CRITICALIA CLÁSICOS
Disponible en Filmin y Apple TV.
Jacques Tourneur (París, 1904 – Bergerac, 1977), hijo del también director Maurice Tourneur, se mudó de niño con su familia a Hollywood, donde se asentaría y realizaría prácticamente toda su carrera. Se inició como ayudante de dirección en películas de su padre, en los comienzos del sonoro, para, a partir de 1931, debutar él ya como director en solitario. Su cine, profesional y riguroso, brilló especialmente en el género de terror, donde conseguiría sus mejores obras, con perlas del calibre de La mujer pantera (1942), Yo anduve con un zombi (1943) y La noche del demonio (1957), aunque también tuvo alguna aportación notabilísima al cine negro, como la formidable y adelantada a su tiempo Retorno al pasado (1947). También cultivó otros géneros, como era habitual en los cineastas de la época clásica de Hollywood (años treinta, cuarenta y cincuenta), y entre esos géneros estuvo el de aventuras, en el que sus mejores logros serían esta El halcón y la flecha (1950) y La mujer pirata (1951), donde demostró músculo para la acción pura y dura, y buena mano para la narración vibrante y poderosa.
La acción se desarrolla en la Lombardía del siglo XII, época en la que supuestamente el pueblo es sojuzgado por un noble al que llaman por el apodo de Halcón. Dardo es un arquero de prodigiosa puntería que vive al margen de la lucha soterrada que el pueblo mantiene contra el sátrapa, hasta que el aristócrata le secuestra al hijo para que viva en la corte con su madre, la esposa de Dardo que le abandonó años atrás para irse con el Halcón...
Tiene la película de Tourneur, como queda dicho, el brío y el vigor de los buenos films de aventuras, con el tono que podría haberle insuflado cualquiera de los especialistas del género de la época, como el gran (y lamentablemente olvidado) Richard Thorpe de El prisionero de Zenda o Los caballeros del Rey Arturo. Tiene el film de Tourneur también un cierto resabio de un personaje mítico, Robin Hood, al que el Dardo protagonista se asemeja en ciertos aspectos: es un arquero de gran puntería, en principio renuente a la lucha contra el poder, y finalmente el adalid más firme de esa pugna por la libertad.
Bien narrada, con un ritmo que no decae nunca, El halcón y la flecha es una de esas películas que se ve con gran agrado del tirón, en la que incluso cabe la evolución de personajes, como la que acontece al protagonista en su progresiva convicción de luchar por una causa justa abandonando su inveterado nihilismo (aunque el hecho de que su hijo pequeño esté de por medio sin duda ayuda, y no poco...), pero también la de la aristócrata que se sentirá compelida a abandonar al déspota de su tío por mor del amor (valga el casi calambur...), pero también por el descubrimiento de su maldad sin límites.
Burt Lancaster ejerce aquí plenamente como el saltimbanqui que había sido hasta poco antes de entrar en el cine, un acróbata que dejó de serlo por una lesión, lo que no le impidió ejecutar aquí gran número de volteretas y números casi de circo, sin dobles, junto a su amigo Nick Cravat, ambos grandes amigos desde su época circense, con el que interpretaría varias películas. La bella es Virginia Mayo, que estuvo en un buen puñado de films de la época clásica, siendo quizá uno de los más conocidos La vida secreta de Walter Mitty.
(14-12-2019)
88'