CINE EN SALAS
Dentro del cine sobre el Holocausto se ha hecho de todo: está bien, porque aquella horrible matanza, aquel genocidio sin nombre debe ser recordado como lo que fue, una de las páginas más negras (y mira que las hemos tenido terribles...) de la Historia de la Humanidad, producida además en un siglo, el XX, que se suponía iba a ser el del final de las guerras y de las atrocidades sin nombre, y encima de todo a manos de Alemania, una de las naciones más avanzadas (tecnológica, económica, intelectual, socialmente) del mundo de su época, como del de ahora también.
Las miradas hacia el Holocausto han solido hacerse casi siempre, como es lógico, hacia la figura de las víctimas, en múltiples films justamente recordados: El pianista, de Polanski, La vida es bella, de Benigni, El hijo de Saul, de Nemes, entre otros muchos. Hay otra vertiente sobre esta tremenda temática que sería la mirada hacia los verdugos, lógicamente nunca benévola: recientemente tenemos un título emblemático de esta línea, La zona de interés, de Glazer, pero hay otros muchos, como El hundimiento, El niño con el pijama de rayas o El hombre del corazón de hierro. Mucho menos frecuente es el caso de la película en la que se retrata un personaje que fue a la vez víctima y verdugo, y esa circunstancia quizá sea lo más relevante de este Stella, víctima y culpable.
La película, basada en un personaje real, la Stella del título, arranca con un título que informa de esa circunstancia: “ficción inspirada en hechos históricos y basada en informes del tribunal militar soviético de 1946 y del tribunal regional de Moabit de 1957”. La acción se inicia en agosto de 1940, en Berlín, cuando conocemos a Stella, joven judía (pero de pelo rubio y ojos azules), cuya única ocupación y preocupación vital es triunfar como cantante; actúa con un grupo de jóvenes músicos, también todos judíos, tocando sobre todo jazz, aunque no le hacen ascos a otras músicas de moda en la época. Stella es feliz: trabaja en lo que le gusta, tiene un novio (también componente de la banda de música) con el que le va bien, y piensa en marcharse a Estados Unidos, donde la tientan desde Broadway; sus padres están inquietos por las ominosas noticias que les llegan sobre la política que están llevando a cabo las autoridades nazis contra los judíos, pero Stella no les echa cuenta... Pero cuando pasamos a febrero de 1943, la situación ha cambiado radicalmente: Stella, junto a su madre, están trabajando forzosamente en una fábrica de elementos metálicos, probablemente destinados a la feroz Segunda Guerra Mundial que ya libraban desde varios años antes las potencias del Eje (Alemania, Italia, Japón...) contra los aliados (Estados Unidos, Reino Unido, la Francia libre, la URSS...). En un momento dado, Stella y su madre consiguen escapar. A partir de ahí, su vida se convierte en una existencia clandestina, hasta que sea capturada y se vea compelida a una decisión atroz...
La película cubre desde 1940 hasta 1984, fecha de la muerte de Stella, deteniéndose en las fechas clave de su vida: 1943, cuando al ser detenida se convierte, tras muchas resistencias por su parte, vencidas por un maltrato brutal y la amenaza de enviarla a ella y a sus padres a Auschwitz, en delatora de otros judíos, para llegar a 1957 cuando, tras pasar 10 años en un campo de concentración soviético, fue deportada a Alemania y sometida a juicio por traición.
A través de ese arco temporal conoceremos mejor a esta Stella cuyo sueño era emigrar a Estados Unidos para triunfar en Broadway como cantante, siendo indiferente hacia la cuestión judía (que creía no le afectaba por su apariencia de aria), hasta que, atropellada por el tren de la Historia y puesta en la tesitura de sufrir indeciblemente antes de morir con sus padres, decidió dar el paso que va del heroísmo de no colaborar a la traición de delatar incluso a sus amigos con tal de sobrevivir y mantener algo parecido a una vida, aunque a sabiendas de que los suyos abominarán por siempre de ella.
Kilian Riedhof es un cineasta alemán que por ahora no había tenido ningún título relevante en su carrera, salvo, en todo caso, No tendréis mi odio (2022), sobre una de las víctimas del atentado yihadista de Bataclan, que tuvo cierta repercusión. El resto de su carrera no es significativa, habiendo estado incluso profesionalmente vinculado a series televisivas populares pero no especialmente distinguidas como la longeva En el lugar del crimen. Su film sobre las consecuencias de Bataclan y esta Stella... parecen indicar un interés por la figura de la víctima, aunque en el caso de la película que comentamos lo sea con un componente muy distinto, el hecho de que esa víctima de atrocidades sin cuento se convirtiera, para acabar con ellas, en verdugo también, como delatora de los suyos.
Estamos entonces, como decíamos, ante una mirada hacia un tipo de personaje poco habitual en la temática relativa al Holocausto, la de quien no presta atención a lo que está pasando a su alrededor, quizá porque no quiere hacerlo, porque se reconforta en su torre de marfil, en la que cree ser inalcanzable... hasta que, por supuesto, la metafórica torre de marfil se desmorona y entonces se topa con la más cruda realidad.
Como decíamos, se han visto muchas pelis con víctimas, o con verdugos, pero muy pocas con víctimas y verdugos a la vez; estamos entonces ante un retrato del ser humano, ese ser humano cuyo miedo, o cuya intención de medrar, puede hacerle capaz de cometer atrocidades.
Por supuesto, la película plantea un dilema moral: morir con sufrimientos inauditos, o plegarse a señalar a sus iguales, a los que se someterá, por supuesto, a esos mismos sufrimientos de los que ella huye. Un dilema moral en el que el director, piadosamente, no parece tomar partido, aunque en la parte final, cuando Stella sea sometida a juicio, nos la presente como una mujer taimada que engaña e intenta seducir a toda costa para (otra vez, ahora en un contexto diferente) salvar el pellejo. Pero en general no se puede decir que Kilian Riedhof tome partido, ni a favor ni en contra, de este personaje histórico real, contradictorio, masacrado y traidor a la vez, un personaje en buena medida fascinante en su recorrido vital, en su arco dramático. En este sentido, no parece que haya una postura clara a favor o en contra, más bien lo deja a criterio del espectador.
Con un buen ritmo narrativo, inicialmente ayudado por los frecuentes números musicales, y después por los saltos temporales atrás y adelante (que se siguen sin mayor problema), Stella, víctima y culpable nos ha parecido una interesante aproximación a un tipo de personaje infrecuente en el cine sobre la Segunda Guerra Mundial y, en concreto, sobre el Holocausto, y esa es probablemente su mayor virtud, porque tampoco aporta mucho más.
Con una correcta puesta en escena, con la brutalidad inherente al cine de nuestro tiempo, habla también de la difícil clandestinidad, en la que la falsificación de documentos para salir del país se convirtió en una ilegal pero floreciente actividad, en la que medraron aquellos que, como el corcho, flotan siempre en cualquier situación.
Tiene la película una secuencia que parece directamente sacada de otra sin nada que ver con ella, aquella en la que Stella, junto a su novio Rolf y otro amigo de ambos, Johnny, se introducen en la casa de unos richachones arios ausentes y allí se lanzan a un frenético desenfreno de comer, beber, bailar y (se supone, aunque nos lo ahorran) follar, todos contra todos, mientras en el exterior caen las bombas de los aliados y ellos escuchan en el tocadiscos, a toda pastilla, Los Nibelungos de Wagner... demasié, como decíamos de jóvenes...
Por supuesto, como toda película sobre las atrocidades de los nazis, a estas alturas no llama la atención las barbaridades que cometieron aquellos canallas, y parece que hay que subir un peldaño más, algo a lo que Riedhof se pliega sin problemas, con escenas de gran crudeza y brutalidad.
Eso sí, hay algunos fallos que hubieran sido fácilmente subsanables, como presentar a la protagonista en 1957, 17 años después de cuando la vimos por primera vez, en 1940, con el mismo aspecto físico de entonces, después de haber pasado 10 años en un campo de concentración soviético, donde el trato que se le daba a los prisioneros, como bien sabemos, no era precisamente versallesco...
Gran trabajo de la protagonista, Paula Beer, totalmente entregada a su papel, al que consigue dotar de matices que ayudan a que el film no sea simplemente una puesta en la picota de Stella, aquella mujer a la que los giros de la vida situaron en la tesitura de ser víctima o verdugo.
Tras los rótulos que indican lo sucedido con Stella en sus últimos años, la película se cierra con una frase de un superviviente del Holocausto, Max Mannheimer, escritor y pintor, quien, hablando directamente al pueblo alemán, dijo: “No eres responsable de lo que pasó, pero es importante que no vuelva a suceder”. En estos tiempos en los que las encuestas en el gran país germano indican que el partido Alternativa para Alemania (Alternative für Deutschland), con sospechoso parecido ideológico al Partido Nacionalsocialista Alemán, indican que podría conseguir el tercer puesto en las próximas elecciones al Bundestag, el parlamento alemán, y convertirse con ello en una fuerza política determinante, conviene que, efectivamente, recordemos lo que pasó hace ochenta años para que no vuelva a ocurrir.
(18-03-2024)
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