Pelicula:

El asunto de las supuestas terapias para la conversión de gays en heterosexuales, de triste actualidad en España, es el lacerante tema de este film, inspirado en las memorias del protagonista, Garrard Conley. La historia se desarrolla en una localidad del estado sureño de Arkansas, hacia comienzos de siglo. Jared es el hijo de 18 años del matrimonio formado por Marshall, predicador baptista, y su mujer Nancy; el chico confiesa a sus padres su homosexualidad, y el progenitor, aconsejado por sus amigos religiosos, lo envía a una especie de centro de reconversión sexual cristiano. Allí Jared habrá de soportar duras pruebas psicológicas...

El australiano Joel Edgerton, guionista, productor y director del film, es fundamentalmente actor, y como tal tiene una más que interesante carrera, con títulos como Animal Kingdom (2010), La noche más oscura (2012), Black Mass (2015), La venganza de Jane (2015), Loving (2016) y Llega la noche (2017), entre otras. Como director debutó con la interesante El regalo (2015), un thriller “de intrusos” sutilmente distinto. Ahora afronta esta denuncia de las pseudoterapias de reconversión sexual en los USA, donde, según se indica en los títulos de créditos, aun son legales en 36 estados cuando se rodó esta película, con más de 700.000 personas afectadas.

Tiene la película de Edgerton un tono como de “do menor”, si se nos permite el símil musical: las dos primeras partes huyen de la estridencia, de la intensidad, y está bien, porque ciertamente estamos cansados de los tratamientos maniqueos y de las películas de buenos y malos. En ese sentido, Identidad borrada también participa de una de las cualidades más interesantes de su anterior film, El regalo, por cuanto aquí tampoco hay claridad en las líneas de personajes positivos o negativos, sino que todos se mueven por razones en las que creen, aunque puedan estar equivocados.

Ese tono minimalista de dos tercios del metraje se torna intenso en la última media hora, donde el voltaje cinematográfico sube, donde se plantea abierta, sangrantemente, el conflicto real del film, la disociación entre padre e hijo sobre la identidad sexual de este último, la no aceptación de la condición gay del chico por parte de su progenitor, la prioridad dada a su creencia religiosa sobre el amor debido a la prole. Ese conflicto, que es el meollo, la almendra de la historia, estalla con todas sus consecuencias en un hermoso tercio final, donde todo explotará, pero donde todo irá, paulatinamente, encauzándose conforme a la razón, conforme al amor, conforme a la vida.

Con algunas hermosas escenas llenas de sutileza (el plano cenital del protagonista con el que hubiera podido ser su primer amor, ambos en la cama, vestidos, simplemente con las manos entrelazadas), el film no desdeña la denuncia que no requiere de subrayados para evidenciar el disparate de estas pseudoterapias, como cuando ponen a batear a los chicos para así estimular (se supone...) sus hormonas masculinas, o cuando entran en el castigo físico puro y duro en la escena en la que uno de los muchachos internos es golpeado con una biblia por sus familiares en un bárbaro acto de supuesta reconversión; todo ello por no hablar de las argucias sibilinas utilizadas por los falsos terapeutas: el acoso, las mentiras, el emboscamiento para pastorear a los chicos y chicas hasta donde ellos quieren.

Filmada con elegancia y detallismo, la película nos confirma que en Joel Edgerton hay un cineasta de raza, interesante tanto por el fondo de lo que nos cuenta como por cómo lo cuenta. El jovencísimo protagonista, Lucas Hedges, muy bien, evidenciando que el talento que habíamos intuido en él en films como Manchester frente al mar (2016), Tres anuncios en las afueras (2016) y El regreso de Ben (2018) no era, precisamente, el sonido de la flauta del burro. Nicole Kidman tiene un papel relativamente pequeño pero que en el último tramo cobra fuerza y entidad; Russell Crowe, que no sabemos si está tan gordo para hacer el papel (el padre de la historia original efectivamente era “doble de ancho”...) o es que ya está así permanentemente, está muy bien en su personaje, demediado entre su fe y su amor paternofilial. El director, Edgerton, se reserva un personaje secundario crucial, el líder del centro de reconversión, un hombre que se adivina tiene un grave conflicto consigo mismo, como desvelarán los créditos finales.

En algunas escenas de la película, mientras los personajes de Kidman, conduciendo, y Hedges, en el lugar del copiloto, viajan en coche, la madre reconviene amorosamente al hijo para que no saque la mano por la ventanilla, arguyendo protectoramente que puede rebanársela un camión al pasar; esa mano fuera de la ventanilla terminará siendo, sin embargo, toda una metáfora de la libertad, de la necesidad de ser libres para vivir, de arriesgarse siendo uno mismo.


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115'

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Identidad borrada - by , Apr 11, 2019
3 / 5 stars
La mano fuera de la ventanilla