Pelicula:

CRITICALIA CLÁSICOS


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Harper Lee, sureña, de Alabama, cuando tenía 34 años publicó su primera (y única) novela con el hermoso y enigmático título de Matar a un ruiseñor. Había nacido en Monroeville, un pequeño pueblo donde pasaba los veranos otro futuro escritor, Truman Capote, con el que Harper mantuvo siempre sus dimes y diretes, cuando Capote decía que él era uno de los personajes del libro, Dill. Harper ganó el Pulitzer y ganó millones de lectores con esta frondosa historia narrada por una niña, Scout (en realidad se llama Jean Louise), que vive con su padre, un viudo abogado, en un pequeño pueblo donde todos se conocen, una historia multiforme llena de personajes tan cotidianos como estrafalarios, tan fantásticos como predecibles... Alegato antirracista, crónica costumbrista, es también una intriga que nos lleva a conocer multitud de gentes amables, traicioneras, honrados, viles, enigmáticos...

Bueno, podríamos decir, así hay muchos libros... Pero hay un punto que agiganta desmesuradamente esta novela: su protagonista, ese abogado (como el padre de la escritora) pulcro y honesto que responde al nombre de Atticus Finch, un personaje de tal calibre que se codea en nuestro imaginario de lector empedernido con gentes como Sherlock Holmes, Capitán Nemo, Hércules Poirot, Cthulhu, Otelo, John Silver... un ser de ficción que en su país es símbolo y sinónimo de la honradez, el sentido democrático, el juego limpio, la justicia, la bondad...

Y no exageramos. Apenas un par de años desde su publicación ya estaba en marcha la producción de la película por parte de Alan J. Pakula, que encargó la dirección a un realizador tan eficaz como olvidado, Robert Mulligan.  Aunque la clave estaba en cómo condensar tantas peripecias y personajes, cómo contar con pasión y a la vez distanciamiento el nudo argumental de la falsa acusación a un negro de la violación de una joven blanca... la clave, en definitiva, estaba en el guión que llevó a cabo, con gran habilidad, Horton Foote, también sureño y conocedor de aquellos ambientes.

Obviamente el abogado Finch se encarga de la defensa del muchacho negro, y el juicio abarca una larga secuencia de más de media hora, en el corazón narrativo del film, que la eficacia de Mulligan logra que no resulte alargada. La argumentación del letrado es perfecta y exhaustiva, demostrando la inocencia, pero él lo sabe desde el principio: con un jurado de sólo blancos la sentencia está cantada, será de culpabilidad, aunque algunos de ellos (en privado) piensen lo contrario. En el juicio comprobamos que la denunciante es una pobre muchacha histérica, sojuzgada y posiblemente abusada por su envilecido padre. Tras el veredicto,  el justo Atticus no se da por vencido y promete al condenado apelar y pelear para sacarlo de la cárcel.

Producción costosa, el rodaje se llevó a cabo en estudios y en Monroeville, con exteriores de la zona, presentados luego como una sola localización. La impecable fotografía en blanco y negro es del gran Russell Harlan y la música de Elmer Bernstein. La repercusión de su rodaje y la fama de la novela se tradujeron en las ocho nominaciones a los Oscars que obtuvo, logrando tres de ellos: el de dirección artística y los muy importantes de mejor guión y actor protagonista.

En el reparto los chiquillos protagonistas, Scout y Jem (ella como narradora) no tenían ninguna experiencia previa, y Calpurnia, la enérgica joven negra que cuida de ellos, sólo pequeñas intervenciones teatrales. La sorpresa nos la da un joven y primerizo Robert Duvall (con 31 años entonces...) que encarna al enigmático vecino Boo, personaje clave en el inesperado final, más explícito y explicativo en el film que en el propio libro original. Y naturalmente la clave estaba en quién podía encarnar a Atticus Finch... Se habló de James Stewart, que no quiso arriesgarse en un papel polémico, también de Rock Hudson -demasiado galán- y fueron Pakula y Mulligan quienes pensaron en Gregory Peck, que aceptó de inmediato. Peck ya era un actor famoso, que tenía cuatro nominaciones de la Academia, y el gran éxito de Vacaciones en Roma, y que acaso intuyó que ahora sí conseguiría la estatuilla, como así fue...

El gran actor consiguió, es verdad, el Oscar, pero sobre todo modeló un personaje clave que lo significó para el resto de su carrera. Por eso uno piensa en Gregory Peck y llega a la conclusión de que Horizontes de grandeza,  el inolvidable western de William Wyler, bien podría haberse titulado Atticus en el salvaje Oeste...


 


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129'

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Matar a un ruiseñor - by , Jul 24, 2022
4 / 5 stars
Atticus I el Justo