Michael Mann es un productor y director que, en esta última faceta, tiene una interesante carrera aunque ciertamente corta para el período de tiempo que abarca: once largometrajes de cine para un total de treinta y cuatro años (cuando se escriben estas líneas). Se dio a conocer como productor gracias a la exitosa serie televisiva Corrupción en Miami (Miami vice en su título original), y como director sus mayores logros han estado en la aventura, con títulos como El último mohicano, el drama de denuncia, en filmes como El dilema, y, sobre todo, en el thriller, con títulos como Collateral y, fundamentalmente, Heat, su mejor filme, un policíaco percutante, sólido, robusto, magníficamente servido por esos dos divos de la interpretación que son Al Pacino y Robert de Niro.
Pero lo cierto es que últimamente Mann no da pie con bola. Su Enemigos públicos parecía demasiado de diseño, la versión cinematográfica de Corrupción en Miami ya resultaba demasiado vintage, y esta Blackhat. Amenaza en la red tampoco es precisamente ninguna maravilla. Al contrario, resulta ser probablemente la película más floja de su carrera.
Si Heat significa “calor”, a esta Blackhat la podríamos llamar Cold, o sea, “frío”, porque eso es lo que provoca la visión de este thriller que se quiere hipermoderno, con su villano que se dedica a reventar centrales nucleares mediante sofisticadas añagazas cibernéticas, o a poner el mercado de futuros patas arriba para embolsarse algunas decenas de millones de euros, mientras prepara su golpe definitivo que lo hará más rico que Bill Gates y Carlos Slim juntos.
Pero la historia es una marcianada, donde la verosimilitud es la primera víctima en el ara de un guionista no precisamente exquisito. A ratos parece que estamos viendo una de esas delirantes historias que escribía Ian Fleming para la serie de James Bond, sólo que la franquicia de 007 era una fantasía sin contacto alguno con la realidad, y éste se pretende un thriller realista: pues está claro que no lo es…
Claro que Mann rueda con estilo: no se hace Heat o Ali y después se pierden los libros, salvo Alzheimer galopante, que no parece sea el caso. Pero Blackhat termina siendo una tontería sin interés, que el espectador ruega (sin éxito) se acorte lo más posible. A ello no es ajeno el protagonismo de un Chris Hemsworth tan guapo como mediocre actor, mucho musculito, mucha tableta de chocolate y un careto con menos transmisión que un telegrafista manco. Hasta la generalmente estupenda Viola Davis pasa por allí con gesto de piloto automático y la mano en posición horizontal, la palma hacia arriba: dame la pasta que me largo, parece decir…
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