Juan Piquer Simón, del que hoy no se acuerda prácticamente nadie, dirigió durante los años ochenta varios films que alternaba, y a veces simultaneaba con el mayor desparpajo, las temáticas aventurera, fantástica y de acción. Entre ellos destacaron, no precisamente por su calidad pero sí por su reincidencia en adaptar al mismo autor, esta Los diablos del mar (1982), así como Viaje al centro de la Tierra (1977) y Misterio en la isla de los monstruos (1981), todas ellas versiones de otras tantas novelas (no homónimas, salvo la citada en segundo lugar) de Julio Verne, quien ciertamente se merecía mejor suerte que la sufrida en manos de este cineasta de talento más que limitado.
En este caso la novela adaptada fue Un capitán de quince años, un clásico de la literatura de aventuras, en la que el gran Verne brilló con luz propia; no se puede decir lo mismo de Piquer Simón, desde luego… Un barco en el que viajan seis adolescentes es atacado y hundido por unos piratas. Los jovenzuelos consiguen escapar y son recogidos por un ballenero. Durante la captura de un cetáceo la tripulación entera es casi aniquilada, por lo que un mozalbete de quince años se verá en la necesidad de tomar el mando.
El problema de hacer este tipo de cine es que, si no hay medios económicos suficientes, todo resulta increíble, justamente lo que sucede con esta endeble adaptación. Juan Piquer evolucionó después hacia productos de terror hispano, y en sus últimos títulos, con coproducción norteamericana, consiguió algunos resultados no totalmente despreciables, como demostró en su momento con La grieta (1990), Goya de la Academia a los Mejores Efectos Especiales.
En el reparto merece destacarse a Ian Serra, uno de los actores predilectos de Piquer Simón, un gibraltareño con gracioso acento andaluz, y Patty Shepard, que durante la década de los sesenta fue una reputada modelo publicitaria, para después emprender una carrera cinematográfica, aunque hoy, ciertamente, está totalmente olvidada.
(09-06-2007)
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