Pelicula:

El cineasta hindú Ritesh Batra se dio a conocer hace unos años con su celebrada ópera prima como director de largometrajes, The lunchbox (2013), multipremiada incluso en Cannes, original muestra de cine romántico que jugaba con ciertas particularidades de su Bombay natal para hacer un film que caía irremediablemente simpático. De formación anglosajona (sus estudios superiores los hizo en Estados Unidos), Batra rueda ahora en el Reino Unido la adaptación al cine de una de las novelas más celebradas de los últimos años, The sense of an ending, con el que su autor, Julian Barnes, consiguió, entre otros galardones, el prestigioso premio Booker.

La película sigue bastante fielmente lo narrado en la novela. Estamos entonces en dos períodos históricos distintos, el momento actual y cuarenta años atrás, cuando el protagonista, Tony, entra en la universidad y allí conoce a una extraña chica con la que ennovia. Paralelamente veremos a este Tony, ya sesentón, retirado y regentando en Londres una pequeña tienda donde repara y vende cámaras Leica; recibe entonces una carta en la que se le comunica que la madre de aquella novia de juventud le ha legado el diario de un amigo suyo de la universidad, una mente privilegiada que, lamentablemente, se quitó la vida en aquella época…

El problema de la versión cinematográfica de Batra es su lamentable falta de pulso, de ritmo. La primera hora se va sucediendo con una parsimonia, una pachorra, como se dice coloquialmente, desesperante. Lo que se nos cuenta tiene poco interés, y solo en el último tramo las cosas empiezan a tener algún sentido (como anuncia el título…), cuando nos enteramos de lo que aconteció cuarenta años atrás y cómo el viejo, en un ejercicio de amnesia selectiva, desterró de su memoria cierta felonía que, como recuerda el proverbio, trajo los lodos correspondientes a aquellos polvos.

Batra dirige con pulcritud, pero es una pulcritud mortuoria, impersonal, chata. Casi nunca nos interesa lo que le pasa a este personaje central, un cascarrabias en su etapa provecta, un soso total en su etapa universitaria. Tampoco ayuda mucho el hecho de que el protagonista sea el pimpampún de todas las mujeres que aparecen en el film: todas ellas parecen saber mucho más que su exesposo, padre, exnovio. El prota, ciertamente, tiene tela que cortar: tirando a misógino, incluso a misántropo, con tendencia al exabrupto, escasamente social, no se puede decir que sea un ejemplo a seguir; pero el hecho de que todas las mujeres que han estado en su vida lo traten como la piltrafa que no parece ser evidencia que nos hemos perdido algo por el camino (y lo que es peor: también el director y su neófito guionista, Nick Payne), haciendo poco verosímil la historia de este hombre que olvidó como una nimiedad la mayor canallada (sin hacer daño físico, se entiende) que puede hacer un ser humano para, recordándola, intentar enmendar (sin mucho éxito…) su catastrófico error.

Film que adolece de arritmia y con ello se carga el interés de la historia, El sentido de un final es, desde luego, más un film de intérpretes que de director: Jim Broadbent, como siempre, está estupendo, y eso que aquí tiene un personaje de difícil composición por sus extrañas decisiones, por su comportamiento veleidoso, por sus inexplicadas e inexplicables desmemorias; a Charlotte Rampling, como siempre, le basta su carismática presencia para ganarse la cámara, que la adora absolutamente. De entre el resto del reparto me quedo con una Emily Mortimer a la que hemos admirado recientemente, en un personaje bien distinto, en La librería.


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108'

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El sentido de un final - by , Dec 11, 2017
2 / 5 stars
Arritmia