CRITICALIA CLÁSICOS
Disponible en Filmin y Classix.
Con motivo del cincuenta aniversario del fallecimiento en accidente de Claudio Guerin Hill, homenajeamos su figura con la crítica de esta su última película, en cuyo rodaje perdió la vida. Pueden consultarse en Criticalia también los siguientes artículos sobre el director sevillano: La campana del infierno dobla por Claudio Guerin y Fernando Fernán-Gómez (100 años). Intérprete televisivo del personaje del absurdo: Krapp/Beckett/Guerin (I), de los que es autor Rafael Utrera Macías, y Claudio Guerin Hill: del libro de Rafael Utrera a la película de Jesús Ponce, del que es autor Enrique Colmena.
El guión La campana del infierno, original de Santiago Moncada Mercadal, se tituló anteriormente “A las tres te mato otra vez” y “El bastardo”. La comisión de Censura de Guiones rechazó y prohibió la primera versión y autorizó la segunda; tras el definitivo informe favorable, la película fue clasificada, a efectos de subvención, como "mayor empeño".
Tomando como base la catalogación tradicional de los géneros cinematográficos, La campana del infierno pertenecería al denominado “terror", por más que algunos de sus elementos y personajes pudieran matizar dicho término.
En España, a finales de los años sesenta y principios de los setenta, algunos cineastas se interesaron por esta modalidad; en el mismo año 1973, el cine español produjo abundantes títulos de semejante temática. Valgan algunos ejemplos: Javier Aguirre dirigió El jorobado de la Morgue y El gran amor del conde Drácula, mientras que Amando de Ossorio filmó El ataque de los muertos sin ojos, Las garras de Lorelei y La noche de los brujos. No es ajeno a ello el fuerte impacto causado por producciones norteamericanas como La semilla del diablo, de Roman Polanski, y El exorcista, de William Friedkin.
En opinión de expertos como Eugenio Martín, este tipo de películas nace como consecuencia de una doble circunstancia favorable: la económica y la censora. El carácter de producto comercial, de mercancía coyunturalmente cotizada, parece situarse por encima de intereses artísticos.
La campana del infierno, producto industrial planteado y resuelto en coproducción hispano-francesa, nace de la mencionada coyuntura económica de nuestra cinematografía por la cual el film de este género se plantea tanto para mercados nacionales como extranjeros con dos versiones semejantes pero diferentes; los nombres de Viveca Lindfors y Renaud Verley actuarían como reclamos en el exterior y los de Alfredo Mayo y Maribel Martín en el interior.
Se adscriba el film a un género o a otros semejantes, se trata de un “drama de horror", de una historia donde se combinan odios y venganzas individuales con codicias y ambiciones familiares. Los objetos adquieren una falsa presencia turbadora y son ofrecidos desde planos enfáticos que no llegan a justificarse desde un punto lógicamente narrativo; así los obtenidos desde debajo del somier de la cama o los conseguidos mediante contrapicados cuando los transportistas bajan el ataúd de la furgoneta.
Los animales, tortuga, macaco, cuervo, son recursos manejados por Juan para producir un ambiente turbador en su vivienda al efectuarse la visita de su tía y primas; el efecto sobre el espectador es nulo. Sólo el acuario es utilizado ocasionalmente para ofrecer a través de él planos enfáticos; acaba como "escenario" donde Don Pedro encuentra la muerte.
La música funciona de diferentes maneras: la cancioncilla infantil abre y cierra la historia como acompañante del augurio efectuado por el mendigo y su fatal cumplimiento; la "muñeira" ambienta la broma de Juan a Don Pedro en casa de tía Marta; la "Toccata" se utiliza como "raccord" en determinadas secuencias.
La dramática muerte de Guerin, al caerse desde una torre, cuando estaba a punto de finalizar el rodaje, plantea dudas sobre el valor de la película como obra de autor; no nos referimos a la secuencia correspondiente al intento de violación de la muchacha, rodada por Juan Antonio Bardem en un pantano próximo a El Escorial, sino al sentido último otorgado a la obra en el montaje de la misma; si bien Guerin Hill no montaba habitualmente sus trabajos, asesoraba y controlaba este proceso, sirviéndose de la misma montadora, Magdalena Pulido.
La campana del infierno fue presentada, como homenaje a su fallecido autor en el Festival de San Sebastián de 1973; la exhibición de El espíritu de la colmena, de Víctor Erice, programada también en el certamen, ofrecía dos muestras distintas de lo que el cine español producía en el mismo año, al tiempo que no dejaba lugar a posible comparación.
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