Difícil tienen que estar las cosas en Hollywood cuando incluso un cineasta exquisito como John Schlesinger (recuérdense Cowboy de Medianoche, Yankis, o Madame Sousatzka, por citar algunos títulos valiosos) se encarga de films como este El inocente, de equívoco título viscontiano, un indigerible pastiche de temas hitchcockianos (se puede rastrear fácilmente la influencia, por no decir el plagio, de La soga o Encadenados) con clásicos del cine de espías (desde Casablanca, cuyo triste espectro deambula por toda la película, hasta El tercer hombre).
Todos esos referentes están mezclados sin orden ni concierto, y Schlesinger se limita a ponerlos en escena con la mayor desgana. Así, se suceden las situaciones inexplicadas (y lo que es peor, inexplicables), con multitud de cabos sueltos y líneas argumentales abandonadas antes de empezar a desarrollarlas. Nada de lo que se cuenta es creíble, y lo que queda es la sensación de estar asistiendo a un muermo en toda regla.
Con decir que hasta un actor tan estupendo como Anthony Hopkins está de pena, en un papel que no le va; Isabella Rossellini a veces parece imitar a su madre, Ingrid Bergman, y otras parece la Sylvia Krystel de Mata-Hari, lo que no es precisamente un elogio... Campbell Scott, el hijo del inolvidable George C. Scott, muy en la onda del "gumpismo" rampante del momento, se limita a poner cara de tonto.
(22-01-2002)
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