Arthur Penn fue uno de los más interesantes directores de la llamada “generación de la televisión”, cineastas que, al contrario de la anterior quinta de realizadores, que se había formado directamente en el cine, lo hicieron en el medio catódico que, a partir de los años cincuenta, se constituyó en uno de los más importantes fenómenos sociológicos de nuestra época. Curtidos en ese medio donde había que rodar rápido y barato, directores como Sidney Lumet, Delbert Mann, John Frankenheimer, Martin Ritt y Franklin J. Schaffner, entre otros, saltaron de las 625 líneas de los televisores a los 35 (o 70...) milímetros de las grandes pantallas de las salas de cine, transformando para siempre el Hollywood clásico.
Arthur Penn fue uno de ellos, con varios momentos de gloria. Empezó a dirigir capítulos de series televisivas en 1953, para pasarse al cine con El zurdo (1958), desmitificador wéstern sobre Billy el Niño con un Paul Newman en su mejor momento; continuó su exitosa carrera con el intenso drama sobre discapacidad El milagro de Anna Sullivan (1962); en la segunda mitad de los años sesenta hizo varios films notables, como el brutal drama La jauría humana (1966), quizá su obra maestra, con un repóquer de estrellas: Marlon Brando, Robert Redford, Jane Fonda, Angie Dickinson, Rober Duvall; pero también dirigió la icónica, incluso mítica Bonnie & Clyde (1968), con unos estupendos Warren Beatty y Faye Dunaway; los años setenta no fueron ya tan buenos: aunque empezó muy bien con un vigoroso wéstern antirracista, Pequeño gran hombre (1970) y tuvo algún éxito más, como el inusual policíaco La noche se mueve (1975), el estrepitoso fracaso comercial de su nuevo wéstern atípico, Missouri (1976), terminó por hundir su carrera; después de eso sólo hizo un título estimable, la “indie” Georgia (1981), para ya a partir de entonces hacer solo rutinarios productos comerciales poco relevantes.
Esta El restaurante de Alicia se inserta en su mejor época, la década de los sesenta, si bien no se puede decir que en este caso Penn estuviera precisamente inspirado: antes al contrario, preanunciando tal vez el bache creativo en el que caería el cineasta filadelfiano a finales de los años setenta, Arthur Penn acomete un proyecto que se reveló más bien desquiciado, recrear en cine una especie de comuna "hippie", cuando aún existía, mal que bien, ese movimiento que, como en la película, el viento se llevó.
Más bienintencionada que conseguida, a resultas de la visión izquierdista de la que Penn siempre hizo gala, pero que en este caso evidentemente erró el tiro, se trataba de hacer un pequeño film sobre la famosa canción de Arlo Guthrie Alice's Restaurant Massacree, de corte antibelicista (estábamos entonces en plena Guerra del Vietnam); pero el resultado distó mucho de ser satisfactorio, un quiero y no puedo que no interesó mayormente a nadie.
Protagonizaba el propio Arlo Guthrie, hijo del mítico y comprometido cantante "country" Woody Guthrie, pero el tal Arlo poco demostró como actor, como no fuera que no le importaba pasarse media película en calzoncillos. Vestigio de un cine olvidado, queda solo la curiosidad aproximadamente cinéfila, pero poco más.
(18-03-2021)
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