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En la carrera de Zhang Yimou se pueden apreciar varias líneas estéticas, estilísticas y argumentales. Una de ellas es la fastuosa representación de historias ambientadas en la China milenaria, con hermosos ropajes de la época, admirables coreografías y grandes luchas épicas que entroncan (mejorándolo ostensiblemente) con el más bien zarrapastroso cine de artes marciales orientales que en los años setenta pusiera de moda Bruce Lee en películas como Furia oriental (1972) u Operación Dragón (1973).

A esa línea temática y estética pertenecen, entre otras, sus películas Hero (2002), La maldición de la flor dorada (2006) y La gran muralla (2016), por citar solo tres de distintas épocas. También esta Sombra está emparentada con aquellas historias, si bien es cierto que aquí Zhang opta por un tratamiento plástico distinto: si en las películas citadas el famoso cineasta chino jugaba con colores puros (rojo, azul, verde, amarillo), aquí se va al extremo opuesto y utiliza de forma casi exclusiva los tonos grises y, en menor medida, negros. Una puesta en escena en la que la lluvia es casi un personaje más, permite que formalmente la película adquiera un tono cromático muy distinto al de los anteriores films zhangianos de esta línea estilística.

Por lo demás, argumentalmente, como suele ocurrir en este tipo de películas de Zhang (y de otros cineasta chinescos que también cultivan el género: el ecléctico taiwanés Ang Lee, el vietnamita Tsui Hark, el chino popular Chen Kaige, incluso el hongkonés, afincado en USA, John Woo), la historia es una trama que gira en torno a una constante lucha por el poder, cuajada de lealtades y traiciones, en este caso ubicada en la corte de un vesánico rey, Pei, cuyo jefe del ejército, el valeroso Zi, está gravemente enfermo desde hace algún tiempo por una herida mal curada, por lo que, con el único conocimiento de su esposa, Xiao, se hace sustituir por Jing, un hombre cuyo parecido físico con él es asombroso, adiestrándolo en las artes de la guerra. Jing se siente obligado a ello por haberle salvado la vida su mentor, pero siente una secreta pasión por Xiao, que esta, calladamente, le corresponde, aunque ninguno de los dos ha dado pistas al otro sobre ello. Entre tanto, Jing, como si fuera Zi, ha emplazado a un monarca enemigo, que se reputa invencible, a luchar para recuperar una ciudad que el reino de Pei considera suya...

Tiene Sombra un evidente influjo de Kurosawa. De hecho, una de las películas más interesantes de su última época fue Kagemusha (1980), que en España (pero también en el resto de Occidente, en sus respectivas lenguas) se estrenó con el explícito subtítulo de La sombra del guerrero, una historia que tenía puntos de contacto con este nuevo film de Zhang. Porque, en efecto, en ambos casos se trataba de la historia de un brillante militar y el pobre diablo que es captado para sustituir al gran hombre, lo que supondrá para esa “sombra” una situación peculiarísima, escindido entre el deber de cumplir con la obligación a la que cree deberse, pero también con la tentación (sobre todo cuando el titular del personaje se comporta como un marrajo) de erigirse en “otro” héroe distinto, en convertir al ser execrable del que era pantalla en otro más humano, más justo y generoso.

Por supuesto, estamos ante una variante del mito del “doppelgänger”, el doble exacto que suplanta a su original, que tiene una larguísima tradición en literatura (recuérdense, sin ir más lejos, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Stevenson, William Wilson, de Poe, o El hombre duplicado, de Saramago, entre otras muchas novelas o relatos) y no digamos en cine (El gran dictador, de Chaplin, La doble vida de Verónica, de Kieslowski, o El otro señor Klein, de Losey, incluso, en clave de comedia, Espérame en el cielo, de Mercero, entre otros muchos films), llevado a su terreno aquí por Zhang, que pone en escena batallas que semejan gigantescas coreografías plenas de una belleza surreal, con artefactos cotidianos que, inopinadamente, cobran una nueva dimensión, como esos paraguas o sombrillas que son utilizados aquí como peculiares escudos, también como inesperadas armas letales.

Dramáticamente, Sombra juega, además de con la tragedia del doble obligado a servir perrunamente a su amo, con la ambición por el poder incluso cuando es evidente que la muerte está a la vuelta de la esquina, pero también con el amor aherrojado que habrá de decidir entre la verdad que condena o la mentira que libera, en un último tercio de la historia cuajado de giros de guion, generalmente bien fundamentados, y con un final en anticlímax, abierto, que permite al espectador decidir por sí mismo.

Bellísima siempre, jugando con una auténtica bacanal de tonos grises y negros que, en contra de lo que generalmente se piensa, aportan una preciosura distinta a la tan trillada de colores fuertes, que pareciera reputarse como la única posible; jugando también con los conceptos del yin y el yang, lo masculino y lo femenino, que tendrán un papel clave en la resolución del conflicto bélico entre los enemigos; con una curiosísima versión de la famosa estratagema de Odiseo del caballo de Troya; y con unos intérpretes principales que, en este caso trabajan todos por primera vez para Zhang, en contra de su habitual tendencia a utilizar actores y actrices ya probados anteriormente, Sombra es una película de muy hermosa factura, osada en su planteamiento estético y dramáticamente atractiva, si bien es cierto que seguimos prefiriendo al cineasta dolorosamente humano de Amor bajo el espino blanco (2010) o Regreso a casa (2014).


(20-05-2019)


 


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116'

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Sombra - by , Apr 10, 2020
3 / 5 stars
Una bacanal de tonos grises y negros