Estreno en Netflix.
En España en estos últimos años está floreciendo una variante del thriller que podríamos denominar “político-policíaco”, films en los que se narran historias en las que hay elementos de la política entreverados en tramas criminales, o viceversa; por supuesto, siempre sin nombres propios concretos, ni partidos reales, aunque el espectador, legítimamente, puede imaginar lo que le parezca conveniente al respecto. Hay títulos de esa variante en los que predomina la vertiente policíaca o puramente delincuencial, con irisaciones políticas, como en Cien años de perdón (2016), de Daniel Calparsoro, pero también ocurre lo contrario, que prime la parte política, como es el caso de El Reino (2018), de Rodrigo Sorogoyen.
Código Emperador está entre ambas líneas argumentales, mezclando lo político y lo policial, en una intriga en la que conoceremos a Juan (aunque se hace llamar Álex cuando precisa ocultar su identidad), agente de los servicios secretos españoles (el llamado CNI, Centro Nacional de Inteligencia; aunque en ningún momento se cita esta institución, parece evidente que trabaja para ella), pero que también opera para otras instancias más nebulosas del Estado, arreglando asuntos que no es conveniente que trasciendan a la opinión pública y que permiten mantener coaccionados a gente importante para que sirvan a sus intereses... En ese contexto, Juan trabaja en varios casos a la vez: se ha infiltrado, ganándose la confianza de Wendy, una joven criada filipina, en un casoplón en La Moraleja, la muy exclusiva urbanización residencial de la Comunidad de Madrid, donde vive un traficante de armas del que se sospecha que va a traficar con material nuclear; también espía, a instancias de su jefe, Galán, militar de alta graduación de la facción “ilegal” de su profesión, a Ángel González, político de segunda fila al que interesa pillar con lo que sea, incluso fabricándolo, para tenerlo a sus órdenes. Para este último caso Juan se ve obligado a reclutar a la hija de un actor amigo a la que salvó años atrás del descrédito público, cuando estaba sumida en la drogadicción...
Código Emperador juega bien sus cartas, que no son otras que un bien construido guion de Jorge Guerricaechevarría, habitual colibretista de Álex de la Iglesia, pero que tiene también una interesante faceta como guionista de thrillers al uso; así, ha firmado los textos cinematográficos de títulos como Celda 211, El Niño y Quien a hierro mata, entre otros. Aquí Guerricaechevarría presenta una minuciosa historia, un mecanismo de precisión en el que se dan cita las dos líneas argumentales citadas, más alguna colateral, como la del juez del Tribunal Supremo al que Juan tendrá que rescatar de Panamá por un hecho execrable pero que no interesa que trascienda.
Felipe González, quien fuera presidente del gobierno español durante casi 14 años, dijo en cierta ocasión, tras dejar sus responsabilidades en tan alta magistratura, que “el estado se defiende en los salones, pero también en los desagües”. Y, efectivamente, el meollo del film es, con ropajes de thriller, una mirada no precisamente amable hacia esos desagües, esas cloacas, en las que también se defiende al Estado. Aquí Coira, con su guionista Guerricaechevarría, apuesta más por el hecho de que con esas acciones que rozan, cuando no incurren de lleno, en la ilegalidad, más que defender al Estado lo que se hace es defender a la gente que de verdad detenta el poder, el Poder, y que no es otra que la que, de verdad, posee el dinero y las relaciones para perpetuarse en la cima de la sociedad, aunque con frecuencia lo haga desde la sombra.
Thriller trepidante pero sin abusar de la espectacularidad, tiene las escenas precisas de este tipo para que el film se vea con facilidad, pero no rehúye la denuncia de la clase dominante que mantiene a toda una cuadra de esbirros para perpetuarse en el poder; no estamos hablando de ideologías concretas: esto mismo lo hacía la Nomenklatura, la clase dominante en la exURSS, por poner un ejemplo evidente.
Bien narrado por Jorge Coira, cineasta gallego (Lugo, 1971) fogueado en pelis de todo tipo y, sobre todo, en series televisivas de toda laya, entre ellas algunos thrillers dramáticos tan potentes como la serie Hierro, Código Emperador aspira, lícitamente, a convertirse en una valiosa aportación al subgénero político-policíaco al que nos referíamos al principio, y no soslaya, en su tramo final, una denuncia y una esperanza, la de que quizá sea posible escapar de ese dédalo culpable en el que cuando se entra es tan difícil salir.
Con una factura y un “look” impecables, la película se beneficia, como siempre, del carisma de un Luis Tosar imprescindible en empeños de este tipo, en un papel que él borda como pocos; de hecho, no imaginamos a ningún otro actor español actual que pueda igualar su creíble interpretación de este Juan, o Álex, un hombre con escrúpulos a las órdenes de quienes piensan que tal palabra designa a un archipiélago griego, como decían en Aquí no hay quien viva. El descubrimiento es la joven Alexandra Masangkay, barcelonesa de obvios ancestros filipinos, que ya llamó la atención en la popular El hoyo y que aquí hace un matizado papel, una dulcísima mujer que habrá de distinguir entre el embaucamiento y el amor cuando ambos aparecen por la puerta tomados de la mano. Entre los secundarios nos ha gustado mucho el maestro Miguel Rellán, que lo hace parecer todo tan fácil.
(19-03-2022)
106'