Referencias a Unamuno en películas de Basilio Martín Patino: Nueve cartas a Berta y Caudillo
Basilio Martín Patino, en Nueve cartas a Berta (1966), incluye, en el bloque titulado “La noche”, un recuerdo a Unamuno puesto en boca de un profesor exiliado, docente en Harvard, que ha sido invitado para impartir una conferencia en la Universidad salmantina. Celebrada ésta, cenan en un restaurante, y a la salida, el grupo de universitarios, alumnos y profesores, dan un paseo nocturno por las calles de Salamanca y alaban el carácter arquitectónico e histórico de sus principales monumentos; entre otras conversaciones, el viejo profesor declara su añoranza ante la Casa de las Conchas o la estatua de Fray Luis, y rememora “aquella habitación última... ¡cuántas horas de charla oyéndole en sus interminables monólogos!; aprendiendo de él su gran curiosidad por todo, llenándonos de sugerencias. De allí salieron sus mejores libros. Era un magisterio…”
Posteriormente, Patino publicó unas reflexiones con ocasión del estreno de su película Caudillo (El País. 16, octubre, 1977). En el apartado “Hay películas que se te crían dentro” explica: “Yo, español medio, inconformista del montón que no sufrí nunca directamente el salvajismo de la guerra, confortado con la tradición de derechas de toda la vida, debí empezar a rodar mentalmente Caudillo, como la mayoría de los españoles de mis circunstancias, al despertarme a la razón. Todavía no sabía que iba a poder ser director de cine cuando, estudiante de Filosofía y Letras, se me prohibía leer a Antonio Machado, a Lorca, a Miguel Hernández, a Neruda, a León Felipe o a Unamuno; mientras, mi gloriosa Universidad de Salamanca revestía de doctor “honoris causa” al Generalísimo. Y no precisamente en los días aciagos de Millán Astray, sino casi veinte años después”.
En Caudillo (1977), Basilio M. Patino incluye varias secuencias que hacen referencia a los actos ocurridos en Salamanca tras la sublevación militar de Julio de 1936 y la toma consiguiente de la ciudad.
Así, la ceremonia solemne de la constitución del “Instituto de España”. Mientras vemos cómo se desarrolla, la banda sonora nos informa:
“En Salamanca, en el paraninfo de la gloriosa Universidad, los académicos numerarios prestan juramento de fidelidad a Dios, al Imperio Español y al Jefe del Estado, al constituirse el Instituto de España.
El secretario Señor D´Ors da lectura a la fórmula de juramento que dice así: - ¿Juráis a Dios y a los Ángeles Custodios servir perpetua y lealmente ante España en su tradición viva, en su catolicidad que encarna el Pontífice de Roma, en su continuidad, hoy representada por el Caudillo salvador de nuestro pueblo?
Los académicos con la mano sobre el Evangelio, juran, terminando con vítores a España y al Caudillo, que son contestados con entusiasmo delirante. Puestos en pie los asistentes, contestan con el grito de ¡Presente!”
Del mismo modo, se ofrecen imágenes de marzo de 1937, con la presentación de los embajadores de Hitler y Mussolini, así como, un mes después, el “acto de unificación de las fuerzas nacionales”.
Último testimonio de Unamuno
La referencia a Unamuno en Caudillo era inexcusable; a falta de imágenes cinematográficas sobre el acto en la Universidad con el enfrentamiento entre el rector y el general legionario, Patino ofrece el denominado “Último testimonio de Unamuno”. La voz en off nos hace llegar la declaración del catedrático, ya en arresto domiciliario, mientras al espectador se le ofrecen imágenes del escritor, fragmentos del manuscrito, fotografías del acto en el rectorado, de la Plaza Mayor, de la Casa de las Conchas, de la fachada de la Universidad, del entierro del escritor. Oímos:
“Vencer no es convencer. Venceréis porque tenéis la fuerza, pero no convenceréis porque os falla la razón. La vuestra es solamente una guerra incivil. Se habla de una guerra de ideas, pero en esta guerra no hay ninguna idea a debatir. En España hay una epidemia de locura. Estamos ante una ola de destrucción. No se oyen sino voces de odio a la inteligencia y de muerte. Esto es el suicidio moral de España: una salvajada anticristiana, antieuropea. Esto es la militarización africana pagano imperialista. Un estúpido régimen de terror. Aquí se fusila sin formación de proceso; se asesina sin causa y son horribles las cosas que cuentan de las hordas llamadas rojas, pero no hay nada peor que el maridaje de la mentalidad de cuartel con la de sacristía porque el grosero catolicismo tradicional español apenas tiene nada de cristiano. ¡Qué cándido y ligero anduve al adherirme al movimiento de Franco que se ve arrastrado en ese camino de perdición! La dictadura que se avecina va a ser la muerte de la libertad, de la dignidad del hombre. Todos cuantos están emigrando no volverán a España; no podrán volver, como no sea vivir aquí desterrados y envilecidos. ¡Pobre España! ¡Pobre España!”.
Aspectos biográficos de Unamuno en dos películas contemporáneas: La isla del viento y Mientras dure la guerra
Tras la presencia de Unamuno como personaje en su propia obra “Niebla” y en sus adaptaciones para cine o televisión, tal como hemos dicho en capítulos precedentes, comentaremos seguidamente las películas contemporáneas donde el escritor y catedrático es figura capital.
Le cabe el honor a Manuel Menchón haber sido el primer director que ha llevado a la pantalla la figura de don Miguel de Unamuno en un específico segmento de tan personal biografía; su película La isla del viento, estrenada en 2016, relata el destierro del escritor en la isla canaria de Fuerteventura durante los meses de marzo a julio de 1924. José Luis Gómez interpreta al escritor vasco
La vida del insigne desterrado se enmarca, principio y final del film, con la celebración de la Fiesta de la Raza (octubre de 1936) en la Universidad de Salamanca; en el acto, se escenifica, según la leyenda, el enfrentamiento del general Millán Astray y el rector Unamuno, tras el cruce de sentencias, “Viva la muerte”, gritada por el primero, y “Venceréis, pero no convenceréis”, dictada por el segundo.
Por su parte, Alejandro Amenábar ha biografiado la última etapa vital del catedrático, encuadrándola en el inicio de la guerra civil; el film Mientras dure la guerra, estrenado en 2019, se centra en la reunión de generales favorables al golpe militar contra el gobierno de la República y al nombramiento de Francisco Franco como generalísimo de un nuevo estado. Al tiempo, señala el posicionamiento de don Miguel ante las nuevas autoridades. Karra Elejalde interpreta al señor de Unamuno en fechas y momentos tan cercanos al comienzo de “la cruzada” como a su muerte, ocurrida el último día de 1936.
El acto político en la Universidad de Salamanca
Ambos títulos describen el mencionado acto, si bien situándolo en lugares distintos en cada narración. Menchón lo utiliza como introducción y final de su película (diciembre, 1936), para, mediante un flash-back, ofrecernos el destierro del escritor en la isla de Fuerteventura. El personaje de Cala, niña en la isla (Suamira Gil), joven en la capital salmantina (Ruth Armas), enlaza las distintas temporalidades y es testigo de cuanto espera de su admirado don Miguel respecto de la lucha fratricida que se ha iniciado. Amenábar, con mejores medios de producción, aporta diferentes perspectivas y se permite un montaje donde la caótica situación motivada por encontrados planteamientos ideológicos subraya y enfatiza la agresividad de la mayoría, autoridades y falangistas, contra aquel personaje singular, rector de la universidad.
El acto fue radiado, aunque la intervención de Don Miguel difícilmente pudo oírse fuera del recinto por efectuarse lejos del micrófono. La ausencia de una cámara cinematográfica en el lugar impidió otorgar la correspondiente objetividad a hechos y palabras de unos y de otros; según algunas fuentes, las intervenciones fueron recogidas taquigráficamente. El relato subjetivo de los presentes, las particulares y partidistas opiniones de los ausentes, en momentos bélicos tan delicados, han ofrecido versiones divergentes sobre actuaciones, oradores y oratoria. En cualquier caso, el rigor histórico de distintos libros, “Vida de Don Miguel”, del periodista Emilio Salcedo, “Agonizar en Salamanca”, del escritor y cineasta Luciano G. Egido y los de Jean Claude y Colette Rabaté, investigadores franceses, aportan suficientes garantías para recrear una cinematográfica escenificación, al margen de ciertas inexactitudes que documentos y fotografías del momento pudieran poner en entredicho.
Unamuno en Fuerteventura
El destierro de Unamuno fue ordenado por el general Miguel Primo de Rivera tras el acuerdo del Directorio Militar; Alfonso XIII firma la real orden que incluye el cese de sus cargos académicos, la supresión del sueldo y su traslado a Fuerteventura. A partir de este momento, los escritos despectivos contra el monarca y, especialmente, contra el general, continuaron en la misma línea de tiempos precedentes. Las variantes en torno al “crapuloso y calavera” (con ejemplificaciones relativas a la prostituta La Caoba) se pueden leer en escritos de la época o en su poemario “De Fuerteventura a París”. Veamos un ejemplo:
“El pobre botarate de Primo de Rivera, frívolo con frivolidad invencible y hueca por dentro y por fuera, en la carta que escribió al director de “Le Quotidien” - ¡él, un dictador, rectificándome en carta a un diario! - decía, entre otras necedades, que me querría “exento de pasión”. ¡Exento de pasión! ¿Qué entenderá de eso el pobre tonto?
La pasión, como le contesté desde el mismo diario, es la fuente de la acción, y, en cambio, la frivolidad, la botaratería de señorito crapuloso y calavera —la calavera no tiene seso— no engendra más que gestos, ademanes. Los pobres tontos creen que el gesto es acción y pasan por el cinematógrafo gesticulando. Y ladrando. Excepto alguno que aúlla”.
Unamuno llegó como forzoso exiliado a Fuerteventura el 10 de marzo de 1924, acompañado por el diputado Rodrigo Soriano (Fabián Álvarez), y salió, camino de París, el 9 de julio, en exilio voluntario. Al político se le desterró por “no tener la boca cerrada” y al catedrático por “no tener la pluma quieta”. Allí llegó “ligero de equipaje” y con una biblioteca mínima: “No me traje conmigo a este confinamiento de Fuerteventura más que tres libros que caben en un mediano bolsillo: un ejemplar de ”El Nuevo Testamento”, en su original griego… y dos ediciones microscópicas, vademécum, de “La Divina Comedia” de Dante y de las “Poesías” de Leopardi”.
Amistades
El tiempo que Don Miguel vivió en la isla hizo grandes amistades: la familia Castañeyra, Ramón (Enekoiz Noda) y José (Ciro Miró); el párroco Don Víctor (Víctor Clavijo); otros nativos como Don Pancho (Pepe Batista), Don Paco (Isidro Morales), el Hormiga (Juan Carlos Tacoronte), etc. Con ellos mantuvo estrecha relación, además de una tertulia, y de ellos recibió préstamos de libros que ampliaron sus conocimientos sobre las Canarias y, muy especialmente, sobre características geográficas e históricas de Fuerteventura. Durante su estancia, residió en un humilde hotel, “hotel-prisión” lo llamó él, y en sus habitaciones, “soleadas celdas”, escribió artículos, cartas y, muy especialmente, un conjunto de sonetos que responden, como título de libro, a “De Fuerteventura a París”; más allá de las características propias del poemario y de sus diversa temática en cada uno de los poemas, tienen un altísimo interés las notas que acompañan a la mayoría de ellos, donde el autor explica circunstancia, suceso o motivo relativos a su inspiración. Leemos: “Empiezo a escribir estas notas... en esta isla de Fuerteventura, una de las que se llamaron Afortunadas. Y de veras que es afortunada, a pesar de la resignada sed que mortifica a su tierra, pues que no hay en ella ni cine, ni equipos de football, ni bueyescautos o como se diga. Ni pita el tren, sino que pasa solemne y pausado, el camello… Mar y cielo le están cantando a esta sedienta isla la canción silenciosa del largo sueño sin despertar”.
Delfina Molina, argentina
Entre las visitas que Unamuno recibió en su confinamiento están “mi amigo del alma Mr. Crawford Flitch, el traductor al inglés de mi obra: “Del sentimiento trágico de la vida” y que se pasó allí, en la bendita isla, cuarenta días, toda una cuarentena, acompañándome”.
La película de Menchón ha prescindido de este personaje. Por el contrario, se sirve de la argentina Delfina Molina (Ana Celentano), una ferviente admiradora de don Miguel, enamorada de él y capaz de presentarse en la isla para conocer al escritor con el que llevaba carteándose muchos años. Los guionistas hacen de ella una adinerada romántica que deja familia en Sudamérica para reunirse con el desterrado escritor y poder convertirse – era su deseo- en compañera y protectora. La reacción del severo maestro no se deja esperar y, tras salvarla de las aguas del océano, le señala el camino de vuelta a su país. Más allá de su contacto con Unamuno, en la biografía de esta mujer concurren numerosos méritos intelectuales y profesionales en el ámbito de la ciencia química, además de sus intereses en la creación literaria. De alguna manera, en el film que comentamos viene a simbolizar el prestigio y el atractivo que don Miguel representó para tantas mujeres de su época, como lo demuestran los miles de cartas recibidas por el escritor a lo largo de su vida.
Don Víctor o San Manuel Bueno
Otro personaje altamente significativo es Don Víctor, el párroco de Puerto Cabras, “nuestro excelente amigo y más constante compañero de paseo”. Tal como lo presenta la película, es un cura tan joven como conservador, amigo y siervo de los capitalistas, además de maestro de la escuela donde enseña un personal catecismo Ripalda a los escasos y pobres alumnos del entorno. La relación entre don Miguel y el eclesiástico es tensa cuando el primero descubre la falta de fe en este miembro de la iglesia católica; el ajuste de cuentas no se hará esperar. Más allá del combate dialéctico, la escena del entierro del niño, remite de inmediato a la novela “San Manuel Bueno, mártir”. En efecto, aquel sacerdote de Valverde de Lucerna, la aldea situada entre la montaña y el lago, era un santo para su feligresía, pero guardaba el secreto de su falta de fe. Por eso cuando introduce en el culto el recitado colectivo del Credo, “no era un coro, sino una sola voz, una voz simple y unida¸ fundidas todas en una y haciendo como una montaña (…) Y al llegar a lo de la resurrección de la carne y la vida perdurable, la voz de don Manuel se zambullía, como en un lago, en la del pueblo todo, y era que él se callaba”. En La isla del viento, el hecho se repite cuando, en el entierro del pequeño Juan, el sacerdote don Víctor reza el Padrenuestro; aunque asegura las dificultades para comprender el sinsentido de esta muerte, aconseja mantener la fe. Mediada la oración, rezada al unísono por los asistentes, Don Víctor, como Don Manuel, calla y deja al pueblo solo en el rezo…
José Luis Gómez: Unamuno
La interpretación de José Luis Gómez como Unamuno es excelente. Nos parece un trabajo surgido desde su interior, desde su amplia faceta de intelectual capaz de mostrarse enérgico o apacible, belicoso o transigente, agradecido o cascarrabias. Acaso el retrato de Unamuno pintado por Gutiérrez Solana tenga cierta relación con este Don Miguel cinematográfico.
Ilustración: José Luis Gómez como Unamuno en La isla del viento
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