Cuando Hayao Miyazaki, creador (junto a Isao Takahata) del famoso Studio Ghibli, anunció en 2013 que El viento se levanta iba a ser su última película como director, pudo pensarse que tal decisión podría suponer el fin del estudio de animación, al perder al más importante de sus creadores. Miyazaki había asombrado con filmes como El viaje de Chihiro, La princesa Mononoke y El castillo ambulante, y aunque había otros cineastas en nómina del estudio, parecía claro que perder a su referencia creativa podría suponer una caída en el interés de sus producciones. De hecho, en 2014 se anunció el cierre temporal de la división de nuevos largometrajes, tras los malos datos de recaudación de El cuento de la princesa Kaguya, de Takahata.
Sin embargo, la visión de esta bellísima El recuerdo de Marnie nos hace pensar que Ghibli podría tener vida más allá de Miyazaki. El filme entronca perfectamente con el tono melancólico, triste, adulto, que impregna todo el cine de Hayao. De hecho, podría pasar por ser una más de sus películas, sin que ello signifique en absoluto que su director, el joven Hiromasa Yonebayashi, carezca de personalidad propia. El cineasta había debutado en la realización con Arrietty y el mundo de los diminutos (2010), que ya presagiaba una sensibilidad poco común.
Una niña, quizá hacia los diez años; hija adoptiva por muerte en accidente de sus padres y por la enfermedad mortal de su abuela, vive ensimismada en su tristeza, al pensar que carece de familia en sentido estricto; enferma de asma, su madre adoptiva, por consejo del médico, la envía con su tía al campo para que mejore de su mal viviendo en un ambiente más natural que el de la ciudad. Allí conocerá a una niña (a quien en un momento un lacónico viejo del lugar llama la chica tras la ventana azul) en una extraña mansión que parece como encantada, a ratos llena de vida, en otros abandonada. Pero esa niña guarda un secreto…
Sobre la novela When Marnie was there, de Joan G. Robinson, El recuerdo de Marnie es una espléndida película sobre la necesidad de encontrar respuestas a las preguntas vitales, pero también sobre la perentoriedad de amar y ser (y sentirse) amado, sobre todo en los primeros tiempos de nuestras vidas, cuando lo que seremos en el futuro se cuece en ese íntimo horno al que llamamos familia. Jugando con maestría con elementos realistas y fantásticos a la vez, Yonebayashi nos muestra el desaliento de quien se siente preterida emocionalmente, para encontrar una razón de vivir en su relación con lo que más parece un ectoplasma en el que, sin embargo, finalmente estará la explicación de sus desdichas y una nueva visión para el resto de su vida.
El director japonés juega con habilidad con elementos góticos, como la mansión abandonada en cuyos salones, sin embargo, aparecen inopinadamente fastuosas fiestas con displicentes invitados, una sociedad alegre y confiada, tal vez fantasmagórica, en un ambiente que a ratos recuerda a Manderley, la mansión lóbrega y taciturna de la hitckcockiana Rebeca. Pero no hablamos de copia, ni siquiera de tributo, sino de inclusión en la trama, con todo el sentido, de una atmósfera, de un estado de ánimo, de una presencia turbadora que está y no está al mismo tiempo.
El dibujo, como suele suceder en Ghibli, es muy antropomórfico, busca reproducir fielmente las formas y movimientos de los seres humanos, alejándose con ello del tono casi feérico, de cuento de hadas, que suele caracterizar al cine disneyano. El cine de Ghibli, y esta película no está fuera de sus parámetros, juega generalmente con sentimientos y comportamientos plenamente humanos, dados con formas rigurosamente humanas. Aquí además se busca una reproducción de la Naturaleza que a ratos resulta casi hiperrealista, por no decir naturalista: la reproducción (aunque sea magnificada) de la Natura tal y como es, o como la percibimos.
Bellísima siempre, de un voltaje sentimental altísimo, El recuerdo de Marnie es una obra mayor, un magistral “cartoon” que apreciarán mucho más los adultos sensibles que sus hijos, todavía a medio cocer para entender cabalmente esta obra hermosa, triste, melancólica, finalmente esperanzada.
(03-04-2016)
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