Esta película forma parte de la Sección Memoria Histórica del ATLÁNTIDA MALLORCA FILM FEST’2023. Disponible en Filmin por tiempo limitado.
Los viajes en el tiempo podrían constituir casi un género en sí mismos, dentro generalmente de la ciencia ficción, aunque no necesariamente. Últimamente ese ha sido el tema recurrente de un “blockbuster” como Flash, pero a lo largo de la Historia del Cine se han hecho multitud de audiovisuales alrededor de ese asunto, con títulos tan populares como Regreso al futuro, la saga iniciada por Terminator, El tiempo en sus manos, Los pasajeros del tiempo, Interstellar, Tenet, Looper, o, en España, Los cronocrímenes, entre otros muchos.
Andrew Legge, cineasta irlandés que inicialmente se desempeñó como director de fotografía aunque pronto pasó al guion y la dirección de cortos, tiene en su haber un puñado de films de ese metraje, con una temática que mayoritariamente gira en torno a la invención de prodigiosas máquinas que permiten los viajes en el tiempo, bien al pasado, bien al futuro, o en ambas direcciones. Es el caso de los titulados The inusual inventions of Henry Cavendish (2005), The Chronoscope (2009) y The girl with the mechanical maiden (2013), aunque éste último se centraba más en la invención de maravillosos robots “vintage” que paliaran la pérdida de un ser querido. Ahora, en su primer largometraje, Legge insiste en la temática, con variantes, en una historia ciertamente curiosa y atractiva; al comienzo del film unos rótulos nos informan lo siguiente: “en 2021 se encontraron unos rollos de película en el sótano de una casa de campo en Sussex, Inglaterra. Esa película parece pertenecer a una emisión grabada en 1941”. Estamos, por tanto, en lo que se conoce dentro de la jerga cinematográfica como un film que se puede inscribir dentro del llamado “found footage” o “metraje encontrado”, tipo de cine que ha dado populares muestras como El proyecto de la bruja de Blair, REC, Monstruoso o Chronicle, por citar solo algunos títulos muy conocidos. En esa supuesta película encontrada en una casa de campo de la inglesa Sussex conoceremos a las hermanas Martha (conocida familiarmente como Mars) y Thomasina (conocida, afortunadamente, como Thom...) Hanbury, ambas huérfanas de prodigiosa inteligencia, obsesionadas por conocer el futuro, para lo que en su infancia y adolescencia construyen un artilugio al que llaman LOLA, en honor a su difunta madre, artilugio con el que consiguen ver imágenes del futuro, en lo que supone una especie de oráculo tecnológico; las chicas se basan en que, si se reciben ondas del pasado (por ejemplo, las emitidas al reproducir un disco), también se deberían poder recibirlas del porvenir. Al comienzo de esa película, la llamada Mars se dirige a cámara y dice hablarle a Thom, donde quiera que esté, para que viendo esa película, detenga la pesadilla que en la misma vamos a contemplar... Vemos ya en la peli el primer día en el que pudieron conectar con el futuro, en 1938, siendo la primera imagen vista una actuación de David Bowie de los años setenta; al principio esa máquina supuso una importante fuente de ingresos: saber lo que va a pasar lo permite, evidentemente; después, cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, las hermanas se las arreglan para avisar a la población civil de los bombardeos que los nazis realizaban sobre Inglaterra; la inteligencia militar británica busca a quien realiza esos avisos (a quien el pueblo llama agradecidamente El ángel de Portobello), y finalmente el militar Sebastian localiza a las hermanas; estas, con reticencias, se avienen a colaborar con el servicio secreto, ayudando a partir de entonces a dar un sesgo favorable a la guerra, con el conocimiento del futuro que les otorga LOLA, a la par que Martha y Sebastian se enamoran... pero cambiar tanto el futuro puede traer consecuencias muy graves...
Estamos ante una película que, con la excusa de la facultad de escrutar el porvenir y, con ello, adelantarse a él, se introduce en esa nueva variante del viaje al futuro que es el llamado multiverso, la posibilidad de que modificar el presente devenga en cambios en el futuro que den lugar a universos paralelos. Pero por encima de esa cuestión más o menos técnica, LOLA nos habla de cuestiones morales; así, ¿sería lícito ese cambio del presente si ello conlleva la desaparición de figuras prominentes que conferirán su idiosincrasia al futuro, verbigratia inmortales como Bowie, Dylan o Kubrick, a los que se cita expresamente como víctimas de esos cambios en el espacio tiempo? Ítem más: ¿es legítimo sacrificar en el presente miles de vidas concretas, usadas como cebo para salvar quizá centenares de miles de hipotéticas, abstractas vidas al eliminar a toda una flota de submarinos que ya no podrán torpedear los barcos enemigos? Esas y otras cuestiones no menos enjundiosas otorgan a la película de Legge un poso de gravedad que, sin embargo, el cineasta irlandés se esfuerza en evitar, en una película que, sobre todo en su primera parte, está hecha con un tono desenfadado, pareciendo no tomarse demasiado en serio a sí misma, al menos hasta que el giro de los acontecimientos nos hace llegar a la segunda y endemoniada mitad, en la que (atención: ¡Spoilers!) un guiño del destino hace que el giro de la Segunda Guerra Mundial cambie bruscamente, se le eche la culpa a nuestras protagonistas por una supuesta traición, y la esvástica finalmente ondee en las azoteas de Londres, en un escenario de pesadilla que imagina qué hubiera sucedido si Hitler hubiera ganado la conflagración bélica, ante la pasividad de Estados Unidos (cuyo presidente sería entonces Charles Lindbergh, el primer aviador en cruzar el Atlántico y también conocido admirador del fascismo –no hay nadie perfecto...--), en un futuro que hubiera sido ciertamente pavoroso...
A ese tono inicialmente desenfadado no es ajena la frescura de las dos hermanas, una, Martha, más conservadora, y la otra, Thom, que es en el fondo un espíritu libre, también por ello quizá más inescrupulosa, menos empática; también, de alguna forma, una feminista “avant la lettre”, a la que no le hacen falta hombres (dice literalmente “a mi clítoris le basta conmigo...”). Por supuesto, es notable que ambas inventoras de tan prodigioso aparato sean mujeres, acostumbrados como estamos a que el cine retrate siempre a los genios como varones; en ese sentido, estamos ante una mirada claramente en femenino, aunque la dirija un hombre: ellas son siempre las que cortan el bacalao, las que llevan el mando; aunque los hombres crean ser ellos los que controlan el cotarro, van siempre a remolque de las dos féminas...
LOLA es también una denuncia de la utilización política y bélica de los adelantos tecnológicos (véase, en esta misma línea, el caso de Oppenheimer, film coetáneo al que comentamos), una película ciertamente atípica y muy atractiva, que formalmente está hecha mediante la combinación de escenas rodadas “ad hoc”, con las hermanas científicas y las personas con las que supuestamente se relacionaron, a la par que se utilizan imágenes de documentales de la época, con frecuencia hábilmente manipuladas mediante técnicas digitales que nos permiten ver prodigiosas escenas (afortunadamente imaginarias...) como la supuesta llegada del Führer a Londres, en un baño de masas de ingleses coreando a Hitler en el mismísimo Piccadilly Circus...
La apariencia de “archivo encontrado” está generalmente bien conseguida; la filmación ficticia le da un toque verista, está hecha con criterio, como si realmente fuera un “found footage”; por su parte, la historia está bien contada, con el necesario toque de desaliño que se supone a un metraje encontrado, filmado con cámara en mano y montado para que parezca estar hecho de cualquier manera.
Film ameno pero no exento, en absoluto, de preocupaciones morales, éticas y políticas, tampoco desprecia, ni mucho menos, la parte emocional, sentimental, con la relación fraternalmente asimétrica entre dos hermanas que, más allá del vínculo sanguíneo, se amaban entrañablemente por haber sido las piedras angulares en las que tuvieron que apoyarse mutuamente al quedar huérfanas, pero también por el amor humano, físico pero también romántico, de una de ellas con el hombre al que, dado el giro del destino al que se dirige la Historia con la máquina de ver el futuro, la amada, la amante, tendrá que renunciar a ni siquiera conocer.
Hermosa fotografía en blanco y negro, de Oona Menges, que confiere al film la necesaria apariencia de película de época, con un fuerte grano y consiguiendo dar la sensación de cine antiguo. La música de Neil Hannon también contribuye poderosamente a crear la atmósfera adecuada para ver este viaje en el tiempo, pero, sobre todo, este viaje al corazón del ser humano. Muy buen trabajo de las protagonistas, Stefanie Martini y Emma Appleton, sobre las que descansa fundamentalmente toda la historia.
(01-08-2023)
79'