Pelicula:

La gran comedia clásica norteamericana se apoya, por supuesto, en una serie de grandes nombres: George Cukor, Vincente Minnelli, Howard Hawks, Frank Capra, Ernst Lubitsch, Billy Wilder... Pero hubo otros cineastas que, sin llegar a ese nivel, también aportaron su granito de arena a uno de los géneros que más cultivaron en Hollywood. Eso sí, en general su trabajo fue inferior al de los grandes maestros señalados. Es el caso de Walter Lang, un buen profesional cuya carrera abarcó desde las postrimerías del cine mudo, en 1926, hasta principios de los años sesenta, cuando llegaban las nuevas olas cinematográficas. Su filmografía, como era habitual en los cineastas de la época, a sueldo de las “majors”, es ecléctica, tocando casi todos los géneros, aunque en los que más brilló, dentro de lo que cabe, fue en la comedia (romántica o no) y el musical. Su obra más conocida seguramente es El rey y yo (1956), con una estupenda pareja de gran química, Yul Brynner y Deborah Kerr.

Su otra esposa es una comedia al uso, bien que con una serie de elementos que la hacían distinta, en especial al tener como “leit motiv” nada menos que... las computadoras, en una época en la que, por supuesto, estaban absolutamente en mantillas... Conocemos así a Richard Sumner, un nuevo ejecutivo, ingeniero informático, que ha sido fichado por la  empresa para la informatización de los archivos. Las encargadas de estos son todas mujeres, comandadas por la señorita Bunny Watson, dotada de una memoria de elefante. Pronto es evidente que Richard y Bunny tienen intereses enfrentados; el primero, proceder a la digitalización (o como se dijera entonces...) de todos los fondos de la empresa, tarea que se le ha encomendado; la segunda, preservar su puesto de trabajo y el de sus compañeras, entendiendo, no sin razón, que si Richard tiene éxito en su encargo, ellas se irán a la calle...

Por supuesto, la historia está contada en clave de comedia, y en concreto de comedia romántica, aunque para llegar a lo de romántico primero habrá que vencer algunos obstáculos, desde el hecho de que los intereses de los futuros amantes sean aparentemente contrapuestos, hasta la no menos problemática situación que se plantea porque ella ya tiene novio, aunque el pánfilo no da el paso de pedirle que se casen (no sé si entonces existía la figura del “amigo con derecho a roce”, que es lo que parece que son Bunny y su chico...).

Lo electrónico o informático, como decimos, es el “leit motiv” por excelencia del film, lo que se evidencia desde los mismos títulos de crédito iniciales, presentados como si fueran escritos por una impresora de la época, de finales de los años cincuenta. Estaremos entonces ante la fricción entre lo analógico y lo digital, a su manera, conforme a su tiempo, como fondo para una historia romántica clásica, en la que se juega con la baza del antimaquinismo, aunque las máquinas estaban aún en mantillas. Como curiosidad, el departamento que dirige Bunny, visto con la perspectiva de nuestro tiempo, en la tercera década del siglo XXI, parece enteramente como un Google prehistórico y analógico, un servicio de archivo que funciona, aunque en plan Picapiedra, como el famoso buscador de internet, con respuesta para todo, gracias a los peculiares métodos mnemotécnicos de la señorita Bunny... Por supuesto, la moraleja será que la maquina, sin flexibilidad, se demostrará inferior al ser humano: está claro que en aquella época lo de la inteligencia artificial no se lo podían ni imaginar...

Lang utilizó en la película algunos recursos poco habituales en la comedia clásica (en general, en todo el cine clásico), como la pantalla dividida, pero fue un uso bastante convencional, sin aportar nada a la historia ni a la forma de narrarla. Con un color un tanto desvaído, de colores apastelados, lo cierto es que la película no logra distanciarse de su origen teatral, la obra escrita por William Marchant para ser representada en los escenarios. Su humor es un tanto vago, difuso, a veces surrealista, aunque la gran química entre los carismáticos protagonistas, Tracy y Hepburn, ayudan a que la peli se vea con agrado, aunque es evidente que se trata de una comedia muy blanca, muy clásica (en el peor de los sentidos del término), a la que se le echa en falta un poco de chispa y de heterodoxia.

Por supuesto, lo mejor es la pareja protagonista, en la octava vez en la que trabajaron juntos, la penúltima antes de Adivina quién viene esta noche (1967), poco después de cuyo rodaje moriría Spencer Tracy. Buen plantel de secundarios, con, entre otros, el oscarizado Gig Young y las bellas Joan Blondell y Dina Merrill.

(16-04-2024)


 


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103'

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Su otra esposa - by , Apr 16, 2024
2 / 5 stars
Un Google prehistórico y analógico