Pese a la buena acogida de un cierto público, El fantasma del Paraíso (1974), la película no fue bien en taquilla y Brian De Palma se vio condenado al ostracismo durante dos años. En ese paréntesis, De Palma y su amigo, el entonces solo guionista Paul Schrader, cenaron juntos una noche, tras visionar Vértigo, de Hitchcock. Ambos eran fervientes admiradores de la obra del maestro, y durante la velada surgió la idea de hacer “algo” bajo la influencia de tan hermosa película. Cuatro horas más tarde tenían un esbozo de argumento, que sería desarrollado en los meses posteriores por Schrader. Pero no fue hasta 1976 que De Palma obtuvo la financiación necesaria para rodar Obssesion, que en España llevaría el título de Fascinación al coincidir el inglés con un “soft-core” hispano de la época, dirigido por Francisco Lara Polop.
Michael Courtland es un joven arquitecto de esperanzador futuro profesional. Está casado con Elizabeth y tiene una hija de ocho años, Amy. En la fiesta de su décimo aniversario de boda, una banda de forajidos secuestra a su mujer y a su hija, y pide un rescate por ambas de 500.000 dólares. Courtland está dispuesto a pagar el dinero, pero la voz asustada y llorosa de la pequeña durante el mensaje telefónico le hace acudir a la Policía. Esta le convence para sustituir el rescate por un montón de papeles de periódicos y un transmisor que guiará a los representantes de la ley hasta los secuestradores. Courtland accede, pero los captores, en su huida de la Policía, tienen un brutal accidente automovilístico y su coche cae al río. Los cadáveres de Elizabeth y Amy, que al parecer viajaban en el vehículo, jamás fueron recuperados del Mississippi. Courtland se hunde moralmente, agobiado por la culpa: cree que si no hubiera acudido a la Policía, la madre y la hija aún vivirían. Levanta un majestuoso túmulo funerario en memoria de ambas. Dieciséis años después, Courtland ha obtenido un gran prestigio profesional y es un acaudalado hombre de negocios. Pero su complejo de culpa persiste. Viaja a Florencia por asuntos de trabajo, y allí descubre a una joven de extraordinario parecido con su mujer...
No es fácil describir en qué consiste la fascinación de Fascinación. Por un lado, nos encontramos con una película en las antípodas de El fantasma del Paraíso. Si la anterior era velocísima, casi atropellada (aunque siempre bajo el férreo control de Brian), la nueva película es todo reposo, descanso, relax... Si en El fantasma del Paraíso el ritmo era trepidante, Fascinación impone un “tempo” lento, moroso, de una suavidad melancólica. Si El fantasma... era una fantasía en clave de rock, Fascinación es un thriller con altas dosis de romanticismo melancólico. Pero, aunque todo esto es así, en el fondo Fascinación es un eslabón más en los temas predilectos de Brian: otra vez la ruptura familiar y afectiva, la manipulación, el pesimismo como obsesión, el amor como liberación. Lo que ha cambiado ha sido el tono utilizado, si se quiere el estilo: no es ningún pecado. Además, el cambio en este caso no ha sido en menoscabo de la calidad. Porque Fascinación es, con El fantasma del Paraíso y algunas escenas de Carrie, Vestida para matar, Impacto y Doble cuerpo, lo mejor de la filmografía de De Palma.
Que Fascinación bebe en las fuentes caudalosas de Vértigo es evidente. También hay otras inspiraciones hitchcockianas de menor intensidad: Rebeca, El hombre que sabía demasiado, Encadenados. Pero todo ello no es sino un punto de referencia: el resto nace de una inventiva rigurosa, atribuible a Schrader como guionista, pero también (y sobre todo...) a De Palma por plasmar tan bien ese guion. Porque, en contra de lo que hoy sucede en el cine actual, el cine no es el arte de ilustrar en imágenes una historia escrita, sino el de crear en imágenes sobre una base escrita.
Otra de las características que admiran de Fascinación es su tono deliberadamente antiguo, en la acepción del término que habla de “asentado por el paso del tiempo, decantado en un proceso temporal”. Así es, pues la cinta parece realizada 20 años atrás, y ello no solo por la confesada veneración al referente Vértigo, sino por su tono moderado, “clásico”, en el más bello sentido de la palabra.
Decíamos que la ruptura familiar era, otra vez, uno de los temas recurrentes de Fascinación. Pero aquí aparece con ribetes especialmente trágicos, con la muerte de la mujer y la aparente de la hija. Pero la posibilidad de recomposición de la familia se revestirá con los ropajes de uno de los tabúes primordiales de la civilización humana, el incesto. Y es que Agamenón ama a Electra, por decirlo con los nombres de la famosa tragedia griega. Y por mucho que el tratamiento del film sea pudoroso al respecto, la idea subterránea de una relación apasionada, sensual, incestuosa, recorre la historia.
Cliff Robertson y Geneviève Bujold estaban excelentes en sus personajes. El primero era un actor de obvio corte hierático, un poco a la manera de un John Cassavetes, pero se adaptó muy bien a su personaje; la canadiense francófona Bujold, por su parte, fue musa del cine “indie” de la época, y su rol en esta película fue uno de lo más interesantes de su carrera.
(19-04-2020)
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