Esta película está disponible en el catálogo de Filmin.
Esta ambiciosa coproducción entre varios países europeos, más Estados Unidos, está dirigida por el cineasta pamplonés Raúl de la Fuente, documentalista de larga y feraz trayectoria, que participaba además en la producción a través de su empresa Kanaki Films, y el realizador polaco Damian Nenow, perito de largo recorrido en cine de animación; sus talentos pusieron en escena de consuno el relato autobiográfico homónimo del reportero polaco Ryszard Kapuściński sobre la guerra civil que asoló Angola a partir de 1975 como consecuencia del proceso de descolonización de la metrópoli Portugal, en un film de hondo aliento humanista en el que se utilizaron distintas técnicas como el rotoscopio y la “stop-motion”, para conseguir un dibujo marcadamente antropomórfico, tan realista que podría calificarse de naturalista, estilizado, muy elegante y, sin embargo, extraordinariamente adecuado para denunciar los horrores de aquella guerra sin fin, donde las grandes potencias jugaron en un gigantesco tablero de ajedrez en el que los peones, la carne de cañón, eran las vidas humanas de los aborígenes.
Un día más con vida es una afortunada mezcla de animación y documental en imagen real, siendo la primera la preferente, con la que se nos cuenta la historia, y sirviendo la segunda, bien a través de imágenes de reportajes de la época, bien mediante entrevistas a algunos de los protagonistas de la historia que se nos narra en el “cartoon”, casi medio siglo después, para apoyar, comparar, complementar y poner en contexto lo que se nos cuenta a través de dibujos animados.
La acción, como decimos, se ambienta en 1975 en Angola, un mes antes de la fecha en la que Portugal (que el año anterior se había deshecho, por fin, de la dictadura salazarista, en la famosa Revolución de los Claveles) cedería jurídicamente la soberanía, concediendo la independencia al país africano; en ese contexto, las potencias mundiales juegan sus cartas para hacerse con tan codiciada presa: la URSS apoyando a la milicia marxista MPLA, y Estados Unidos a las milicias derechistas FNLA y UNITA; también Sudáfrica echaría su cuarto a espadas en la conflagración que se inició entonces y duró la friolera de 27 años, hasta 2002. En ese mes previo a la independencia de Angola, en 1975, Kapuściński, el único corresponsal polaco en el extranjero, será también el único periodista foráneo que se implicará de manera personal en el conflicto... Conocedor de que al sur del país, un oficial desertor portugués, Farrusco, se ha convertido en el único bastión que separa al futuro estado de los invasores sudafricanos, el polaco quiere ir a toda costa a entrevistarlo...
El film tiene, todo hay que decirlo, un evidente sesgo ideológico, probablemente porque la mirada de Kapuściński era abiertamente marxista. Pero ello no empece la brillantez de una película ciertamente durísima a la par que extremadamente hermosa. Aunque en principio la mixtura entre animación e imagen real documental podría haber chirriado, lo cierto es que aquí funciona a la perfección, hecha con una naturalidad y una sencillez pasmosas.
Gustan, y mucho, las imágenes fantásticas que intermitentemente se allegan al protagonista, escenas entre lo onírico y lo surreal, donde la metáfora se alía contra la ley de la gravedad (esas balas, esas armas, esos muertos, todos levitando contra lo enunciado por Newton), donde el colorido estalla en un rojo sangre, la sangre de los más de 500.000 muertos civiles que se cobraría la casi eterna guerra de 27 años. Gustan algunas soluciones visuales muy creativas, como la fascinante petición de los heridos para ser fotografiados mientras viven, dicen “esta es mi cara cuando estaba vivo”, mientras se suceden los disparos de la cámara y van cambiando en cada clic los rostros de los moribundos retratados.
La peripecia central, curiosamente, entronca el relato de Kapuściński con un clásico del nivel de El corazón de las tinieblas, la novela de Robert Conrad que cuenta la historia de un hombre que habrá de llegar hasta un mítico personaje en lo más recóndito del África negra (un trasunto en realidad del Congo, donde los belgas perpetraron horribles torturas y matanzas entre los aborígenes). Esa misma trama (ya usada, con variantes, por Coppola en Apocalypse now, y por Gutiérrez Aragón en El corazón del bosque) será la que utilizará Kapuściński en su deseo obsesivo por llegar hasta Farrusco, que de militar del ejército colonial portugués ha devenido en general de las fuerzas angoleñas, resistiendo al sur del país con un puñado de hombres y escasas municiones; solo que en este caso la historia, en contra de la conradiana, sí es real, y el reportero polaco efectivamente consiguió llegar, contra viento y marea, hasta el puesto donde se atrincheraban Farrusco y los suyos.
Hermosamente, la película crea una visionaria atmósfera onírica, incluso en las escenas de corte realista, con bellísimas imágenes que parecen extraídas de un sueño, como la que recrea fantásticamente la tragedia de la muerte de la comandante Carlota, heroína de la guerra que daría nombre a la operación con la que Cuba acudió en ayuda del MPLA para detener el avance de las fuerzas sudafricanas. Fascina el film por su poderosa imaginación visual, por su extraordinaria creatividad en los dibujos, por su capacidad para emocionar al espectador desde la mirada cómplice de un reportero que tuvo que elegir entre convertirse en un mito del periodismo dando una exclusiva mundial, o hacer lo correcto y con ello salvar la vida de miles de personas. Y es que Kapuściński fue siempre consciente de que la conflagración en Angola era en realidad un escenario más de la guerra fría, siendo la descolonización y la independencia meros pretextos de las grandes potencias para jugar sus cartas en el siniestro tablero geoestratégico mundial.
La película, tan justamente, arrasó en todo tipo de premios: San Sebastián, Goya, CEC, Cine Europeo, Platino...
(19-09-2021)
85'