Ha muerto a los 89 años Julio Diamante Stihl (Cádiz, 1930 – Madrid, 2020). Con él se va lo más parecido que hemos tenido en la España del Siglo XX (con la excepción de Fernando Fernán Gómez, el gran FFG) a lo que se suele denominar “un hombre renacentista”: director de cine, realizador de televisión, guionista, director teatral, escritor, flamencólogo, experto en jazz, ensayista de varia laya, profesor, poeta, articulista... su capacidad creativa y artística fue incuestionable, y solo la ceguera del franquismo, pero también la iniquidad de los politicastros de la democracia, pudo impedir que Julio gozara del prestigio unánime, absoluto, sin fisuras, del que disfrutó FFG.
Mi compañero y amigo Rafael Utrera Macías tiene publicados en CRITICALIA sendos artículos sobre el cine de Diamante, con el título genérico Ciclo Julio Diamante en la Academia de Cine, que se puede consultar pinchando en los siguientes números romanos: I y II. En ellos encontrará el lector una amplia y espléndida exégesis del cine dirigido por Julio a lo largo de su carrera.
Por nuestra parte, es propósito del presente artículo rendirle homenaje en la otra gran faceta por la que Diamante merece el reconocimiento de la sociedad andaluza y española, la de gestor, contra viento y marea, de la Semana de Cine de Autor de Benalmádena entre los años 1972 y 1989, tiempo en el que este certamen se convirtió en un incuestionable evento de referencia internacional para el cine que no buscaba la taquilla sino solo (solo...) hacer pensar al espectador.
Iniciada la SEMANAUTOR, o la SICAB (acrónimos ambos con los que se conoció al certamen, aunque a Julio le gustaba más SEMANAUTOR) en 1969, con dirección de un histórico del cine andaluz, Luis-Mamerto López Tapia, la defenestración de este por el combatiente puño en alto de Ricardo Franco al recoger un premio por su El desastre de Annual, y el enfrentamiento con parte del público que respondió cantando el Cara al sol, hizo que la edición de 1971 fuera dirigida por el crítico catalán José Luis Guarner, tras lo cual, a partir de 1972, se hizo cargo Diamante de la gestión del festival hasta su extinción por inanición económica en 1989.
A lo largo de los años en los que Julio Diamante se encargó de gestionar la SEMANAUTOR, entre los años citados (aunque con algunos períodos de interrupción, también por problemas económicos), la Semana de Cine de Autor de Benalmádena se labró una más que merecida reputación como certamen independiente, libre, democrático, social, transgresor, un certamen inequívocamente de izquierdas que (perdón por la expresión, tan vulgar pero tan necesaria y gráfica) confirmaba que Julio los tenía cuadrados para montar un evento contra Franco en sus mismísimas narices, con el apoyo de todos los organismos franquistas de la época: Ayuntamiento de Benalmádena, Diputación Provincial de Málaga, Ministerio de Información y Turismo.
A pesar de tener el viento en contra, y todo el poder represor del régimen franquista en frente, Diamante y su equipo se las ingeniaron para, durante los años que todavía duró el régimen, pero también en los años convulsos de la Transición, y en los primeros y dubitativos de la democracia, mantener contra viento y marea un certamen que hizo hueco a cosas tan peregrinas en aquella época en la España de Franco, pero también en la de Suárez e incluso en la de Felipe González, como ciclos de cine árabe, africano y filipino, cine chicano en el tiempo en el que Trump estaba todavía en los “boys scouts”, cine del Este (verbigratia, cine de los países comunistas) cuando en España se pensaba todavía que los moradores de aquellas tierras tenían cuernos y rabo.
Diamante trajo a España cine exquisito y libre: Bergman, Godard, Rohmer, Tarkovski, Fassbinder, Jarmusch, Imamura, Jancsó, Schroeder, Makavejev... una miríada de autores de primera fila que estaban poniendo las bases del cine del futuro... En la España de Gento e Iríbar, de Gárate y Santillana, esos nombres exóticos supusieron oxígeno para los que tuvieron (tuvimos también nosotros en alguna ocasión) la suerte de poder asomarse (de poder asomarnos) a otras ventanas, a otras culturas, a otras formas de pensar.
Allí, bajo la égida de Diamante, se pudieron ver años antes de que pudiera hacerse con normalidad en España películas como Gritos y susurros, de Bergman, Cuerno de cabra, de Andonov, Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, de Fassbinder, Sacco e Vanzetti, de Montaldo, Johnny cogió su fusil, de Trumbo, y Juegos nocturnos, de Zetterling, entre otras muchas.
La Semana de Cine de Autor de Benalmádena, que había capeado los temporales, casi huracanes, del franquismo, contando con la idiocia del régimen, empezó sin embargo a tener serios problemas para su continuidad a la llegada de la democracia; más concretamente a partir de los primeros años ochenta, las cosas se torcieron: un primer parón de tres años, de 1983 a 86, tras el que a duras penas se reanudó, fue el primer y determinante aviso de que los días del certamen estaban contados. En 1989 se celebró su última edición, como siempre desde 1972 a los mandos de Diamante. El evento, que había sido un faro de luz incontestable, un polo de cultura, democracia, libertad e independencia en los aciagos tiempos de la dictadura, no pudo sobrevivir a la incompetencia de los pésimos gestores de la democracia, tal vez recelosos de la firme militancia comunista de Julio, sin saber que, si hipotéticamente hubiera triunfado aquí una revolución soviética, Diamante hubiera sido enviado por la Nomenklatura celtibérica, más pronto que tarde, al equivalente hispano a los gulags rusos: porque Julio era idealista, no político, creía, de verdad, en el poder del pueblo, no en el de la burocracia.
De los muchos baldones que, para nuestro desconcierto, pesan sobre la democracia española, quizá uno de los más lamentables, de los que debiera provocar más mala conciencia a los prebostes que rigieron la España y la Andalucía de los años ochenta, debiera ser el haber dejado caer un certamen que era la joya de la corona de los festivales del país, un evento de verdad, no de plástico, no de alfombritas rojas ni flashes, ni de tías con raja de vértigo en el vestido ni tíos en esmoquin como camareros de restaurante de 5 tenedores. Pero eso sería pedir mucho, claro...
Julio Diamante, en honor a tu exquisita formación clásica, en homenaje a tu bonhomía, a tu sapiencia en todos los órdenes de la cultura, lo diremos a la manera arcaica, en la que solo unos pocos se manejan ya: Requiescat in pace.