Esta película está disponible en el catálogo de Netflix, Plataforma de Vídeo bajo Demanda (Vod).
Con el look del anime japonés, Flavors of youth es un film de episodios ambientado en tres ciudades distintas de la China actual, con producción de la prestigiosa productora nipona CoMix Wave, empresa que, sin llegar al nivel de Studio Ghibli, tiene en los últimos años un buen puñado de títulos de interés, que no desmerecerían de los productos de la Casa de Totoro. Suyos son films como Your name (2016), Mary y la flor de la bruja (2017), Mirai, mi hermana pequeña (2018) y El tiempo contigo (2019), producciones todas ellas que han tenido una muy buena recepción internacional. Ahora CoMix Wave se une a la china Haoliners Animation, con la poderosa Netflix en la distribución mundial a través de su plataforma, para hacer este film de “sketches” que, como decimos, es muy deudora formalmente (y también en cuanto a sus temáticas) del anime japonés.
Flavors of youth se compone de tres historias. La primera, titulada Fideos de arroz, presenta a un joven, que recuerda, en Pekín, su niñez en la ciudad de Hunan, cuando era un niño feliz mientras comía los fideos de arroz que le cocinaba su abuela. Más tarde encontraría otro lugar donde los hacían igualmente buenos y caseros, pero cuando llegó a Pekín para estudiar se tuvo que conformar con los estandarizados fideos industriales. A través de ese nostálgico recuerdo de aquel su plato favorito, se establece una añoranza sobre la niñez, también sobre el primer amor, que ni siquiera supo que él estaba enamorado de ella, una melancólica historia que, es cierto, se queda un tanto alicorta, por más que la metáfora de los fideos de arroz y la nostalgia nos traiga el recuerdo de Peter Pan y el rechazo a crecer, la idealización de la infancia, etcétera; la muerte de la abuela, que cierra definitivamente el tiempo de los fideos de arroz caseros, nos devuelve al protagonista a la edad adulta, siempre con el recuerdo de su antecesora... Con un dibujo antropomórfico pero sin buscar demasiado el parecido con el ser humano, es evidente la deuda en cuanto al tipo de “cartoon” con Ghibli y otras casas japonesas de anime, aunque en este caso el movimiento humano no está demasiado conseguido, resultando un tanto forzado. Quizá el más endeble de los tres cuentos, en su ventaja juega su escaso metraje, apenas 17 minutos.
El segundo segmento se titula Nuestro pequeño desfile, se ambienta en la ciudad de Guangzhou, donde vive una chica que goza de fama como “top model”, siendo incluso portada de revistas de moda de gran tirada, pero ha de ejercer también de madre sustituta de su hermana pequeña, al haberse quedado ambas huérfanas. La pequeña idolatra a su hermana, pero sufre por su popularidad al no poderle dedicar esta mucho tiempo a ella. Finalmente, la mayor se da cuenta del problema y también de que su hermana tiene un raro talento para el diseño de vestidos. Quizá un poco alargada, esta historia tiene el hándicap de su endeble trama, su poca chicha, que no da mucho más de sí, con la hermana pequeña desasistida y la mayor demasiado ocupada para no darse cuenta de lo importante en la vida, y al fondo, como paisaje, el mundo de la moda. Un final feliz del capítulo pone las cosas en su sitio, aunque seguramente en la vida real no sea exactamente así. Formalmente presenta un dibujo antropomórfico, aunque no demasiado, siéndolo más realista en el mobiliario y atrezzo. Como curiosidad, los rostros son muy peculiares, siendo la nariz de los personajes solo una mera raya con sombra. Hay lugar también para una cierta crítica al mundillo de la moda, con sus personajes sofisticados o directamente imbéciles, pero poco más.
La tercera historia se titula Amor en Shanghai y se desarrolla, lógicamente, en la ciudad del título. Se inicia en 2008, cuando un joven, ya graduado como arquitecto, encuentra una cinta de casete que le había enviado una amiga suya de la infancia, de la que estaba secretamente enamorado. Recuerda entonces el tiempo que estuvieron juntos en el colegio, cuando ella se lastimó una pierna y él, para que no perdiera clases, se las grababa en cintas que le llevaba cada día. Ese intercambio de cintas propiciará esa última, en la que la chica le confiesa un secreto, que él solo descubrirá varios años después... Para nuestro gusto la mejor de las historias, presenta el tono nostálgico de los otros segmentos (singularmente el primero), pero con un quiebro de guion muy interesante que confiere una visión especial a la trama. El juego que permite el intercambio de las casetes es atractivo: el amor callado de ambos, que nunca se han declarado, va fraguando a través de esas cintas grabadas, que se intercambian, sin un específico contenido amoroso, pero que les van acercando pudorosa, íntimamente. El supremo sacrificio realizado por uno de los integrantes de la pareja, en pos del mantenimiento de la misma, no será conocido realmente hasta mucho después, cuando pueda parecer ya demasiado tarde. “La vida no se puede rebobinar”, dice uno de los personajes al respecto, y tiene toda la razón. Lástima que, llevado quizá por un concepto comercial erróneo, el final del film (y la secuencia postcréditos) sea feliz para los protagonistas de este segmento y los de los otros dos, en un “happy end” un tanto forzado que no casa demasiado con el tono nostálgico, de añoranza y melancolía, que tiñe los tres episodios.
Film irregular, entonces, como cabía esperar de una película de tres episodios con otros tantos realizadores, Flavors of youth es, de todas formas, una interesante aportación al anime, ahora con una mirada compartida por nipones y chicos, con el patronazgo del poderoso amigo americano.
(14-07-2020)
74'