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Robert Carlyle es un actor escocés que conoció una etapa de moderada gloria durante los años noventa, época en la que hizo filmes que llamaron la atención, desde Riff Raff (1991), de Ken Loach, a Trainspotting (1996), de Danny Boyle, entre otros, teniendo su momento culminante con su papel protagonista de Full Monty (1997), de Peter Cattaneo.


Pero a partir del siglo XXI su estrella como intérprete ha ido decayendo, y en los últimos años, salvo quizá en su protagonismo de28 semanas después (2007), de Juan Carlos Fresnadillo, su carrera se ha tornado desvaída, entre olvidables series televisivas y productos cinematográficos de corto recorrido. Ahora nos llega con su debut como director de largometraje de cine, con la adaptación de la novela negra, entreverada de comedia, The long midnight of Barney Thomson, del también escocés Douglas Lindsay, que fue la primera de varias obras que este escritor ha publicado sobre este peculiar personaje, a medio camino entre el protagonista de Sweeney Todd, el barbero diabólico de Fleet Street (2007), de Tim Burton, y el patoso inspector Clouseau que puso por primera vez en pantalla Blake Edwards en La pantera rosa (1963).

El Glasgow moderno, aunque sin concretar el momento histórico (¿los noventa, quizá?). Uno de los empleados de la barbería Henderson, el Barney del título, es un cincuentón arrogante, antipático, pendenciero, mal profesional y tirando a estúpido. Ante tal acumulación de virtudes, su jefe, cansado de soportarlo, decide despedirlo. Pero el memo, torpe como Clouseau pero con una tijeras de barbero en las manos, se carga al boss sin pretenderlo. A partir de ahí comienza una espiral de sucesos cuya capacidad para el disparate crece exponencialmente…

Carlyle, digámoslo ya, no resulta precisamente brillante en la puesta en escena. Busca poner en imágenes la novela en clave de comedia negra de Douglas Lindsay, pero le sale una macabra “nonsense”, una solemne tontería que no termina de enganchar en ningún momento, interesado el neófito director en dejar claro que será novato pero conoce el oficio: pues me temo que no, la dirección cinematográfica es algo más que pegar un plano tras otro y dar cierta cohesión narrativa a esta sarta de majaderías, que parece querer ridiculizar (sin mucho éxito) a la policía británica, la mítica Scotland Yard, con los detectives más pencos, zarrapastrosos, mendaces y rencorosos que probablemente haya dado el cine. La historia discurre a trompicones ante el bostezo del público, que no termina de pillar qué nos quiere contar Carlyle como portavoz cinematográfico de Lindsay: ¿que la vida del lumpen es una “shit”, por decirlo finamente, ya que estamos con la flema “british”? Pues vaya descubrimiento…

El propio Carlyle está muy pasado de rosca en su personaje, sin un director que le haya contenido en una composición que linda con el “grandguignol”. Lo mejor, sin duda, una estupenda Emma Thompson que, ella sí, hace todo un personaje, una madre en la que se sintetizan todos los defectos del ser humano, sin dejarse ni uno. Entre los secundarios, con un papel pequeño pero sabroso, está el siempre excelente Tom Courtenay, el inolvidable protagonista de La soledad del corredor de fondo (1962), de Tony Richardson, uno de los emblemas del Free Cinema.


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92'

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La leyenda de Barney Thomson - by , Jun 24, 2016
1 / 5 stars
Clouseau, barbero