En un proceso que se ha visto en otras ocasiones (véase El cementerio viviente o Los chicos del maíz), los relatos de Stephen King no sólo dan para ser adaptados a la pantalla, grande o pequeña, sino que además con cierta frecuencia producen secuelas en las que el escritor ya no está presente salvo en los caracteres creados por él.
Es el caso de este La resurrección del mal (traducción más que libre del título original, que hubiera sido literalmente A veces vuelven... otra vez), curiosamente segunda parte de una primera, Sometimes they come back, que se hizo para televisión en 1991. A pesar de ello el resultado no fue precisamente bueno: la película de Adam Grossman adolece de casi todos los defectos típicos del cine de terror norteamericano moderno, con sus grandes dosis de sangre y sustos más bien tópicos.
De todas formas, no sería justo dejar de reseñar algunas ideas felices, resueltas en imágenes con cierta pericia: así, el sueño del protagonista viendo a su hija hacer el amor con el diablo refleja el típico miedo paterno hacia los hombres que rondan a sus hijas, en este caso con toda la iconografía correspondiente: cuernos, cara de demonio y un rabo voluptuoso que rodea a la chica con extrema sensualidad.
También la capacidad protéica del demonio principal, Tony, para expresarse con otras voces (sobre todo femeninas) aporta un elemento desasosegante al filme. Grossman, el director, se permite algunas bromas macabras, generalmente poco imaginativas, aunque hay una que sí lo es: cuando María está con su supuesto salvador en el río y le anuncia una sorpresa, previo cierre de ojos del chico, para desnudarse los pechos, el otro le pide que haga lo propio, para presentarse ante sus ojos recién abiertos con su apariencia demoníaca, al grito de “¡Sorpresa!”. Pero quizá lo más relevante de la película sea la forma en que los demonios matan a Jules, la chica con dotes paranormales que enseguida capta algo malo en Tony: los tres monstruos del averno toman una baraja de tarot, a la que era muy aficionada la chica, y la someten a un sortilegio por la cual, naipe a naipe, todos salen disparados, uno tras otro, contra la chica, que muere literalmente asaeteada por esos inopinados instrumentos cortantes.
Pero aparte de esos detalles, el resto discurre por senderos trillados. El punto de contacto con la primitiva Sometimes they come back se establece a través de Archer, que da a Porter el nombre de Jim Norman, protagonista de aquel telefilme, y que aquí es sacrificado horriblemente por Tony, colgándolo del techo y dejándolo que se desangre. Pero, con independencia de ese nexo de unión, lo cierto es que los guionistas han realizado un trabajo muy en línea con las obsesiones kingianas: el terror sobrenatural al que sólo se podrá vencer cuando el protagonista se convenza de que efectivamente es real, dejando a un lado sus prejucios racionalistas; el eterno retorno de los elementos diabólicos; la lucha por la conservación de la familia...
Si nos fijamos bien, realmente la historia de La resurrección del mal es una simple variante de Sometimes they come back, con niño traumatizado por la muerte de una hermana (en la primera parte era un hermano), monstruos que lo aterrorizan cuando es adulto y un enfrentamiento final que incluye, como fetiche, el corte de un dedo del protagonista.
Queda dicho que no es La resurrección del mal una buena película; tampoco es detestable, pero ciertamente no es fácil hacer una obra digna cuando se parte de una historia ya suficientemente explotada y explorada, tanto en la narrativa kingiana como en su traslación a la pantalla. Por último, una curiosidad: el jardinero, con cierto retraso mental, que incluyen los guionistas en el filme, parece un homenaje, casi una ironía con mucha mala uva sobre la película El cortador de césped, de la que, como se sabe, King abjuró al no tener prácticamente más relación con su relato que la primera página del mismo. Aquí los guionistas y el director hacen morir a su incauto jardinero de forma horripilante, bajo las cuchillas de su propio vehículo cortacésped. Y es que la venganza es un plato que se sirve frío...
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