A veces los trágicos sucesos de la vida real tienen su repercusión en la ficción cinematográfica: es el caso. En agosto de 2020 moría a los 43 años Chadwick Boseman, el carismático actor afroamericano que interpretó el superhéroe marveliano protagonista de Black Panther (2018), que también había aparecido como tal, aunque como personaje secundario, en otros films de la famosa casa de cómics, como Capitán América: Civil War (2016) y el díptico que finiquitó la franquicia de Vengadores en su conjunto, Infinity War (2018) y Endgame (2019). Boseman fallecía tras una larga enfermedad que había guardado en secreto. Ese año Marvel tenía en cartera el proyecto Black Panther: Wakanda forever, que debía dar continuación a la primera película de la saga de esta “Pantera Negra”, pero al morir su carismático protagonista, se decidió cambiar la historia e incluir la muerte del rey T’Challa, el “alter ego” de Black Panther, en esta secuela, aunque manteniendo la presencia de Boseman en algunas imágenes a modo de homenaje; de hecho, la película está dedicada a él.
De esta forma, se cumple aquello de hacer de la necesidad virtud, y en base a ello la historia se inicia precisamente con la princesa Shuri, la hermana de T’Challa, desesperada porque no consigue una fórmula medicinal que consiga salvar a su hermano, víctima de una grave enfermedad. Cuando T’Challa muere, una civilización oculta de seres anfibios de color azul, comandados por el rey Namor, ataca a Wakanda y exige que les entreguen a la ingeniera norteamericana que ha inventado un detector de vibranium (el avanzado elemento químico que ha propiciado el fortísimo progreso de los wakandianos, y que también poseen secretamente los súbditos de Namor), o atacarán el país de Shuri y Ramonda, la reina madre...
La primera película de la franquicia, Black Panther, recaudó en todo el mundo la bonita cifra de casi 1.350 millones de dólares USA, multiplicando casi por siete su presupuesto, así que estaba cantado que habría secuela. Con el hándicap de haber tenido que cambiar el guion ante la muerte de Boseman (y, consecuentemente, la de su personaje T’Challa), sin embargo entendemos que esta segunda parte aguanta razonablemente bien el envite, teniendo en cuenta que la película cuenta con un buen ritmo narrativo, que no decae prácticamente en todo el metraje, a pesar de su larga duración. Por supuesto, a este tipo de cine no se le pueden pedir grandes conflictos dramáticos ni emocionales, a pesar de lo cual algunos hay, aunque de intensidad moderada.
Es curioso porque los cómics, como bien sabemos, se nutren de muchos veneros, como el de las diversas mitologías que el ser humano ha ido creando a lo largo de la Historia; aquí es llamativo, por ejemplo, la figura del villano, el rey Namor, que resulta ser nada menos que Kꞌukꞌulkaan, el dios-serpiente emplumada de los mayas, pero su representación lo asemeja más a una especie de fusión de dos divinidades de la mitología griega clásica, Poseidón, el dios del mar, y Hermes, el mensajero de los dioses, una deidad con alas en los pies, como las que posee Namor.
Este préstamo de elementos ajenos, de elementos culturales de otras civilizaciones, nos parece plausible y desde luego no seremos nosotros quienes lo fustiguemos ni denunciemos. El cine es, ya lo sabemos, un arte de crisol, un arte donde cabe todo, donde todo vale siempre que se haga con gracia, con donosura, con (nunca mejor dicho...) arte.
Black Panther: Wakanda forever tiene una nota de interés adicional: si la primera parte, la protagonizada por Boseman, funcionó como una especie de puesta al día del fenómeno conocido como “blaxploitation” (fenómeno surgido en los años setenta, con audiovisuales en cine y televisión específicamente dirigidos hacia la comunidad afroamericana), esta nueva entrega de la franquicia añade a esa puesta al día otro elemento interesante y muy actual, el del empoderamiento de la mujer; así, prácticamente toda la película está comandada, en todas sus formas, por mujeres, desde la princesa Shuri a la reina madre Ramonda, desde la general Okoye a la ingeniera Williams, entre otras. Los personajes masculinos son escasos: el villano, sí, pero como tal, un rol negativo, interpretado por un actor hispano, Tenoch Huerta, por cierto visto en el cine español hace unos años, en un papel secundario pero importante, en El autor (2017), de Manuel Martín Cuenca; así, el agente de la CIA que interpreta Martin Freeman se convierte prácticamente en el único varón, blanco, protestante y anglosajón (los famosos WASP que han monopolizado la Historia del Cine hasta ayer por la mañana, como quien dice...) del film, en un personaje no precisamente lucido, y que permite alguna humorada de las varias que se deslizan en la película, lo que ciertamente se agradece.
Film entretenido aunque evidentemente sin grandes pretensiones más allá de reventar (otra vez) las taquillas, Wakanda forever tiene en sus dos peculiaridades (cine abrumadoramente interpretado por afroamericanos, y en especial, por afroamericanas...) su mejor baza distintiva con respecto a otros productos de Marvel, aunque es cierto que ésta, de la mano de sus jefes de Disney, últimamente están introduciendo personajes femeninos potentes, y ya como protagonistas, no como meras secundarias.
Ryan Coogler, el cineasta afroamericano responsable del primer capítulo de la franquicia, vuelve a hacer aquí un trabajo competente y profesional. Llama la atención, eso sí, que algunos efectos digitales, como los que muestran a Namor volando, resulten un tanto desdibujados, poco creíbles, lo que en una superproducción de esta envergadura resulta cuanto menos llamativo.
Correcto trabajo actoral, teniendo en cuenta que con frecuencia las actrices y actores tienen que interactuar con la nada, a la espera de que los ordenadores generen las imágenes correspondientes para completar las escenas. Especial mención para Angela Bassett, como siempre segurísima, pero también la joven Letitia Wright, un nuevo y pujante valor de la interpretación, a la que auguramos un gran porvenir.
(17-11-2022)
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