En 1973 Víctor Erice conmociona el átono panorama cinematográfico español con una película, El espíritu de la colmena, su primer largometraje tras la experiencia compartida (y no muy felizmente) del filme de episodios Los desafíos. Rodeada de una fuerte polémica en el Festival de San Sebastián, donde se presenta, se convierte enseguida, sin embargo, en un clásico de nuestro cine al que hay que volver siempre para encontrar la maestría de uno de nuestros cineastas más personales y, a la vez, más dosificados, a razón de una película por década (la de la primera del siglo XXI todavía nos la debe, por cierto).
España, primera postguerra. Dos niñas viven con sus padres en una mansión llena de recuerdos. La visión por parte de las dos crías de una película sobre Frankenstein las marca profundamente. En su mundo se mezclará, a partir de entonces, el monstruo de Mary W. Shelley con la realidad lacerante de una España aherrojada.
Hermosamente fotografiada por Luis Cuadrado, con guión de Erice y del crítico Ángel Fernández Santos, la película no habría sido la misma sin el mimo y el rigor de la producción de Elías Querejeta, al que el cine español debe tanto.
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