Pelicula:

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Imanol Rayo (Arbizu, 1984) es un guionista y director navarro que estudió cine en Andoain y Urnieta, en esta última localidad bajo la férula del guionista vasco-francés Michel Gaztanbide. Como director ha rodado hasta ahora un corto y un largometraje, Dos hermanos (2011), sobre un relato de Bernardo Atxaga, que revelaba ya que Rayo tiene especial interés en las relaciones familiares, en concreto en las fraternales.

Ese es uno de los temas, aunque no el único, de este thriller que se quiere de alguna forma etnicista, Campanadas a muerto, basado en la novela 33 ezkil (33 campanas), primer libro publicado por la escritora guipuzcoana Miren Gorrotxategi tras haber ganado el premio Augustin Zubikarai. El film se ambienta inicialmente en el año 2004, momento en el que conoceremos a la adusta familia compuesta por Fermín y Karmen Araia, que viven en un caserío en la Euskadi profunda. Fermín, mientras cava en su propiedad para hacer trabajos de la finca, encuentra los huesos de una persona muerta; llama a su hijo, Néstor, único que le queda tras haber matado ETA en 1990 a su gemelo Aitor por ser secuaz a sueldo de su tío Estanis, capo del narcotráfico de la zona. Néstor llama a la Ertzaintza, pero a la mañana siguiente los huesos ya no están donde aparecieron...

El cine vasco viene desde hace años buscando caminos alternativos al que en los primeros tiempos de la democracia fuera prácticamente su tema monográfico, el del llamado “conflicto vasco” y su más importante derivada, el terrorismo en sus muy diversas facetas. El thriller vasco, lo que los anglosajones llamarían “basque noir”, tiene ya un cierto “corpus” fílmico interesante, con títulos como Todo por la pasta (1991), de Enrique Urbizu, y Salto al vacío (1995), de Daniel Calparsoro. Campanadas a muerto intenta avanzar también por esa senda, si bien nos tememos que el camino elegido por Rayo no ha sido el mejor.

Aunque la base argumental ofrecía interesantes posibilidades, con una historia de rencores familiares que se desarrolla en dos tiempos distintos, a principios del siglo XXI y en las últimas décadas del XX, lo cierto es que su plasmación nos ha parecido deficiente. Campanadas a muerto adolece de varios errores que empañan el inicial interés de la materia argumental, desde cierto acartonamiento en la puesta en escena hasta una llamativa falta de atención a los intérpretes, que actúan como buenamente pueden, estando entonces mejor los más seguros, como Itziar Ituño, y peor los que requieren un mayor control, como el joven Eneko Sagardoy, que estuvo espléndido en Handia (2017), donde evidentemente fue muy bien dirigido, pero que aquí está plano, sin diferencia apreciable en su doble personaje de los dos gemelos Araia. Otro de los errores de Rayo ha sido intentar un acercamiento en clave bressoniana a la película, con planos estáticos y confusas elipsis que, desde luego, están a años luz de las creadas por el cineasta francés. Es verdad que en algunos momentos acierta, como en la escena cuasi final rodada en el salón de la casa de Estanis, un plano fijo en el que entran y salen atropelladamente los personajes y donde la acción ocurre en buena parte fuera de cuadro, pero en general naufraga en la presentación de ese recurso cinematográfico, la elipsis, tan valiosa cuando se hace bien como lamentable cuando no se acierta en la diana.

Parece buscar también Imanol Rayo la creación de una cierta atmósfera telúrica, incluso recurriendo a coros de voces que recuerdan los creados por Ligetti en temas como Lux Aeterna o Atmosphères, que utilizaría Kubrick en la mítica 2001, Una Odisea del Espacio (1968), aunque nos da la impresión de que esos coros no “casan” con el tono del film, resultando demasiado trascendentes para lo que, en el fondo, no deja de ser un simple melodrama de cuernos, un dramón con rencillas familiares que se remontan a varias décadas atrás, y que en los primeros años del siglo XXI terminará como el rosario de la aurora. Con evidentes problemas de continuidad narrativa, la historia avanza a saltos, con frecuencia incoherentemente, y también demasiado a menudo con resoluciones desconcertantes, en un film desangelado, confuso, que no conecta nunca con el espectador. Es lacónica, pero no dice gran cosa con sus silencios, echándose en falta un guion mejor construido: el aportado por Joanes Urkixo no es precisamente una maravilla de precisión, mucho menos de sutileza.

Temáticamente se advierte una cierta voluntad etnicista, como apuntábamos al principio, pero siempre resulta desvaída, entre tantas idas y venidas con los diversos momentos cronológicos y la cocción de las querellas familiares que darán al traste finalmente con todo y con todos.

Estamos entonces ante un bronco drama familiar (amores cruzados, bastardos, herencias envenenadas, esqueletos en el armario, en este caso enterrados--...) con irisaciones de thriller, con alguna idea inicial interesante, como el hallazgo (y posterior desaparición) de los restos óseos de una persona asesinada lustros atrás, pero mal desarrollada por un cineasta al que, parece evidente, le convendría afinar mejor la puntería y contar con guiones mejor trabados.

Hay dos temas recurrentes en el film, la insistente aparición de gallinas que crían en el caserío, y que quizá sea una no precisamente sutil metáfora sobre el paterfamilias y su hijo Néstor, y la repetición de la frase lapidaria “la paz de los huesos”, para hablar de la tranquilidad de camposanto que confiere la cualidad de estar muertos. Puestos a ver la botella medio llena, hemos preferido este último tema para titular esta crítica...

(16-04-2021)


Campanadas a muerto - by , Apr 16, 2021
1 / 5 stars
La paz de los huesos