Enrique Colmena
Terminado que fue el (más bien) malhadado año 2010, mayormente por los problemas económicos que, al menos en España, no nos han dado respiro, toca hacer balance del cine español, como con habitualidad hacemos en estas páginas por estas fechas en las que el calendario dobla la esquina.
Habrá que decir pronto que, desde el punto de vista de la calidad, ha sido un año nefasto: muchos estrenos pero de escasa enjundia. Con decir que lo mejor ha sido (siempre para el criterio del firmante, por supuesto) una rareza como
Buried. Enterrado, que en otro contexto no pasaría de ser un curioso “tour de force”, queda todo dicho. Ha habido otros títulos de algún interés, como la nueva aportación de Carlos Saura al racial musical español, en
Flamenco, flamenco, y por debajo de ese listón algunos títulos muy esperados, como
Biutiful, de Alejandro González Iñárritu,
Amador, de Fernando León de Aranoa, y
Balada triste de trompeta, de Álex de la Iglesia, que sin embargo no colmaron, ni de lejos, las muchas expectativas despertadas.
Así que cualitativamente el año ha sido muy deficiente. En cuanto al plano de las recaudaciones, vital si tenemos en cuenta el endémicamente agónico estado de la industria del cine español, inmerso en una lucha nada soterrada contra la piratería en la red (a la que se acusa de todos sus males, como si estos no tuvieran otro origen), a falta de datos oficiales (el Ministerio de Cultura todavía tardará en dar sus números, me temo), se puede hacer un “ranking” oficioso bastante aproximado, que estaría comandado por una peli para adolescentes,
3 metros sobre el cielo (que se publicita con el acrónimo
3MSC), de Fernando González Molina, auténtico “boom” para el cine patrio; son evidentes sus carencias y que no pasará a ninguna Historia del Cine, pero es verdad que ha alegrado la industria insuflando dinero a espuertas, en un año sin los popes habituales (Amenábar, Almodóvar, a veces Santiago Segura); la recaudación de este filme al terminar el año, cuando aún le queda recorrido en las pantallas españolas, roza los ocho millones y medio de euros, un pastón en tiempos de crisis.
Bastante lejos le sigue
Que se mueran los feos, de Nacho G. Velilla, quien repite éxito como hace un par de años con
Fuera de carta. Comedia de corte demasiado televisivo, con diálogos no precisamente brillantes y sí bastante tópicos, sumó más de seis millones y medio de euros, lo que ciertamente no está nada mal. Pisándole los talones, casi con la misma cifra en taquilla, un filme de género,
Los ojos de Julia, de Guillem Morales, con la indisimulada intención de reeditar el éxito de
El orfanato, que era su norte y guía, y de la que tomaba prestada incluso a su diva, Belén Rueda.
El cuarto puesto en el ranking nacional lo ocupa un filme nada nacional,
Conocerás al hombre de tus sueños, el muy neoyorquino nuevo empeño de Woody Allen, a pesar de lo cual computa como español al estar coproducida por nuestro país. Sus números, en España, han superado de largo los cuatro millones de euros, cifra que se puede considerar dentro de la media de lo que recauda Woody en nuestra tierra. Una de las grandes apuestas comerciales, con aspiraciones de “blockbuster”, la televisiva
Lope, de Andrucha Waddington, se tuvo que conformar con una recaudación que para otro filme, sin su mastodóntico presupuesto (trece millones de euros, nada menos), hubiera sido excelente: pero sus tres millones y medio en taquilla no cubren ni la tercera parte de lo que costó, qué gran negocio…
Otra de las grandes apuestas del año en el cine español, la antes mentada
Biutiful, que suponía el desembarco en España del reconocido cineasta mexicano González Iñárritu, tuvo que conformarse con una recaudación algo superior a los dos millones y medio de euros, cifra a todas luces menor de la esperada, pero quizá exagerada si tenemos en cuenta que su calidad no alcanzaba, ni de lejos, los estándares de sus anteriores empeños (cfr.
Amores perros o
21 gramos), aparte de que su protagonista parecía coleccionar tragedias y calamidades…
En el séptimo puesto del “ranking” de mayores recaudaciones del cine español en 2010 encontramos a
Entre lobos (me niego a escribirlo todo junto, como se publicita), que inesperadamente ha conseguido más de dos millones y medio de euros, lo que está muy bien para un filme de su modestia, si bien es cierto que este biopic a la manera de
El pequeño salvaje truffautiano contó con una inhabitualmente fuerte campaña publicitaria.
El octavo lugar fue para una de las rarezas antes citadas,
Buried. Enterrado, con algo más de dos millones de euros, que han de ser debidamente valorados, teniendo en cuenta lo inhóspito (nunca mejor dicho…) de su propuesta, con un único escenario y un único intérprete, en tiempo real, dentro de un sarcófago de madera. El noveno puesto fue para una comedia picante,
Tensión sexual no resuelta, que prometió mucho más de lo que dio, a pesar de lo cual recaudó algo más de dos millones de euros, al igual que
Pájaros de papel, de Emilio Aragón, lamentable aproximación al mundo de los cómicos de la legua, en el pavoroso territorio de la primera postguerra española, pero cuyo aparato mediático, dada la posición de su director (presidente de La Sexta y uno de los hombres más influyentes en el panorama audiovisual español) contribuyó a alcanzar una cifra desmesurada para sus escasas virtudes.
Así que, desde el punto de vista puramente comercial, no se puede decir que el año haya sido de los peores de la última época. A falta de las cifras globales definitivas, no ha habido un gran éxito galáctico, al estilo de
Ágora en el año 2009, pero ha habido varios títulos con tirón comercial.
Otra cosa es que, aparte de esos títulos que, de alguna forma, han de constituir el cañamazo sobre el que se vertebra una industria cinematográfica que pueda ser digna de tal nombre, la producción española sigue inmersa en algunos de sus peores pecados: el fundamental quizá sea el divorcio del cine hispano con su público. Salvo los títulos mentados (y en estos en varios casos no precisamente en los niveles esperados), el cine español sigue haciendo películas que no interesan mayoritariamente a sus compatriotas. Se hace una cantidad absurda de filmes que ni se estrenan o, si lo hacen, lo son en unas pocas salas para cubrir el expediente. Las temáticas siguen estando en su gran mayoría disociadas de la vida cotidiana del español medio, casi siempre por retratar ambientes descaradamente marginales, o directamente por tocar temas marcianos, disparatados, sin conexión alguna con la realidad de la España de estos comienzos de siglo.
En definitiva, el cine español continúa su camino de espaldas al público al que debería dirigirse; entonces, si los artistas no conectan con la gente a la que están cultural, social, emocionalmente unidos, ¿con quiénes van a conectar?