Estamos ante un excelente melodrama de implicaciones psicológicas, dirigido por uno de los grandes maestros de la dirección escénica teatral de Estados Unidos, Elia Kazan, un hombre nacido en Estambul, aunque de origen griego, emigrado con su familia en los primeros años de su infancia. Establecido en Nueva York, donde estudió, pronto se labró una notable reputación como actor y más tarde como director teatral. Creó junto a Lee Strasberg el Actor’s Studio, la más famosa escuela dramática del mundo, de donde surgieron talentos como Marlon Brando, Paul Newman o James Dean.
Tentado por el cine, comenzó a dirigir películas cuando tenía treinta y seis años, en 1945, y hasta su último filme, en 1976, había rodado diecinueve cintas, entre las que hay algunas obras maestras como Viva Zapata, un desbordante ejercicio sobre el poder y la corrupción en política a su manera cuasi revolucionario; La ley del silencio, soberbio melodrama sindical, con el que Kazan quiso exculparse por haber delatado a compañeros izquierdistas ante el Comité McCarthy; Al este del Edén, drama sobre la juventud angustiada de la posguerra, casi un presagio de los años liberalizadores que llegarían en los sesenta; Esplendor en la hierba, donde la sensualidad y el sur se daban la mano; América, América, fresco histórico y costumbrista sobre sus antepasados emigrantes a Estados Unidos.
En El compromiso, Kazan adaptó su propia novela, contando la historia desgarrada de un ejecutivo en crisis que decide un día, casi de improviso, acabar con su vida. Salvado de la muerte por los pelos, este hombre se replantea lo que hasta entonces ha sido su existencia, y sus relaciones con su mujer, su amante, su padre. Hay sinceridad en este ejecutivo que ha alcanzado relativas cuotas de poder económico a costa de prostituir su vida, en un trabajo que detesta, en una familia que no le entiende.
Encomiable labor de Kazan en la dirección, tratando con rigor un tema que, en otras manos, hubiera podido dar un detestable resultado. A ello contribuye sin duda un ajustadísimo reparto, encabezado por el imprescindible Kirk Douglas, formidable como siempre, y a quien siguen impecablemente Faye Dunaway y Deborah Kerr, en papeles especialmente difíciles por ser negativos. Secundarios de la talla de Richard Boone completan esta visión tirando a negra de un mundo sin demonio pero con carne.
(03-04-2007)
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