será descubierto para la fama por el empleado de una discográfica, lo que le permitirá darse a conocer, pero también encontrar sentimientos inesperados con su descubridor.
De Japón poco hay que decir: su democracia es fuerte y el hecho de mantener simbólicamente un emperador no altera esa percepción. Del país nipón citaremos este año un par de títulos con temática LGTBI: Contigo a muerte, de Ryuchi Hiroki, que plantea una historia de amor lésbico, con una de las mujeres de la pareja que es sistemática y brutalmente maltratada por su marido, lo que dará lugar a un previsible asunto criminal; y His, de Rikiya Imaizumi, que plantea un amor homoerótico surgido en la adolescencia, truncado por lo que se espera de los amantes cuando llegan a la edad adulta, y la posibilidad de su recuperación cuando las circunstancias cambian.
Ilustración: Jim Parsons y Andrew Rannells, en una imagen de Los chicos de la banda (2020), de Joe Mantello.