Pelicula:

No parecía que Emilio Estévez fuera capaz de sacar adelante un proyecto tan interesante como este Bobby, poniendo de nuevo en medio de la escena pública la noche de pesadilla en la que la nueva esperanza de la democracia norteamericana de los años sesenta, Robert Francis Kennedy, cayó abatido por los disparos de un tal Sirhan B. Sirhan, en la cocina de un hotel en California, tras haber ganado las primarias que deberían llevarle en volandas a la Casa Blanca (el rival era el mercachifle de Nixon, al que el hermano de Robert, el que fuera presidente John F. Kennedy, ya batió holgadamente ocho años antes). Estévez, fundamentalmente actor (y no precisamente de los buenos), tiene también una pequeña carrera como director, mayormente de filmes de poca monta, bagatelas comerciales y varios telefilmes y episodios televisivos. Con ese bagaje, ¿quién iba a apostar porque hiciera los deberes y demostrara un talento hasta ahora oculto?


Pues así ha sido: Bobby es un proyecto largamente gestado por el hijo de Martin Sheen (nos referimos al bueno de Emilio Estévez: esto de los apellidos es para despistar…), hasta el punto de que antes de la catástrofe de las Torres Gemelas ya estaba puesto en papel. Aquella conmoción (otra…) en la vida americana hizo posponer el momento de llevar a la pantalla aquella noche ominosa. Estévez opta por hacerlo desde la perspectiva fragmentada de varias de las personas que resultaron heridas o estuvieron muy cerca de los momentos cruciales: el director del hotel y su esposa, en plena crisis matrimonial por adulterio; dos mozalbetes, activistas de la campaña de Kennedy, que acaban de hacer su primer viaje lisérgico; una algo ajada estrella de la canción, alcohólica, que se regodea en vejar a su marido; una chica que se va a casar con un amigo para que no tenga que ir a primera línea en Vietnam; un camarero chicano (latino se dice él), con entradas para un partido de béisbol (el partido del siglo de esa semana…), pero al que no puede ir al tener doble turno; el antiguo director del hotel y su amigo, con sus partidas de ajedrez y con todo el tiempo del mundo para la nostalgia; el infame jefe de personal, racista y chivato; dos telefonistas, una de ellas la amante secreta del director del hotel. Con todos ellos y algunos más, Estévez urde una compleja tela de araña, que sin embargo se sigue sin problema, acercándose poco a poco al momento crucial del asesinato.


Robert Kennedy no es interpretado por actor alguno, sino que se utilizan imágenes de archivo, fundamentalmente televisivas, muy inteligentemente montadas con las de la ficción. Pero, con ser interesante ese lento pero tan inquietante avance de la intriga hacia el final que todos conocemos pero que sigue sobrecogiendo, mejor es aún la plasmación, en esta película manifiestamente coral, de un espíritu, una sensación generalizada en todos los estamentos de la sociedad americana de la época de que era posible cambiar para mejor, que se podía terminar honrosamente con la guerra del Vietnam y con la barbarie del racismo, con la corrupción política y la miseria económica.


Esa sensación de nueva esperanza, que fue borrada de un plumazo por el iluminado de turno (aunque hay quien dice que otros le iluminaban desde atrás; recuérdese el latinajo: “qui prodest?”, ¿a quien beneficia?...), está magistralmente plasmada, a base de diálogos sutiles, a veces perfectamente banales, que nos hablan de una sociedad en cambio, una sociedad en la que la generación de la postguerra mundial aún no había entregado el mando a la generación influida por Beatles o Rolling Stones, por los “tripis” o el Mayo Francés.


Es ese momento realmente histórico, en el que los negros están a punto de salir de la oprobiosa segunda línea en la que los situaba una democracia que aún no les daban estatus de humanos, en el que las relaciones sexuales se liberalizarían como jamás lo hayan estado en el mundo (bueno, aparte de Sodoma y Gomorra, tal vez…), pero también en el que la corrupción política y económica y el descrédito de los gestores de la “polis” alcanzará niveles insoportables. Chapó para el reparto en su conjunto, destacando los siempre excepcionales (cada uno en su tono) Hopkins, Fishburne o Macy, pero también otros a los que no le conocíamos estas alturas (cfr. Stone o Moore).



Bobby - by , Oct 25, 2018
4 / 5 stars
El fin de la esperanza