José Antonio de la Loma probablemente pasará a la Historia del Cine como el inventor del cine de delincuentes juveniles, de “quinquis”, a partir de su Perros callejeros (1977), que descubrió una veta, un subgénero dentro del thriller, y que después él mismo siguió cultivando en films como Perros callejeros II (1979), Los últimos golpes de El Torete (1980), Perras callejeras (1985) y Yo, El Vaquilla (1985), pero al que también aportaron títulos autores tan dispares como Eloy de la Iglesia (Navajeros, El Pico, El Pico 2), y Carlos Saura, que sublimó el subgénero en su notable Deprisa, deprisa (1981).
Pero De la Loma fue también un guionista y director que se inició dentro del pujante “film noir” de Barcelona, siendo suyos los guiones de varios interesantes thrillers de la época: Los agentes del quinto grupo (1955) y El ojo de cristal (1956), entre otros, llevaron su firma, hasta que se pasó a la dirección con esta Manos sucias, que entronca con una variante del cine negro escasamente hollada por el cine español, aquella en la que los criminales son gente corriente, no delincuentes habituales, que llevados por una pasión o un deseo irrefrenable, cometen asesinatos que realmente no quieren hacer. En el cine negro clásico de los USA hay varios ejemplos muy claros de esta línea, desde El cartero siempre llama dos veces (1946), en la versión de Tay Garnett, hasta la también estupenda Perdición (1944), del gran Billy Wilder.
Pero no era frecuente en el cine español esta variante temática, al menos hasta que De la Loma la presentó con todas sus consecuencias en este film seco y áspero, en el que se nos cuenta cómo Miguel, un camionero a sueldo de una compañía de transportes, anhela comprar una estación de servicio, donde piensa que puede prosperar y dejar de estar “tirado” por las carreteras de España. Cuando pide un adelanto para hacer la compra, su jefe le dice que sus competidores les están ganando el terreno gracias a un camión frigorífico; entonces Miguel concibe la idea de hacer que el camión se salga de la calzada y así quede inutilizado, con lo que su empresa remontaría y él conseguiría el dinero que necesita para comprar la gasolinera. Pero las cosas no salen exactamente como él cree, y además hay una inesperada testigo de su tropelía...
Con una atmósfera asfixiante, la primera película del barcelonés lo mostraba como un hombre con una innata capacidad para narrar historias intensas e intrigantes. La relación entre el protagonista y su mujer se irá viciando, produciendo los mejores momentos de este film extraño, rodado en secarrales de Teruel, con paisajes de carreteras construidas en escarpados montes, recordando visualmente por momentos la estupenda película de H.G. Clouzot El salario del miedo (1953), que sin duda había visto De la Loma antes de comenzar su rodaje. Película sobre la culpa y la búsqueda de la redención, pero también una película muy libertina, donde el sexo fuera del matrimonio, el adulterio, se presentaba sin gazmoñerías ni beaterías, Manos sucias es un hito dentro del cine negro español, una cinta cuyo interés se mantiene intacto tantas décadas después de haberse rodado.
Coproducción hispano-italiana, que en la época (segundo lustro de los años cincuenta) fueron bastante frecuentes, el reparto está encabezado por el actor itálico Amedeo Nazzari, ya talludito y de vuelta de su época más brillante, y Katia Loritz, vistosa actriz suiza afincada primero en Italia y, desde esta película, en España, donde tuvo una carrera cinematográfica de cierta relevancia, haciéndose muy popular por su poderosa figura femenina, aunque artísticamente no estaba demasiado bien dotada. Entre los secundarios, pero con un relevante papel, está el valenciano Francisco Piquer, un sólido y sobrio actor español que se labró una bien ganada fama durante los años sesenta y setenta por sus frecuentes intervenciones televisivas en espacios dramáticos tales como Estudio 1 o Novela.
(19-09-2019)
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