Pelicula:

Estreno en Filmin.

La dictadura argentina que presidieron sucesivamente los generales Videla, Viola y Galtieri (da escalofrío tener que identificar concretamente la dictadura de la que hablamos, en un país, la gran nación del Río de la Plata, en la que ese tipo de gobiernos inicuos menudearon durante el siglo XX...), entre los años 1976 y 1983, ha sido tratada de muy diversa forma por la cinematografía porteña, con títulos tan variados e historias y perspectivas tan diferentes como las presentadas en La historia oficial (1985), La noche de los lápices (1986), Garaje Olimpo (1999), Kamchatka (2002) o Capitán Kóblic (2016), entre otras muchas. También otras cinematografías se han interesado por este lacerante tema, como la suiza, que en esta Azor, junto a la propia argentina y la francesa, presenta una nueva y muy peculiar visión sobre aquel tiempo atroz.

La historia se ambienta en los años setenta, concretamente poco tiempo antes del Mundial de Fútbol que organizaría y ganaría precisamente Argentina. En ese contexto conocemos a Yvan de Wiel, bancaprivadista suizo cuyo oficio le viene de familia, de sus ancestros. Está en Buenos Aires con su mujer, Inès, para intentar reconducir la situación a la que ha abocado a su empresa la extraña desaparición de su socio René Keys, quien gestionaba las inversiones de un grupo de importantes potentados argentinos. De Wiel se da cuenta pronto de que la desaparición de Keys es tratada por casi todos con silencios o evasivas, cuando no con rumores de todo tipo, desde depravaciones hasta actitudes contrarias a las execrables prácticas represivas de los militares al frente del país. En los papeles de Keys, De Wiel encuentra un nombre que parece una clave, Lázaro, sobre la que ninguno de sus interlocutores, aunque parecen saber, dice prácticamente nada... Lázaro será, entonces, como le dirá uno de sus colegas banqueros, su Eldorado, hacia donde deberá dirigir todos sus esfuerzos para salvar su misión en el país de Borges...

Andreas Fontana (Ginebra, 1982) es un cineasta suizo que se graduó en la universidad de su ciudad natal en Literatura Comparada, perfeccionando su formación académica en otras instituciones como la prestigiosa École cantonale d'art de Lausanne, la afamada ECAL. Desde 2009 está haciendo cine, primero en formato de cortometraje, con algunos muy curiosos como Pedro M., 1981 (2015), que indagaba sobre la callada figura de Pedro Martín, el cámara de Televisión Española que, durante el golpe de estado de Tejero el 23-F, desoyó, con riesgo de su propia vida, la orden de desconectar las cámaras, con lo que, si no el vídeo, sí el audio, pudo registrarse y conservarse para ignominia de los que perpetraron aquella bufonada que tan cara nos pudo costar a los españoles, y, sobre todo, para conservar un valiosísimo documento histórico.

Fontana vivió unos años en Argentina, y en sus ancestros también hubo, como en el caso del protagonista, personas que se dedicaron a la banca privada y que ejercieron como tal en la república platense. Sobre esa premisa, el cineasta helvético imaginó, con la ayuda del director y guionista Mariano Llinás, una historia ficticia en la que un bancaprivadista suizo habrá de intentar restañar el prestigio de su institución entre los magnates porteños tras la súbita desaparición (que nunca se aclara totalmente, pero se sospecha fundadamente que no fue voluntaria, sino propiciada por los milicos ante la creciente desafección del banquero por los desafueros de la dictadura) de su antecesor.

Esa figura del banquero desaparecido, Keys, se convierte en uno de los elementos más interesantes del film. A la manera de la Rebeca de la película homónima de Hitchcock, o la Addie Rose de Carta a tres esposas, de Mankiewick, Keys nunca aparece en pantalla, o por mejor decir, solo lo hace en unos breves planos, al comienzo de la película, en lo que parece un “photocall” (o como se llamara en los años setenta en Argentina), posando en algún tipo de acto de gala a los que acudía como influyente asesor de algunas de las mayores fortunas del país. Pero su presencia casi ectoplásmica será una constante durante la película, todos hablan de él, de muy diversa forma, bien por conocimiento directo, bien por esa rumorología que se encarga, en los desafectos, de llenarlos de inmundicia, sea cierta o falaz.   

La película, entonces, permite una perspectiva sutilmente distinta sobre la dictadura argentina de Videla et alii. Aquí no será sobre los represaliados que los consecutivos gobiernos militares de la época torturaron y ejecutaron con saña, o al menos no sobre los habituales, gente del pueblo que querían organizarse políticamente para luchar contra la tiranía del capitalismo salvaje, sino que los desaparecidos aquí son gente de nivel económico alto, de la plutocracia argentina, como la hija de uno de los ricos hacendados, que se esfumó de la noche a la mañana por sus ideas y convicciones progresistas. Pero también se nos cuenta en la película la rapiña que los milicos y sus adláteres realizaron no solo sobre el exiguo patrimonio de los desaparecidos del pueblo, al fin y al cabo generalmente unos descamisados (por usar la expresión peronista...), sino, sobre todo, sobre las altas instancias económicas del país, mayormente aquellos que, sin ser renuentes a la causa criminal de la dictadura, se pusieron de perfil o no quisieron participar directamente en la esquilmación de sus pares.

Todo ello está contado como en voz baja, en una historia en la que existe una permanente tensión de baja intensidad, en la que todos los interlocutores de la pareja protagonista parecen tranquilos, aunque quizá lo sean solo en apariencia. Algunos de esos interlocutores funcionarán como símbolos de la connivencia de sectores poderosos con la dictadura, como el potentado Farrell, antiguo piloto de carreras reconvertido en plutócrata, clase social dominante que cohabitó escandalosamente con el poder militar. Pero también la Iglesia, con un personaje, Monseñor Tatoski, que resulta estremecedor: interpretado por Pablo Torre, el hijo del cineasta Leopoldo Torre Nilsson, su rol da, literalmente, miedo, un hombre maduro con hábito talar, de aspecto tranquilo, hablando en voz baja, en una conversación tenebrosa, con veladas amenazas, muy sutiles, casi en susurros, justificando con palabras melifluas las abyectas tropelías cometidas por el régimen videlista y que, ante las reticencias del protagonista a las inversiones temerarias, le dice que él sigue siempre el consejo de Keys, “seamos codiciosos cuando los otros sean prudentes”...

Estamos también ante una acre denuncia de la complicidad de la banca y el capital europeo con los dictadores argentinos de aquel septenio negro, siempre en un tono menor, sin buscar las escenas espectaculares ni impactantes; y es que nos parece que Fontana sabe que no es necesario ser tremendista para obtener un resultado similar, aunque mucho más sutil, que las denuncias más abiertas y obvias.

La película gusta por su narración clásica, como la propia puesta en escena de Fontana, de la que nadie diría que es su primera obra de ficción en formato de largometraje; por su correcta ambientación de los años 70 en Argentina, con ese ambiente enrarecido de los soldados deteniendo a la gente por las calles, con los fusiles siempre enhiestos, listos para ser disparados a la menor sospecha de rebeldía; por la interesante música de Paul Courlet, nada estándar, no convencionalmente intrigante; por la interpretación ajustada de todos los actores y actrices, tanto suizos como argentinos; aunque el protagonista, Fabrizio Rongione, en principio, parece poco apropiado para el experto bancaprivadista de estirpe, la evolución del personaje irá ajustándose, poco a poco, a la deriva emocional y personal en la que se embarcará con tal de salvar su misión.

En una de las conversaciones supuestamente superficiales (que nunca lo son, en realidad) entre la esposa del bancaprivadista y una de las ricas magnates del país, ambas hablan sobre las curiosidades del idioma francés, de las frases hechas existentes en la hermosa lengua de Molière. La suiza francófona le habla, entonces, de la expresión “azor”, título que adopta la película, y que vendría a ser algo así como “cállate, cuidado con lo que dices”... Probablemente lo que le dijeron en su momento los secuaces de la dictadura a Keys cuando éste, ante los desmanes del régimen, optó por no callarse, labrándose su ruina vital.

(06-05-2022)


Azor - by , May 06, 2022
3 / 5 stars
Cállate, cuidado con lo que dices...